Antonella atiende rápidamente, aquel número telefónico pertenece a la empresa. —¿Sí? —Su voz, es trémula. —Geme, soy yo, geme —Blas, responde.—¡Blas! —exclama emocionada— Al fin puedo oírte. —Perdí mi teléfono en el taxi y no he logrado recuperarlo. —dice y se quiebra.— Geme, lo perdí, perdí a Marcos.—No, no, Blas. Marcos está vivo. —¿Qué dices? No puedes hacerme esto, geme. No puedes engañarle, lo sé todo. —Blas estoy hablando en serio. Jamás te mentiría con algo como eso. —Yo vi las noticias y vi el accidente. Vi cuando lo metieron a la ambulancia con el rostro cubierto. —Debió ser el hombre que iba en el otro coche y sí, lo dijeron en todos lados que Marcos estaba muerto, pero ocurrió un milagro, está vivo. —¿Lo viste? ¿Pudiste hablar con él? —interroga manteniéndose incrédulo. —No pude verlo, su madre me corrió del hospital. No entiendo por qué odia tanto.—Es obvio, geme. Eres mi amiga. Es a mí a quien no quieren en sus vidas. —responde con frustración —¿
—Hay algo que debes saber, Anto. —El tono de voz de Blas es seco.—Dime de qué se trata, Blas. ¿Qué es eso que debo saber? —cuestiona.—Antes de morir, Isabella me contó sobre su pasado y… —Blas respira profundamente antes de decir aquello— Hubo alguien a quien tu madre amó hasta sus últimos días, un hombre que para ella fue su único y verdadero amor. —No te entiendo, de que hombre hablas.—De tu verdadero padre. —Blas, suelta sin más. —¿Qué dices? Eso es imposible, mi padre es Antonio Cerati —responde con desesperación.— Tienes que haber oído mal, Blas.—Anto te estoy diciendo lo que ella me dijo. Me pidió que en caso de que ella muriera y tú no te hubieses casado, te dijera la verdad. Tu padre es un multimillonario. —Es que eso no puede ser Blas. ¿Por qué mi madre me mentiría sobre ello? —No lo sé, Anto. No conozco las razones que tuvo para hacerlo, excepto que el hombre que creíste era tu padre, le prometió quererte y cuidarte como una hija.El dolor que la pelirrubia si
—Ya regreso, voy por los niños, creo que es hora de que se vayan a la cama. —Marta se levanta de su asiento. —Sí, es un poco tarde —dice mirando su reloj de pulsera. Tan pronto como Marta se dirige a la cocina, Albert comienza a sentirse ligeramente aturdido, y todo comienza a dar vueltas a su alrededor. Deja la copa sobre la mesa de centro, luego se reclina en el espaldar del sofá y bosteza. Marta regresa minutos después, ve que el somnífero ha causado un efecto inmediato en él. —Deja pedirle la bendición a papá —insiste la pequeña Shirley.—Papá está dormido, linda. Deja que descanse, vamos a tu habitación. —ordena. Sam quien viene a pocos pasos de ella, logra escabullirse e ir hacia la sala.—Papá, despierta —dice sacudiendo el hombro de Albert, quien abre los ojos lentamente— ¿Vienes a jugar conmigo a mi habitación? —¡Sam! —llama desde la escalera a su hijo— Deja a Albert descansar y ven ahora mismo a tu cuarto. —Pero mamá… —Obedece y sube. El chico no tiene m
Antonella cierra el computador, respira profundamente y limpia las lágrimas en sus ojos. Su decisión es irreversible. Tenía que ponerle punto y final a aquella absurda historia que desde el inicio comenzó mal. ¿Cómo podía Albert Miller ser un hombre tan falso? Se pregunta. La respuesta la encuentra en su propios labios, se hizo pasar por alguien que no era. Antonella siente su mundo deshacerse a pedazos, mientras elimina una a una las fotografías que recibió en su intergram luego de aceptar la solicitud de aquella mujer. Fotografías donde claramente Albert y su esposa estaban juntos, destruyendo cualquier posibilidad de reconciliación entre ellos. Si bien, le dolió verlo con su cuñada, algo dentro de ella le hacía dudar a ratos.Quizás, Raquel siempre estuvo enamorada de su cuñado, quizás fue ella quien lo besó y no él. Mas, al ver aquellas imágenes sexuales entre el hombre a quien amaba y su ex mujer, le queda claro que Albert Miller, es un mujeriego y que sólo se divirti
