El amor no se compra...

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Albert incorporándose del sofá.

Nerviosa, pero de forma muy inteligente y audaz, le responde:

—Sólo vine a ver si estabas dormido.

—¿Qué hacías con mi teléfono en la mano? —cuestiona.

—Nada —responde con firmeza— Veía la hora para verificar que aún no le corresponde el tratamiento a Sam.

—Se lo di antes de dormirme —dice achicando los ojos.

—Vale, entonces me iré a descansar. —contesta. Ya tenía en sus manos lo que necesitaba para enfrentar y detener a la mujer que intentaba meterse en su camino.

Marta se dispone a salir cuando Albert le comenta:

—En dos días volveremos a Madrid. —Ella se detiene y se gira hacia él.

—¿Alguna razón en especial? —pregunta ella con cierta suspicacia.

—Debo trabajar. ¿No?

—Eres el dueño de la empresa, tu asistente podría encargarse.

—No, en estos momentos está de duelo. Viajó a Nápoles por la muerte de su madre —responde de forma displicente, sin dejar de pensar en que Antonella debe estar consolándose en
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