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Conociéndote PT III

—Pero… Profesor…—susurró Sammy, tocando el hombro fuerte de este—, profesor Chang… En serio, él no es Mork.

—¡Ya basta! —se quejó este, mis ojos empezaron a chillar. Miré a los alumnos, mis pulmones empezaron a acelerarse rápidamente cuando comencé a respirar ferozmente—, ya estoy harto de que me hagas bromas pesadas como estas, Mikla.

—No…No…—traté de responder, pero no podía.

Mis pulmones estaban acelerados. Podía sentir como mis ojos estaban a punto de llorar en ese momento tras las risas de los alumnos que estaban sentados en aquellos pupitres de madera. Mis manos temblaban, y por más que trataba de reaccionar simplemente no podía hacerlo. Sentía que podía morir ahí mismo.

Y fue ahí cuando alguien fue corriendo hacía a mí. Fue ahí cuando soló me concentré en él. Sus brazos me rodearon con suavidad sobre mi cuerpo, nuestras miradas se habían conectado con suavidad, y por alguna razón, mi ataque de pánico se estaba disminuyendo. Arthit. Era Arthit que me sonreía. Era él quién calmaba mis ataques, y era él que me estaba acurrucando contra su pecho mientras que Sammy tomaba mi hombro para calmarme.

Yo estaba avergonzado. Avergonzado de que mi primer día en la universidad haya tenido dos ataques de ansiedad, pero, por otra parte, al estar así con él, sentía como de verdad mi corazón hacía movimientos intensos. No me desagradaba su contacto físico. No me desagradaba sus caricias para calmarme, me sentía… extraño. Traté de no llorar.

—¡Deberían de darles vergüenza! —exclamó Arthit. Yo seguía escondido entre su cuello, oliendo aquel aroma de chocolate, me sonrojé separándome después. El chico estaba observando al profesor—, profesor, en realidad el es su hermano gemelo, no es Mikla.

—¿Q-que?

Miré al profesor. Su rostro se había puesto rojo por todo lo que había sucedido en este momento. Sammy me preguntó si estaba bien, así que le contesté que sí. Luego, Arthit sujetó fuertemente mis hombros dejando suaves apretones en estos. Veía su hermoso rostro. Veía aquel rostro de esos ojos tan preciosos que me quitaba el aliento. Que me hacían perderme en su intensa mirada.

No entendía porqué estaba espiándolo de aquella forma. No entendía por qué seguía alimentando mis ganas. Me llevé la mano hacía a mi corazón, escuché sus latidos. A comparación de mis ataques, estos eran muchos más tranquilos, eran muchos relajados, sí, me sentía nervioso con la presencia de Arthit, pero con todo lo que había sucedido hace minutos atrás, se me había olvidado que todos me seguían mirando.

—Me parece, profesor, que usted le debe una disculpa.

Esta vez fue Arthit quién habló. Mi rostro estaba ruborizado. Ya no sabía era si era por la pena, por la vergüenza, o por lo que estaba sintiendo mi estómago cuando aquel chico me estaba viendo de arriba abajo con una sonrisa alejando sus manos de mis hombros. Miré a los alumnos, chicas y chicos me miraban sorprendido. Si, entendía por qué lo hacían.

—Lo siento, lo siento, lo siento —contestó el profesor haciendo una reverencia hacía a mí, tragué saliva apenado—, por favor, no hable mal de mí de su hermano, de su familia, por favor se lo pido.

Tragué saliva. Había escuchado que las personas que se arrodillaban como hacía el profesor era porqué de verdad estaban arrepentido. Arthit estaba negando con la cabeza cruzados de brazos, mientras que Samantha no me miraba a mí, sino al compañero que estaba de al frente mío, veía aquel brillo en sus ojos. ¿Había acaso… visto todo aquello? ¿Cuándo me sujetó entre sus brazos? Diablos, de verdad que mi mundo se había detenido porqué no me había fijado en las personas que estaban en este lugar.

—Está… Está bien profesor, sé que no fue su culpa, hablaré con mi hermano en que no le haga más bromas pesadas —sonreí débil, llevando mi mano a mi pecho. El profesor se levantó. Entendía su pena, así que no me preocupaba.

—Samantha, creo que es hora que te vayas a tú salón—respondió Arthit. Lo miré frunciendo el ceño—¸ de ahora en adelante, me haré cargo yo.

