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Vincet se encontró en medio de una encrucijada. Desayunar de aquella forma, con la comida caliente, casera y con un olor delicioso, hacía mucho tiempo que no lo hacía. Estaba más habituado a los desayunos de hotel o solo de café en la mañana por lo que la sensación fue gratificante. No era un hombre tan fácil de sorprender, pero en este momento…

Como cuando la frase un hombre se conquista por el estómago se hacía válida.

Razón por la que se enfocó más en comer que hablar con la chica, hasta que notó que ella…

-¿Por qué no comes?- le pregunté él tomando un sorbo de café.

-¿Puedo?- la pregunta de ella lo desconcertó.

-¿Por qué no podrías?- frunció el entrecejo- Si está servido es por una razón.

-Gracias- el agradecimiento por parte de ella lo alteró aún más.

-¿Qué? Acaso tu casa era como el servicio militar en donde tienes que pedir permiso hasta para ir al baño- se burló él con el comentario que no tenía ningún trasfondo. No se esperó que ella no respondiera, más bien, los hombros de ella se pusieron sumamente tensos-

Vincet no siguió insistiendo dada la reacción de ella, quizás había pedido permiso debido a su retraso mental, tampoco era que iba a indagar mucho en eso mientras no le diera problemas y tampoco le quedaba mucho tiempo. Debía ir al trabajo, una empresa no se dirigía sola. Miró el reloj de la cocina minutos después y se levantó dejándola a ella sola en la mesa. Había notado que no había comido tanto, al menos no como él.

Alicia esperó a que él desapareciera para soltar los cubiertos y mirar todo lo que estaba en la mesa. Una costumbre que tenía desde ya no recordaba. Se estremeció al indagar en sus memorias del pasado. Mejor no lo hacía, ahora no estaba en su casa, no junto a sus padres, y por el momento, en lo poco que había interactuado con aquel extraño no se había propasado con ella.

***

La chica terminó de vestirse y agarró su bolsa prácticamente vacía. Había guardado todas las cosas de la universidad en su casillero para no tener que mover mucho cuando se mudara. Así que viajaría ligera. Solo no se esperó que cuando salió Vincet ya se había ido hacía como 15 minutos.

No era un problema realmente, solo sino fuera por el hecho de que ella ahora estaba viviendo mucho más lejos que antes de la Universidad, en un recinto residencial donde seguro los autobuses no pasaban y menos los taxis.

Se mordió el labio inferior. Debía haber tenido el atrevimiento de pedirle que la llevara a la parada más cercana. Chasqueó la lengua, ahora tocaba correr.

Y aun así Alicia llegó sofocada, recostándose con una mano a la pared del aula que le correspondía y las piernas temblando. Lo peor, era tarde, casi había perdido una hora de su primer turno, al menos el profesor era alguien agradable, pero estaba segura que la regañaría, después de todo ella estaba allí por una beca por lo que debía dar el ejemplo.

Se enderezó y respiró profundo. Abrió la puerta para hacer el menor escándalo, sin embargo.

-Alicia, llegas tarde-

Ella apretó los labios. No había necesidad de llamarle la atención de esa forma de una punta de la inmensa aula a la otra cuando esta era la primera vez que ella llegaba un poco retrasada.

-Lo siento- se disculpó ella con vergüenza ante la mirada de reproche de los demás alumnos. Algo normal en su vida.

-Ve a verme a la hora de almuerzo- el profesor le dijo con voz seria- Ve a sentarse.

Alicia hizo lo propio en la última fila, completamente sola. No se llevaba con ninguno de sus compañeros, la habían aislado al enterarse que ella había llegado entrado por beca y que además tenía los años saltados, por lo que, aunque ellos se graduarían con 23-24 años de solo un idioma, ella lo haría con solo 21 y en tres.

¿Envidia?

La mayoría.

***

El timbre sonó y Alicia salió de la clase de alemán avanzado en dirección a la oficina del profesor. Cristian era el profesor que la atendía a ella, por lo que sabía que la reprimenda debía ser dura, era my exigente con ella alegando que era de las pocas estudiantes que lograría record en la escuela. Impartía inglés después de haber vivido años en Inglaterra y por alguna razón sentía que él estaba muy pendiente a su situación.

Tocó la puerta de su oficina y escuchó como este le dejaba entrar. Su oficina era pequeña pero iluminada y en el medio había una mesa llena de documentos sobre el escritorio. Detrás de él un hombre de treinta tantos años, con el cabello cobrizo oscuro recortado elegantemente dejando a la vista los rasgos agraciados. Era un hombre guapo y más de una vez había escuchado a compañeras de ella hablar sobre él, sin embargo, Alicia no estaba interesada precisamente en el romance.

