Mientras tanto, en el restaurante, el anciano Ferrer se había quedado mirando cómo los guardias arrastraban a Sofía hacia la salida. Ella se derrumbó en sus brazos en cuanto lo vio, sollozando histéricamente y aferrándose a su chaqueta.— Señor Ferrer, por favor, hable con Alejandro — lloraba Sofía, con su maquillaje corrido y su rostro descompuesto —. No puede hacerme esto. ¡No puede dejarme por esa mujer!El anciano Ferrer suspiró profundamente, mirando a la joven con una mezcla de lástima y frustración. Había apostado mucho en esa relación. Sofía era la mujer perfecta para su hijo, al menos en su mente. Tenía la posición social, la influencia, todo lo que una esposa de un Ferrer debería tener.— Cálmate, Sofía — dijo el anciano, acariciando su cabello en un intento de consolarla —. Alejandro está confundido ahora mismo, pero no te preocupes. Hablaremos con él. Él te ama, solo está... desviado por esa mujer y su hijo. Pero no te preocupes, se casará contigo. Lo haré entrar en razón.
Las palabras de Lucas fueron como un golpe directo al corazón de Clara. ¿Cómo podía un niño tan pequeño ser tan fuerte, tan protector? Sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, pero se forzó a mantener la compostura.— Ya me proteges más de lo que crees — respondió, acariciando su cabello y besando su frente.Lucas sonrió, cerrando los ojos mientras su madre lo arropaba. Clara lo observó dormir por un momento, su pequeño protector. Luego, con una profunda exhalación, apagó la luz y salió de la habitación.El fin de semana pasó con una calma tensa, pero los recuerdos del incidente en el restaurante no se desvanecieron fácilmente. Clara trataba de mantener su mente ocupada, pero cada vez que cerraba los ojos, podía sentir el tirón de su cabello, el dolor, la humillación, y lo peor: la mirada de Lucas cuando vio caer a su madre al suelo. Eso era lo que más la atormentaba.El lunes por la mañana, como cada semana, dejó a Lucas en la escuela y se dirigió a la empresa. Era un día n
Sofía conducía con el pie pesado sobre el acelerador, mientras la ira aún fluía por sus venas como un veneno corrosivo. El incidente en el restaurante seguía repitiéndose en su mente. Clara y ese mocoso habían destrozado todo lo que había construido con Alejandro. No podía permitirse perderlo ahora, no cuando había invertido tantos años de su vida manteniendo la apariencia de la mujer perfecta. La rabia, la frustración y el miedo se mezclaban en su pecho, creando un cóctel explosivo.El coche frenó bruscamente frente a la mansión de su padre, una imponente construcción antigua que reflejaba el poder y la riqueza de su familia. Sofía salió del coche casi sin pensarlo, sus tacones resonando en el pavimento frío mientras subía las escaleras de piedra. Apenas puso un pie en la puerta cuando el mayordomo, que parecía esperarla, la dejó entrar sin decir palabra.Su padre estaba allí, en la entrada, como si hubiera sabido que llegaría en ese preciso momento. Las manos detrás de la espalda, s
Lucas lo fulminó con la mirada, sin retroceder ni un centímetro.— No importa mi brazo, no te voy a dejar que sigas molestando a Elena.Los niños mayores se miraron entre sí, y uno de ellos, más alto que los demás, dio un paso adelante, cruzando los brazos.— ¿Qué vas a hacer tú, huerfanito? — dijo con una sonrisa cruel —. No tienes papá, todo el mundo lo sabe. ¿Acaso llamarás a tu mami para que te defienda?Lucas sintió que algo se revolvía en su interior. Recordó las palabras de su mamá, diciéndole que, aunque su papá no estaba con ellos, él nunca estaba solo. Y ahora, Alejandro había entrado en sus vidas, protegiéndolos. Lucas no sabía exactamente qué significaba todo eso, pero sabía lo suficiente para responder con firmeza.— Eso no es verdad. Sí tengo papá, y pronto lo conocerán — dijo, su voz temblando ligeramente, pero manteniendo el tono desafiante.Los niños se rieron aún más fuerte, pero Lucas no se dejó intimidar. Su mamá le había enseñado a ser valiente, y aunque sentía un
