Durante un par de horas, Antonella permanece en la habitación de su madre, hasta que finalmente el cansancio emocional la obliga a dormir. Los golpes en la puerta, la despiertan, mira su reloj, tres de la mañana. Aún con dudas se levanta de la cama y va hasta la sala, ya no escucha los golpes en la puerta, se dispone a regresar cuando vuelven a tocar. Abre la puerta y encuentra a su amigo, parado frente a ella con una expresión de derrota y tristeza en su rostro. —¡Blas! ¿Qué te ha pasado? Entra por Dios.—Geme, es la peor noche de mi vida. —murmura mientras toma asiento en el sofá de dos puestos. —¿Pero qué ha pasado? —pregunta la pelirrubia, él le hace un espacio y ella se sienta junto a él. —El padre de Marcos, me ha tratado como a la peor persona del mundo. —¿Qué dices? ¿Y Marcos? ¿Dónde está? —Se quedó en su lujosísima mansión con sus padres. —No entiendo, Blas. Cuéntame qué fue lo que ocurrió. Blas limpia la cuenca de sus ojos y relata con lujo de detalles lo oc
Blas toma su equipaje.—Bien es hora de regresar. —¿Esperas por él, verdad? —¡No! Sabía que esto iba a pasar, él simplemente no me ama como yo a él. Y con respecto a Albert Miller, me va a escuchar, si piensa que estás sola se equivoca. —No, Blas. No voy a permitir que te metas en problemas por mi culpa. Te prohíbo que te metas en esto. ¿Me oyes? El moreno exhala un suspiro, aunque le debía lealtad a su amiga, necesitaba de aquel empleo, ahora mucho más que está decidido a convertirse en un gran empresario. —Está bien, no le diré nada. Pero si me hace enojar no dudaré en darle su merecido. —Prométeme que no le dirás nada, Blas. —Como quieras, geme. No le diré nada. Antonella acompaña lo hasta la puerta. El coche se detiene frente a la modesta casa.—Nos vemos pronto ¿vale? —Blas le da un fuerte abrazo. —Sí, eso espero. Avísame cuando llegues.—Cuídate geme —El moreno sube al coche y ella lo ve partir. Dando pasos pesados Antonella entra a su casa. Va hasta la ha
Escuchar aquella historia tan hermosa, sobre el amor que su madre y aquel hombre vivieron, sorprende a Antonella de tal forma, que su interés por hablar con Mauro Moretti, aumenta.—Bien, te llevaré a tu casa.—No, aguarda. Quiero ir a hablar con él. —¿Estás segura? No es un hombre fácil de tratar —advierte Fabiano. —Tengo curiosidad de conocerlo, de saber cuanto amó a mi madre. Quizás no sabe que murió, quizás aún la ama. —Vamos Antonella, eso ocurrió hace treinta años, ni siquiera debe recordarla. —Eso sólo lo sabré si él me lo dice. —insiste —Mauro Moretti es un hombre casado, y también tiene un hijo. Son los dueños de una de las empresas más grandes del país. —¿Me llevarás o no? —Le pregunta con determinación. —Sí, te llevaré. —dice rodando los ojos.— Eres tan terca como tu madre. —Algo debo haber heredado. —¿Por cierto, qué harás con la casa? ¿Regresarás a Madrid con tu prometido, imagino?—Aún no sé, y con respecto a mi prometido, no estamos tan bien —admite
Fabiano estaciona el coche frente a la lujosa mansión de los Moretti. —¡Es allí donde vive Mauro Moretti! —señala hacia el ostentoso lugar.Antonella mira con asombro lo majestuoso de aquella arquitectura vanguardista. La fachada de la imponente mansión fusiona la modernidad y elegancia, con un diseño geométrico que desafía lo convencional. Decorada con grandes ventanales de vidrio panorámico que se extienden desde el suelo hasta el techo y enmarcados con metal negro mate, dan ese toque contemporáneo a la fachada.El acceso principal está marcado por una puerta de entrada de madera maciza, con un estilo minimalista. A ambos lados de la entrada, se encuentra un extenso jardín meticulosamente cuidado y en la parte superior de la mansión, un techo plano que se extiende como una terraza, adornado con un jardín vertical que añade un toque de verdor y frescura al diseño. —¡Vamos! —insta a Fabiano, mientras sujeta la manilla de la puerta.—¿No desistirás verdad? —cuestiona él y ella r