—Mira, te haré caso porqué realmente quiero shipearlos—observé al contrario que me miraba confundido también—¸ pero te lo advierto, si le haces daño, te la verás conmigo.

—Uy, que miedo—replicó Arthit rodeando los ojos.

—¡Ya basta! —el profesor enderezó su espalda, recogiendo su carpeta al suelo—, muchas gracias Sammy. Puedes irte a tú salón. Tú, Arthit ve a sentarte—él asintió dejándome. Lo miré cuando se sentó en su asiento, el me sonreía—, querido… niño—salí de mis pensamientos cuando escuché su voz, observé sus ojos verdes—, ¿será que puedes presentarte?

—Está bien…—suspiré suavemente, viendo al frente, algunos traían uniformes—la mayoría—, otros no. No soportaba las miradas en mí, pero por alguna razón, sólo me enfoqué en la de Arthit—, me llamo Mork. Mork Sang. Hermano gemelo de Mikla Sang. Por favor trátenme bien, que yo haré todo lo posible para llevarme bien con ustedes. ¡Gracias!

—De acuerdo, muchas gracias querido Mork. Y de verdad, discúlpame con lo que ha pasado hace momento. No era mi intención… hacerte pasar un mal rato.

—No se preocupe, profesor. Entiendo…—asentí con la cabeza tomando ambas manos para hacer una reverencia después de una forma de saludo.

—¡Me ha perdonado, pero que emoción más grande! —sonrió contento, dando palmadas en mi hombro—, bien pasa, siéntate en tu asiento que es hora de comenzar la clase. Si tienes alguna duda o algo, no se te olvide levantar la mano, o preguntarle a algún compañero después cuando se termine la clase. ¿Vale?

—Vale.

Asentí manteniendo mi sonrisa en mi rostro. Me alejé de él un poco girándome al frente, viendo los pupitres vacíos. No había muchos, solo había uno en la esquina derecha que no tenía ventana, y el otro estaba ubicado en la izquierda, dónde el grupo de Arthit estaba escribiendo lo que anotaba el profesor en el pizarrón.

Mi corazón se ponía nervioso cada vez que daba un paso adelante caminando por el pequeño pasillo que dejaba ese mar de pupitres, ya que había tomado una decisión: Iba a tomar el asiento que estaba cerca de Arthit. Y no porqué quería estar a su lado, o porqué quería seguir viendo sus ojos, no. Era porqué de verdad me gustaba que estaba cerca de una ventana que daba la vista al patio trasero de la universidad. Una vez que llegué ahí, dejé mi bolso cerca de mies. Me agaché un poco para abrir este, sacando mi cuaderno junto a mi lápiz. Abrí los ojos cuando no había encontrado uno.

—Maldición, dime que no soy tan despistado en haber dejado mi lápiz.

Comenté en voz baja, rebuscando entre mis cosas, pero no había rastro de alguno. Me quejé conmigo mismo, viendo al chico que estaba al frente de mí. ¿Será que le pido uno prestado?, no, no, se puede burlar de mí por ser tan estúpido o mucho peor, puede decirlo frente a toda la clase para que se rían como paso anteriormente… ¡Mala idea!; giré mi cabeza hacía dónde estaba Arthit. Él estaba hablando en voz baja con sus compañeros mientras el profesor dictaba la clase. Mi corazón empezó a latir furiosamente ¿Y si se lo pido? ¿Será que me puede prestar uno? Genial, mi primer día de clases y se me olvida el lápiz. Oi, ¿por qué soy tan estúpido? Concéntrate, Mork. ¿Será que le pregunto? Me abrazó… Me preguntó si estaba bien… Dudo que se burle de mí si le pregunto.  No, no, mejor déjame checar si lo tengo escondido.

Menee mi cabeza de un lado a otro.  Volví de nuevo hacía el bolso buscando en él, esperando alguna señal de encontrar dicho objeto, pero me enfurecí conmigo mismo por no haberlo encontrado. El profesor dejó de escribir en el pizarrón para poder hablar.