En la noche, en su apartamento, Clara estaba sentada frente a la ventana, mirando las luces de la ciudad brillando en la distancia. Había terminado el informe que Alejandro le había pedido, y lo había enviado con la esperanza de que él lo revisara pronto. Se sentía agotada, pero satisfecha de haber hecho su trabajo. Suspiró y se permitió cerrar los ojos por un momento, disfrutando del silencio de la noche.El sonido de su teléfono móvil vibrando en la mesa la sacó de su tranquilidad. Con algo de emoción, Clara se acercó rápidamente al teléfono, esperando que fuera un mensaje de Alejandro, tal vez agradeciéndole por el informe o comentando algo sobre el proyecto. Pero cuando miró la pantalla, su corazón se detuvo un momento.Era Javier.El mensaje era breve, pero el significado la llenó de inquietud:"Ya sé dónde vives. Muy pronto les haré una visita."Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Javier. ¿Qué estaba tramando? No podía ignorar el peligro que ese mensaje implicaba.—
Julián se dejó caer en la silla frente a su escritorio, sin perder la sonrisa.— Me he mudado a la ciudad, finalmente ya no vendré solo para as reuniones importantes — dijo con aire despreocupado —. Y, por ende, vengo a alegrarte el día, como siempre.Alejandro rodó los ojos y masculló algo ininteligible.— No necesito que me alegres el día. Tengo mucho trabajo.Julián, ignorando por completo la reacción de su amigo, sacó una carpeta de su bolso y la dejó sobre el escritorio de Alejandro.— Creo que esto puede interesarte.Alejandro frunció el ceño, mirando la carpeta con desconfianza.— ¿Qué es esto?Julián esbozó una sonrisa traviesa, pero no respondió de inmediato. En lugar de eso, se reclinó en la silla, disfrutando del suspenso.— Te lo diré solo si me invitas a cenar.Alejandro bufó, exasperado.— Vete a la mierda, Julián. — dijo, apartando la carpeta con un gesto brusco.Julián soltó una carcajada, claramente disfrutando de la reacción de su amigo.— Está bien, está bien — dijo
Clara sintió cómo las lágrimas amenazaban con volver, pero se obligó a mantener la compostura. Marina no era alguien que hablara sin pensar, y sus palabras la reconfortaron, aunque solo un poco.— Gracias — dijo Clara, su voz quebrada —. Es solo que… no sé cómo esto se salió de control. No tengo ninguna relación con el señor Ferrer, salvo que conoció a mi hijo por casualidad.Marina asintió, como si ya hubiera adivinado la verdad antes de escucharla.— Lo sé — dijo con suavidad —. Pero la gente siempre busca algo de qué hablar. Y tú eres una novedad, una mujer joven y talentosa que ha conseguido algo que muchos aquí envidian.Clara suspiró, mirando su comida sin apetito. Lucas. Todo lo que hacía, lo hacía por él. Pero ahora, con Javier apareciendo de nuevo, con esos murmullos en su contra, todo parecía estar desmoronándose.Marina la observó en silencio, y luego, con una sonrisa amable, cambió de tema.— Háblame de tu hijo — dijo —. ¿Cómo se llama?Clara sonrió débilmente al escuchar
Aceleró el coche, con los dedos aferrados con fuerza al volante, y se dirigió hacia la escuela de Lucas. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel al imaginar la cara de Clara cuando descubriera lo que había hecho. La venganza era dulce, y esta sería particularmente deliciosa.Cuando llegó a la escuela, Sofía estacionó el coche a una distancia prudente y se bajó, arreglándose el cabello y ajustando su abrigo caro. Sabía que tenía que proyectar la imagen perfecta, alguien de confianza, alguien en quien los profesores no dudarían. Actuar era su especialidad, y hoy, más que nunca, necesitaba que su actuación fuera impecable. Caminó hacia la entrada de la escuela, con la cabeza en alto y los pasos firmes, como si fuera algo completamente normal.— Hola, buenos días — dijo con una sonrisa radiante cuando llegó a la recepción —. Soy la tía de Lucas Fernández. Vine a recogerlo antes porque estamos preparando una pequeña sorpresa para su madre, Clara. Él está muy emocionado de celebrar su c