Un acuerdo salomónico

La noticia del nacimiento de la hija de Antonella, llega a los oídos de Albert de boca de Blas.

—Me alegra mucho por ella.

—Sí, mi geme está realmente feliz.

—¿Es niño o niña?

—Niña y se llama Isabella como su abuela.

Albert siente una emoción inexplicable: una mezcla de ternura y paz que lo envuelve, dos cosas que llevaba varios meses sin experimentar.

—Qué bueno, por lo menos ella podrá tenerla a su lado.

Blas lo mira compasivo “si él supiera toda la verdad, si Albert supiera que aquella niña es su hija”, piensa.

Mas, aquel secreto no le pertenece, por lo que debe guardar silencio.

—Necesito que me contactes a un buen abogado —ordena.

—Sí, señor. ¿En qué especialidad lo necesita? —Blas pregunta, suponiendo que es para algo relacionado con el caso de su hermano.

—Voy a luchar por la custodia de mis hijos. —afirma con severidad, lo cual despierta las dudas en su asistente ¿Habría descubierto la verdad del falso embarazo?

—¿Ocurrió algo?

—Sí, mi ex mujer me den
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