Capitulo 59

El zumbido agudo de las ruedas de las camillas contra el suelo encerado era lo único que se oía entre el caos. El ambiente del hospital estaba cargado con el olor a desinfectante, metal y miedo. Las luces blancas del pasillo, frías e impasibles, bañaban los rostros pálidos y tensos del personal médico que corría de un lado a otro con precisión quirúrgica, pero con la angustia bailando en sus pupilas.

—¡Llévenlo al quirófano uno, ya! ¡Está perdiendo mucha sangre! —gritó uno de los doctores, con guantes manchados y el ceño fruncido mientras sujetaba la camilla donde yacía Alan, inconsciente, cubierto por sábanas empapadas en rojo oscuro. Un reguero carmesí quedaba a su paso como una estela de tragedia.

—¡Y a ella, a la sala de trauma leve! ¡La herida del brazo necesita limpieza inmediata!

Nelly fue arrastrada en una silla de ruedas, los pies desnudos temblando, la bata médica mal cerrada dejando al descubierto la piel salpicada de sangre. Su respiración era entrecortada, su pecho subía
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