—¿Qué dices? —pregunta aturdido. —Es ella, mi Marta iba en ese avión. —dice con voz temblorosa y se quiebra. Minutos atrás, justo cuando Ofelia iba a contarle a los niños aquella media verdad, es interrumpida por su marido. —¡Ofelia! —dice recostándose en el marco de la puerta, con el rostro pálido. —Sí, Luis, dime. —pregunta confundida. —Ven, por favor. Tengo, tengo algo que decirte. —Aquella actitud es muy rara, por lo que Ofelia se levanta de la cama y antes de salir le dice a sus nietos:—Ya regreso, coman sus galletas y su helado.Visiblemente preocupada, la mujer sale de la habitación y se dirige al dormitorio de al lado. —¿Qué ocurre Luis? —pregunta. —Cierra la puerta, por favor. No quiero que los niños oigan lo que debo decirte. —Me estás asustando, por Dios —entre junta la puerta y se acerca. —¡Es Marta! —exclama en voz baja. —Termina de decirme que pasa con mi hija. —El avión donde iba —los ojos de Luis, se llenan de lágrimas, se quita los anteojos y
Mientras la avioneta despega, Albert piensa sobre todo lo que ha pasado en su vida todos estos años. Mira a sus dos hijos, en silencio. Ellos son su razón para continuar, su razón de vivir a pesar de todos errores cometidos y de cada uno de los momentos difíciles que ha logrado sortear. —¿Papá, veremos a nuestra abuela Bernardette? —pregunta con curiosidad, la pequeña Shirley. —Sí, mi amor. Conocerán a su abuela en persona. Pero deben saber que ella está un poco enferma y tenemos que ser respetuosos y cariñosos a pesar de como actúe. —No quería dejar a los abuelos, papá —interviene Sam. —Podrás verlos cuando quieras y cuando ellos lo deseen, Sam. A veces la vida tiene nuevas oportunidades y hay que aprovecharlas. —No quiero nuevas oportunidades, quiero a mamá, vivir en nuestra casa, visitar a los abuelos, eso quiero —responde con un tono algo retador. —Mi madre me necesita, y ustedes me necesitan también. Sólo serán algunos días y volveremos a Madrid, a nuestra casa, pero
—¡Hijo! —murmura.—¡Mamá! —Albert se arrodilla frente a su madre y rodea su cintura con sus brazos refugiándose en su regazo. —¡Viniste, Albert, viniste a verme! —A pesar de sus episodios de pérdida de memoria, Bernardette aún conserva vivo, el recuerdo de su hijo. La emoción de madre e hijo es única y especial. Dicen que el corazón también tiene memoria y ambos acaban de confirmarlo. —Mamá, quiero que conozcas a tus nietos, han venido conmigo hoy. —¿Tus hijos? ¿Ya tienes hijos? —Aquella pregunta los devuelve de forma instantánea a la realidad. —Sí, Sam y Shirley. —contesta en tono dulce para no aturdir la frágil memoria de su madre.—¿Cuándo te casaste con Eva? —interroga. —No, mamá, no me casé con Eva, me casé con Marta. —responde con afán. La mujer frunce el entrecejo. —¡Ah, Marta! Sí, la recuerdo. —Su expresión denota la incomodidad con la decisión de su hijo— No debiste casarte con ella, nunca me pareció una buena mujer. —agrega. —Mamá, Marta es la madre de mi
Al salir de la mansión, Bernardette contempla el hermoso jardín que François mandó a construir para ella. Aquel lugar le genera calma, escuchar el canto de los pájaros y el murmullo del viento entre las hojas del olivo, la regresan a esos instantes de felicidad junto a su marido. Un año antes de su partida, François le anuncia a Bernardette sobre una sorpresa que ha preparado para ella… ***—Es una sorpresa, sólo podrás abrir los ojos cuando cuente hasta tres. —dijo mientras le cubría con sus manos los ojos y la guiaba hacia la entrada principal. —¿Qué haces, a dónde me llevas? —preguntó con curiosidad y emoción.—Es una sorpresa —respondió él, con una sonrisa traviesa— Uno, dos y… tres.Bernardette abrió los ojos lentamente, y lo que vio la dejó atónita. La belleza de aquel lugar la deslumbró: jardineras construidas con ladrillos, llenas de diversas especies de plantas que florecían con colores vibrantes. Entre ellas, una hilera de rosas rojas, sus favoritas, se alzaba orgul
