Una señal del destino

Blas toma su equipaje.

—Bien es hora de regresar.

—¿Esperas por él, verdad?

—¡No! Sabía que esto iba a pasar, él simplemente no me ama como yo a él. Y con respecto a Albert Miller, me va a escuchar, si piensa que estás sola se equivoca.

—No, Blas. No voy a permitir que te metas en problemas por mi culpa. Te prohíbo que te metas en esto. ¿Me oyes?

El moreno exhala un suspiro, aunque le debía lealtad a su amiga, necesitaba de aquel empleo, ahora mucho más que está decidido a convertirse en un gran empresario.

—Está bien, no le diré nada. Pero si me hace enojar no dudaré en darle su merecido.

—Prométeme que no le dirás nada, Blas.

—Como quieras, geme. No le diré nada.

Antonella acompaña lo hasta la puerta. El coche se detiene frente a la modesta casa.

—Nos vemos pronto ¿vale? —Blas le da un fuerte abrazo.

—Sí, eso espero. Avísame cuando llegues.

—Cuídate geme —El moreno sube al coche y ella lo ve partir.

Dando pasos pesados Antonella entra a su casa. Va hasta la ha
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