¿Algo estaría mal con ella?

La verdad, tenía tantos problemas en su vida que el romance y el sexo era lo último en su lista. Quizás por eso no se había derretido por el hombre que estaba en su casa, como le había dicho su madre que le pasaría.

-Siéntate Alicia- le ofreció él- ¿Quieres un té o un café?

Ella negó y se sentó.

-¿Qué fue lo que ocurrió? Eres una chica ejemplar y en estos tres años que has estado aquí no has llegado nunca tarde. Ni cuando ha llovido.

Alicia inclinó ligeramente la cabeza.

-me mudé ayer y la ubicación está lejos de donde se puede coger algún medio de transporte. No volverá a ocurrir.

-¿Te mudaste ayer?- él le pregunto sorprendido- No avisaste de nada.

Alicia negó. No era como si estuviese diciendo su vida privada, aunque a la universidad debido a que estaba por beca, cursaba tres idiomas y además realizaba trabajos de traducción normalmente tenían que tener un control sobre ella y su ubicación. Además… estaba en casa de un desconocido. Sería bueno que al menos alguien supiera sobre ella en caso que algo ocurriese.

-Sí, mi madre tuvo que salir de viaje y me dejó en casa de un amigo de ella hasta que volviera. Como sabe, ella es mi tutora.

El hombre se quedó mirándola fijamente.

-eso es algo que todavía no entiendo. Ya eres mayor de edad, y aunque ella es tu tutora por retraso mental no he visto ningún rasgo significativo en todos estos años por lo que no puedas valerte sola.

Alicia solo pudo sonreír débilmente. No era a ella a la que debían decirle aquello, pero ya estaba trabajando en eso, una de ellas salir de su casa, aun si era en casa de un extraño.

-Y ese tipo ¿lo conoces? ¿te ha hecho algo?

Alicia negó.

-Me ha tratado bien y no, no me ha hecho nada, no tiene que preocuparte- intentaba desviar el tema lo más rápido posible.

Fue entonces que Cristian se corrió hacia adelante y le agarró una de las manos a ella que estaba en el borde del buró. La apretó entres sus dedos y acarició sus nudillos con el pulgar.

-Si necesitas ayuda o donde quedarte yo puedo ayudarte. No tienes que tener pena en pedirme algo. Mi casa es grande. Si te sientes incómo…

-Estoy bien- Alicia logró retirar su mano y llevarla al regazo algo incómoda- Si tengo problemas le diré.

Cristian no pareció muy convencido, pero no insistió más dado que Alicia no solía ser muy abierta ni con él ni con nadie.

-Si lo dices- agarró un sobre de su escritorio y se lo dio- Esto me lo dio el profesor de alemán, es para traducción, dentro están los documentos y lo que ganarías por ello. Alguna duda puedes ponerte en contacto con él.

Alicia lo agarró rápidamente y se levantó.

-necesita algo más.

Cristian negó.

-Puedes retirarte, pero mi oferta está en pie.

Una gota de sudor corrió por la sien de la joven.

Uno que apenas la quería en su casa y otro que se lo proponía insistentemente.

-Gracias- y salió de la oficina apretando el sobre contra su pecho. Al menos eso le daba alivio. Cada empleo serían horas sin dormir, pero números en su monedero.

Y pensándolo, muchas chicas estarían como locas si se les diera una oferta como aquella.

El timbre sonó y ella sacudió la cabeza despejando sus pensamientos. No era momento de ella. Más bien, le preocupaba más que iban a cenar esa noche que en la poco convencional petición de su profesor con el que tampoco tenía tanta confianza. La nevera no estaba abastecida como mismo le había dicho el Ceo. Apenas los ingredientes que había usado aquella mañana.

¿Debía comprar la cena en el camino?

Hizo memoria y no tenía tanto dinero en el monedero como para comprar los ingredientes que de seguro a él le gustaban y además, había comentado que volvería temprano, así que seguro comería. Ahhh, como siempre ocurría se acostumbraba muy rápido a los cambios bruscos en su vida.

Volvió a clase y decidió que cuando volviera hablaría de ese tema con él.

Lo que no contó que cuando en la tarde entró al edificio donde ahora residía su paso fue cerrado.

-Disculpe señorita, pero no puede ingresar- un custodio diferente al de la noche anterior le cortó el paso.

Alicia pestañeó confundida.

-Vivo en el departamento del Ceo Vincet Regal.

El hombre no cambió su expresión.

-No me fue notificado de algún nuevo residente y no puedo dejarla pasar. Si algo puede llamarlo y después de eso, si el da el permiso yo la dejaré subir.

Ahí había un problema, ella no tenía su número. Y estaba segura que el custodio no se lo daría.

Ahora ¿qué hacía?

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