Tal vez...

—¡Hijo! —murmura.

—¡Mamá! —Albert se arrodilla frente a su madre y rodea su cintura con sus brazos refugiándose en su regazo.

—¡Viniste, Albert, viniste a verme! —A pesar de sus episodios de pérdida de memoria, Bernardette aún conserva vivo, el recuerdo de su hijo.

La emoción de madre e hijo es única y especial.

Dicen que el corazón también tiene memoria y ambos acaban de confirmarlo.

—Mamá, quiero que conozcas a tus nietos, han venido conmigo hoy.

—¿Tus hijos? ¿Ya tienes hijos? —Aquella pregunta los devuelve de forma instantánea a la realidad.

—Sí, Sam y Shirley. —contesta en tono dulce para no aturdir la frágil memoria de su madre.

—¿Cuándo te casaste con Eva? —interroga.

—No, mamá, no me casé con Eva, me casé con Marta. —responde con afán. La mujer frunce el entrecejo.

—¡Ah, Marta! Sí, la recuerdo. —Su expresión denota la incomodidad con la decisión de su hijo— No debiste casarte con ella, nunca me pareció una buena mujer. —agrega.

—Mamá, Marta es la madre de mi
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