Julián se dejó caer en la silla frente a su escritorio, sin perder la sonrisa.— Me he mudado a la ciudad, finalmente ya no vendré solo para as reuniones importantes — dijo con aire despreocupado —. Y, por ende, vengo a alegrarte el día, como siempre.Alejandro rodó los ojos y masculló algo ininteligible.— No necesito que me alegres el día. Tengo mucho trabajo.Julián, ignorando por completo la reacción de su amigo, sacó una carpeta de su bolso y la dejó sobre el escritorio de Alejandro.— Creo que esto puede interesarte.Alejandro frunció el ceño, mirando la carpeta con desconfianza.— ¿Qué es esto?Julián esbozó una sonrisa traviesa, pero no respondió de inmediato. En lugar de eso, se reclinó en la silla, disfrutando del suspenso.— Te lo diré solo si me invitas a cenar.Alejandro bufó, exasperado.— Vete a la mierda, Julián. — dijo, apartando la carpeta con un gesto brusco.Julián soltó una carcajada, claramente disfrutando de la reacción de su amigo.— Está bien, está bien — dijo
Clara sintió cómo las lágrimas amenazaban con volver, pero se obligó a mantener la compostura. Marina no era alguien que hablara sin pensar, y sus palabras la reconfortaron, aunque solo un poco.— Gracias — dijo Clara, su voz quebrada —. Es solo que… no sé cómo esto se salió de control. No tengo ninguna relación con el señor Ferrer, salvo que conoció a mi hijo por casualidad.Marina asintió, como si ya hubiera adivinado la verdad antes de escucharla.— Lo sé — dijo con suavidad —. Pero la gente siempre busca algo de qué hablar. Y tú eres una novedad, una mujer joven y talentosa que ha conseguido algo que muchos aquí envidian.Clara suspiró, mirando su comida sin apetito. Lucas. Todo lo que hacía, lo hacía por él. Pero ahora, con Javier apareciendo de nuevo, con esos murmullos en su contra, todo parecía estar desmoronándose.Marina la observó en silencio, y luego, con una sonrisa amable, cambió de tema.— Háblame de tu hijo — dijo —. ¿Cómo se llama?Clara sonrió débilmente al escuchar
Aceleró el coche, con los dedos aferrados con fuerza al volante, y se dirigió hacia la escuela de Lucas. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel al imaginar la cara de Clara cuando descubriera lo que había hecho. La venganza era dulce, y esta sería particularmente deliciosa.Cuando llegó a la escuela, Sofía estacionó el coche a una distancia prudente y se bajó, arreglándose el cabello y ajustando su abrigo caro. Sabía que tenía que proyectar la imagen perfecta, alguien de confianza, alguien en quien los profesores no dudarían. Actuar era su especialidad, y hoy, más que nunca, necesitaba que su actuación fuera impecable. Caminó hacia la entrada de la escuela, con la cabeza en alto y los pasos firmes, como si fuera algo completamente normal.— Hola, buenos días — dijo con una sonrisa radiante cuando llegó a la recepción —. Soy la tía de Lucas Fernández. Vine a recogerlo antes porque estamos preparando una pequeña sorpresa para su madre, Clara. Él está muy emocionado de celebrar su c
Mientras tanto, en la oficina de Clara, el teléfono sonó. Era la profesora de Lucas.— Señora Fernández, solo quería confirmar que su prima ha venido a recoger a Lucas para prepararle una sorpresa por su cumpleaños.Clara sintió cómo el mundo se desmoronaba a su alrededor al escuchar esas palabras. No tenía ninguna prima. De inmediato supo que algo estaba terriblemente mal.— ¿Mi prima? — repitió, tratando de mantener la voz firme —. No tengo ninguna prima. ¿Quién lo recogió?El silencio al otro lado de la línea fue suficiente para confirmar sus peores temores.— Voy para allá — dijo Clara, colgando el teléfono de inmediato y corriendo hacia la puerta.Mientras corría hacia su coche, Alejandro la vio pasar, su rostro pálido y lleno de pánico. Algo terrible había sucedido, y aunque Clara no lo sabía aún, Alejandro ya estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para protegerla.Alejandro conducía rápidamente, su jefe de seguridad, sentado en el asiento del copiloto, y Julián, su mejo