—Buenos días—sonrió—, mi nombre es Kris. Kris Pretagoch, y seré su profesor de inglés. Ya muchos me conocen porqué a parte de inglés, doy otra materia en un semestre más adelantado así que si les caigo bien, podemos ser amigos hasta el final de su carrera —se encogió de hombros—, hoy comenzaremos la lección del verbo ‘to be’, que es lo mejor para iniciar un semestre. Si tienen una duda o algo, por favor, no duden en levantar la mano. Que tenemos dos horas de clases, y no me pagan por no reprobarlos como algunos acá presentes.

Se echaron a reír. Yo aún seguía con mi problema mental del lápiz. ¿Qué se suponía que debía de hacer? ¿Por qué todo estaba saliendo mal en el primer día? Maldije en mi interior sintiendo ganas de llorar, sintiendo como mi pecho se inflaba. No, otra vez no. Tenía que controlar mi ansiedad, no quería llegar a ese punto de que mi respiración se aceleraba rápidamente, llenando los pulmones.

—¿Necesitas uno?

Me giré rápidamente cuando escuché aquella voz. Su cabello largo le hacía lucir aquellos ojos, una sonrisa de oreja a oreja mostraba en su boca haciendo que mi corazón latiera con ferocidad como nunca lo había hecho. ¿Por qué latía? ¿Por qué no dejaba de verlo? ¿de verdad podía gustarme alguien que ni si quiera sabía quién era? Miré el lápiz que tenía en sus dedos, poniéndome rojo como un tomate.

—Y-yo…—balbucee. Arthit se rio.

—Siempre vengo precavido, porque soy demasiado estúpido, y pierdo los lápices como si fueran metras —admitió él, mi cuerpo estaba temblando—, tómalo. No me molesta, si te lo estoy ofreciendo es por algo. ¿No?

Asentí con la cabeza. Pero no era por eso que me veía un gran estúpido frente a él, mi cuerpo estaba temblando como un niño pequeño cuando lo asustan por primera vez, era increíble lo que él estaba, frente de mí podría ocasionar.

Le devolví la sonrisa firmemente, tomando su lápiz con decisión firme. Por primera vez en mi vida, quería estar seguro de mis decisiones, quería estar seguro de lo que podía decir o opinar. Quería tener el control de mis pensamientos, sin importar lo que decía o podían decir los demás. Dejé el lápiz cuando tomé mi cuaderno viendo como el profesor empezaba a dar sus primeras observaciones de la clase.

—¿Sabes? —Lo miré de reojo, sentía como mis mejillas se enrojecían. Mi cuerpo estaba teniendo una extraña reacción que jamás había sentido, lo tendría que averiguar más tarde—, es cierto que repetí esta materia, pero no porqué sea un tonto porqué si sé hablar inglés. Simplemente… decidí hacerlo porque no estaba listo para pasar al inglés dos.

—¿Cómo sabes cuándo estás listo para hacer algo? —pregunté curioso. Arthit frunció el ceño—, lo pregunto porqué yo siempre tomo las decisiones sin pensarlo… mucho.

—Yo también lo hago, pero a veces te sientes inseguros cuando llevas una vida muy difícil, con una presión totalmente sobre tus hombros que no te deja seguir avanzando—lo miré a sus ojos, el me sonrió suavemente—, pero no te preocupes. No es como si ya no lo supiera.

—Lo siento mucho —admití algo avergonzado—, es mi primera vez en un centro estudiantil. Soy una persona tímida que sólo se acopla a las… acciones de los demás. A veces, suelo caer mal hasta a mis propios padres por eso.

—¿No tienes… amigos? —me preguntó con cuidado, negué con la cabeza—, vaya… ¿entonces soy tú primer amigo que haces?

—¿Somos amigos? —abrí los ojos, el trató de no reírse por el miedo que el profesor lo echara de clases, algo en mi interior estaba acostumbrado que eso le pasara.

—No. No somos amigos, es imposible que seamos amigos en un momento a otro, eso solo pasa en los cuentos de hadas —explicó Arthit jugando con su lápiz, miré al profesor de vez en cuando, mientras suspiraba—, pero me agradas.

Mi corazón comenzó a moverse rápidamente. ¿En serio había escuchado bien? ¿Había dicho que le agradaba? Sonreí emocionado, por alguna razón, mi cuerpo estaba contento a lo que había dicho, y, por lo tanto, yo también. Me sonrojé tragando saliva, deteniendo lo que estaba escribiendo.

—Tú también me agradas.

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