El silencio de Eva es perturbador para Albert. Diez años atrás… Luego de iniciar su romance con Marta, Albert tomó la decisión de reconciliarse con su pasado, quería ver a su madre y abrazarla, ponerle fin a sus traumas de infancia, de una madre ausente que no pudo ver durante doce años, en los cuales su padre le impidió hacerlo. Esa noche, Bernardette preparó una cena especial para agasajar a su hijo, dándole así una especie de bienvenida. Entre algunos de los invitados más allegados a la familia de François, estaba Eva, su ahijada. La hermosa chica deslumbró desde el primer instante a Albert, con un estilo refinado y seductor, no fue difícil para él sentir admiración por ella y aupado por su propia madre, a pesar de su compromiso con Marta, se dejó envolver en aquella situación. Mientras el resto de los invitados se encontraban en la sala principal compartiendo una botella de buen vino francés, Albert en un momento, recibió una llamada de Marta, por lo que salió de la mansió
Albert no puede evitar sentirse ansioso al saber que Eva se quedará esa noche en la mansión. Tampoco puede negar que ella le sigue pareciendo tan atractiva como cuando la conoció, ni fingir que no recuerda aquella noche. Mucho menos ahora que sospecha que Ralph puede ser su hijo. Sin embargo, la tentación permanece allí latente. Durante la cena cruzan miradas, miradas que esparcen cierto aire de complicidad y a la vez de deseo. Bernardette, quien se encuentra bastante estable luego del episodio que tuvo esa misma mañana, comparte con ellos un rato. Ver a su madre lúcida le devuelve a Albert un poco de calma en medio de su caos emocional. Después de cenar, Albert sube con sus para llevarlos hasta sus habitación. Sam y Shirley estaban exhaustos del viaje y de su divertida tarde. Ver que la actitud pesimista de Sam cambió de inmediato con la presencia de los chicos, le suma mayor tranquilidad al CEO. Luego de abrigarlos, Albert baja por un poco de agua. En la estancia de la sala pr
Por algunos segundos, Albert se deja llevar por el deseo arrollador de Eva. Sin embargo, aunque como hombre la desea, algo dentro de él, lo hace detenerse y desistir de aquella loca idea. Como si el universo estuviese confabulando a su favor, Albert escucha el llanto de Shirley y se aparta de la sensual mujer.—¡Es mi hija! —exclama aturdido, rápidamente sale de la habitación en busca de su hija. Al salir de la recámara, ve a su pequeña hija de pie y en medio del pasillo, frotando sus ojitos con sus manitas.—Shirley —Albert, corre hacia ella, la levanta de un sólo movimiento y la toma entre sus brazos—. ¿Qué te ocurre, mi princesa? —pregunta visiblemente nervioso y angustiado— ¿Por qué lloras? ¿Te lastimaste? —Le revisa el rostro y sus frágiles manos. —Mi mamá no va a regresar nunca, no volveré a verla —solloza con voz entrecortada. Albert siente que su corazón se rompe al escuchar aquellas palabras.—Cariño, mamá siempre estará contigo. En el lugar donde estés, ella cuidar
Albert sale de su habitación topándose de frente y en medio del pasillo con Eva. —Albert ¿Podemos hablar?—dice interponiéndose en su camino—. Sé que el comportamiento de Sáhara fue cruel, pero… —Antes de que ella termine de ‘disculparse’ Albert la interrumpe.—No te preocupes, Eva. —responde, agitado mientras la sostiene de los brazos— Sólo son cosas de niños ¿Vale?—¿Qué te sucede? Te ves nervioso. ¿A dónde vas? —pregunta al ver que él trata de echarla a un lado. —Debo volver a Madrid —asevera— Se me presentó una emergencia y necesito resolver lo de mis hijos. —¿Te los llevarás? —cuestiona. —No lo sé, no tengo muchas opciones. No puedo dejar a Briggitte a cargo de nuestra madre y aparte con la responsabilidad de tener que hacerse cargo de Sam y Shirley. Tendré que llevarlos conmigo. Aquella situación es una puerta que se abre frente a ella, es el momento perfecto para acercarse inteligentemente a él y a sus hijos. —Yo puedo cuidarlos, si quieres. —propone. —¿Tú? ¿Pero