Finalmente, Blas decide levantarse de su silla e ir a la oficina de su jefe y notificarle acerca de la decisión de Antonella. Mientras se acerca a dicho lugar, alcanza a escuchar la voz fuerte de dos hombres quienes aparentemente están discutiendo. —Bien, no pienso discutir contigo sobre eso, Albert. Si estoy aquí, es porque también soy socio de esta empresa, no lo olvides.—¿Qué? Nunca has hecho nada para sacar la empresa a flote y justo ahora vienes a decirme que te interesa como van las finanzas —El CEO se mofa de su hermano. —Es diferente, ahora voy a tener un hijo y quiero asegurarme de que tenga todo lo que merece. —Claro tu hijo si importa, ¿Por qué no pensaste en los míos antes de acostarte con mi mujer? —esgrime.—Una mujer que no era feliz contigo y que tampoco le importó follar con tu propio hermano. —responde sin más.—Cállate, joder. —ordena apretando sus puños con fuerza, intentando controlar su ira. Aunque Albert quiere destrozarle la cara de un puñetazo a su
—¿Cómo supiste que mi her… que Marcos no volverá a caminar? —Antonella le pregunta a Fabiano, minutos antes de enviarle el mensaje a Blas.—La enfermera que contraté para las terapias de mi nonna, lo mencionó hoy en la mañana. —Dios, eso debe ser difícil para él. —Sí, igualmente para sus padres. Mauro Moretti siempre ha sido un hombre orgulloso y muy arrogante. Antonella permanece callada. Ella no lo percibió de esa manera cuando se topó con él en el hospital, al contrario pudo ver una tristeza profunda en sus ojos. —Necesito descansar, Fabiano. ¿Nos vemos mañana? —Se pone de pie. —Sí, entiendo. —Se levanta del sofá. —Te acompaño — Antonella lo lleva hasta la puerta.—Descansa —dice él, mientras besa escuetamente su frente. La pelirrubia entra a la casa, va hasta la cocina para servirse un vaso con agua. De pronto, siente un ligero vahído que la obliga a apoyarse de la mesa y tomar asiento. Respira profundamente, intentando recuperarse de aquel mareo, todo a su alreded
Al despertar, Antonella se levanta de la cama, va hasta el cesto de ropa y busca entre las prendas de vestir, el suéter que llevaba puesto aquella tarde en el hospital, revisa los bolsillos y encuentra la tarjeta que Mauro Moretti, le entregó. Toma su celular, le marca. Aguarda a que este le conteste. Finalmente escucha al otro lado de su teléfono, la voz grave y seca de Mauro. —Sr Moretti, le habla Antonella, ¿Cuándo podemos conversar? —¿Quién? —pregunta con displicencia. —Antonella Cerati, señor. —Disculpe, por ahora no tengo tiempo, puede reunirme con usted el martes, si le interesa aún que conversemos sobre ese asunto. Si desea estaré en mi oficina a las 10:00 de la mañana. La pelirrubia exhala un suspiro, sin embargo no tiene de donde escoger, por lo que acuerda reunirse en el lugar y la hora indicada por Mauro. —¿Con quién hablabas? —Claudia pregunta de forma capciosa. Para una mujer que lleva treinta años conviviendo con el mismo hombre, le es muy fácil notar el m
Luego de dejar a Blas frente al edificio, Albert conduce hasta la mansión. Las palabras de su empleado habían calado muy dentro de él, haciéndolo reflexionar sobre su vida y las decisiones que había tomado desde que decidió casarse con Marta para evitar repetir la historia de sus padres. Veintidós años atrás… —Responde Albert, con quién de nosotros quieres quedarte —interroga su padre.— ¿Te quedarás con tu madre o vendrás conmigo? El pequeño de ocho años, levanta el rostro y mira a su padre sin entender por qué debe elegir entre los dos seres que más ama. —Deja de presionarlo, mi hijo se queda conmigo —dice cubriéndolo con sus brazos. —¿Y qué piensas darle, eh? No tienes nada que ofrecerle, excepto vivir en el mismo pueblo de donde te saqué cuando nos casamos. —Luego toma lo toma del brazo apartándole de su madre— Tienes que decir, prefieres vivir con ella o irte a Madrid conmigo. Albert niega con su cabeza, mientras Robert lo observa con los brazos cruzados a la altura de