Luego de desempacar y poner al día a su amiga, Blas se recuesta y se queda profundamente dormido, mientras Antonella intenta comunicarse con él. —¿Por qué no respondes Blas? —La impaciencia de la pelirrubia es cada vez mayor.Enciende el viejo televisor que su madre tiene en la sala para ver las noticias. Sin embargo, son pocos canales que logra sintonizar en el aparato. —¡Pero que tonta soy, en vez de buscar por las redes! —exclama. Su móvil casi descargado, no le permite accesar rápidamente a la red, por lo que se asegura de cerrar bien la puerta e ir hasta su dormitorio. Conecta el cargador, se sienta en la orilla de la cama y comienza a buscar la información. Rápidamente encuentra la noticia en la prensa digital, las imágenes de como quedó el auto son nefastas, es posible que aquel hombre no sobreviviera, sin embargo no encuentra una foto que logre sacarla de la duda. Desde su intergram, busca el perfil del hijo del multimillonario, más de diez perfiles con el mismo nom
Mauro Moretti entra al hospital, topándose con el médico que acaba de atender a su hijo. —¿Doctor, cómo está mi hijo? —pregunta con voz temblorosa. —Lo siento, Sr Moretti. —Baja la mirada— Su hijo murió.Como un puñal que se clava en un costado, Mauro recibe aquella noticia. Claudia queda paralizada, en shock, sin decir ni una palabra. —¿Qué está diciendo? Mi hijo no puede estar muerto. —Las lágrimas recorren su rostro y una oleada de arrepentimiento lo arrastra, no puede creer que la vida no le haya permitido disculparse con él y decirle que lo amaba, que lo amaba a pesar de que fuera diferente a él, sensible y dispuesto a luchar por el amor de la persona a quien quería. —Hicimos lo que pudimos, pero sufrió un infarto. En verdad lamento su muerte. Mauro abraza a su esposa y por segunda vez, sienten algo especial –aunque doloroso– que los une. Aquella información pronto se expande en todos los medios de comunicación, llegando a los oídos de Antonella, quien finalmente log
Antonella despierta, aún somnolienta se sienta en la cama, bosteza y frota sus ojos, toma su móvil esperando tener respuestas de alguno de sus amigos, pero se llena de ansiedad al ver que no hay señales de ninguno de ellos. Mira la hora, ya es media mañana. Se le había hecho tarde, tenía tantas cosas por hacer y producto del agotamiento emocional terminó quedándose dormida. El sonido de la bocina de un coche frente a su casa, le recuerda que Fabiano se comprometió a buscarla para llevarla esa mañana a hacer las diligencias pendientes. —¡Joder! —exclama, se levanta de la cama con el móvil en la mano para salir y disculparse con él. Justo en ese momento, recibe un mensaje en su móvil, es de Fabiano, quién le dice que debe darse prisa. Le contesta con un “Ya salgo”, deja el móvil en la mesa y corre al baño para asearse. En tanto, en la oficina y luego de revisar varios archivos, Blas logra encontrar el documento que su jefe le ordenó llevarle esa mañana. —Tenga Sr Miller, aqu
—Sabes, era él —dice con pesar. —¿Quién, no entiendo? —pregunta Fabiano, algo confundido. —Marcos, mi amigo. —contesta entre suspiros.— No puedo creer lo pequeño que es el mundo. —Lo siento, debías quererlo mucho. —La verdad, hablé pocas veces con él… —Hace una pausa y piensa en lo inadecuado que puede ser, mencionar que era la ex pareja de su mejor amigo— Era amigo de mi mejor amigo, y ahora resultó ser el hijo del gran amor de mi madre. —Mucha coincidencia en verdad. Siempre se rumoreó que era algo raro, ¿me entiendes? —¿Y qué con eso? Era un excelente ser humano. Cambió su bolero para permitir que llegara en el peor momento de mi madre. Nunca tendré como agradecerle eso que hizo. Fabiano guarda silencio, su opinión al respecto, resultaba innecesaria. —¿Y bien, a donde necesitas que te lleve ahora? —Creo que a casa, aunque me gustaría ir al hospital, no serviría mucho que vaya, ninguno de ellos me conoce. —afirma y Fabiano asiente. —¿Almorzamos juntos? —invita es