No obstante, Sofía se detuvo en un lugar apartado, un viejo almacén abandonado a las afueras de la ciudad. Lucas la miraba con el ceño fruncido, sin entender lo que estaba pasando. Sabía que su madre nunca los dejaría solos, pero el miedo de estar lejos de ella lo hacía sentirse vulnerable y perdido.— ¿Qué es esto? — preguntó Lucas, tratando de mantener la calma —. Sabes que con esto solo lograrás alejar más a Alejandro.Lucas con su inteligencia intentaba ue ella entrara en razón, pero al mismo tiempo, intentaba distraerla para ver si encontraba una forma de escapar.— Es el lugar donde tu madre va a aprender su lección — respondió Sofía, su sonrisa volviendo a aparecer, más oscura que antes.Lucas tragó saliva, pero no dijo nada. Tenía que ser fuerte. Sabía que su madre vendría por él. Lo sabía. Pero Sofía estaba perdiendo la cabeza, y eso lo asustaba más que cualquier otra cosa.Sofía lo empujó hacia la puerta del almacén y lo obligó a entrar. El lugar estaba oscuro y frío, con un
Clara apretó los dedos contra el volante, clavando la mirada en el semáforo que, como su vida, parecía congelado en el tiempo. La lluvia golpeaba el parabrisas con furia, formando finos ríos sobre el cristal, como si el cielo quisiera borrar cada rastro del caos que se desataba dentro de ella. El sonido del limpiaparabrisas apenas era suficiente para ahogar el eco de las palabras de Javier, que resonaban en su mente como una maldición."Quiero verlo. Es mi hijo, Clara."Habían pasado más de cinco años desde que lo había visto por última vez, pero su presencia seguía teniendo el mismo efecto devastador en ella. La última vez que Javier había cruzado esa puerta, lo hizo con un portazo que resonó durante meses en su corazón. Su vida había cambiado para siempre ese día, y la cruda realidad de ser madre soltera la había golpeado con una fuerza que nunca imaginó. Pero había salido adelante. Lo había hecho sola. Y ahora, cuando por fin sentía que su vida estaba tomando forma, él había decidi
Alejandro lo miró con incredulidad. ¿Acaso le acababa de hablar como si ambos fueran iguales? ¿Dónde estaban los padres de este niño?— No deberías correr por la cafetería —vdijo Alejandro con un tono que normalmente utilizaba para despedir empleados incompetentes —. Es peligroso.El niño lo miró un segundo más, como si estuviera evaluando la situación. Luego, con una sorprendente calma para alguien de su edad, cruzó los brazos y levantó una ceja, exactamente como Alejandro lo hacía en sus reuniones más tensas.— No es tan peligroso si sabes lo que haces — respondió el niño, con una lógica impecable —. Pero tú estabas distraído con tu teléfono. Deberías prestar más atención.Alejandro parpadeó. ¿Había sido reprendido por un niño de cinco años? Y lo peor es que… el pequeño tenía razón. Había estado distraído. Pero eso no significaba que el niño no tuviera la culpa. Estaba a punto de decir algo más cuando el niño, sin dejar de mirarlo, extendió una mano.— Soy Lucas. ¿Quién eres tú?Ale
Clara respiró hondo por enésima vez, ajustando el cuello de su blusa mientras caminaba por el amplio vestíbulo de TechVision. Las paredes de cristal y el suelo de mármol brillante reflejaban su propio nerviosismo. Esto puede ser un cambio monumental, se dijo. Era una oportunidad única, una que no podía permitirse perder.Con la carpeta de su currículum bajo el brazo y su portafolio en la mano, Clara avanzaba hacia la recepción. Había pasado la última noche revisando cada detalle, preparándose para cualquier pregunta que pudieran hacerle, para cualquier dificultad que pudiera surgir. Sabía que no tenía el lujo de equivocarse; Lucas dependía de ella, y este contrato con TechVision no solo podría estabilizar su carrera, sino también asegurar el futuro de su hijo.— Buenos días, tengo una entrevista con el señor Ferrer — dijo Clara a la recepcionista, tratando de mantener su tono calmado, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.La recepcionista, una mujer de mirada severa y profes