Antonella cierra el computador, respira profundamente y limpia las lágrimas en sus ojos. Su decisión es irreversible. Tenía que ponerle punto y final a aquella absurda historia que desde el inicio comenzó mal. ¿Cómo podía Albert Miller ser un hombre tan falso? Se pregunta. La respuesta la encuentra en su propios labios, se hizo pasar por alguien que no era. Antonella siente su mundo deshacerse a pedazos, mientras elimina una a una las fotografías que recibió en su intergram luego de aceptar la solicitud de aquella mujer. Fotografías donde claramente Albert y su esposa estaban juntos, destruyendo cualquier posibilidad de reconciliación entre ellos. Si bien, le dolió verlo con su cuñada, algo dentro de ella le hacía dudar a ratos.Quizás, Raquel siempre estuvo enamorada de su cuñado, quizás fue ella quien lo besó y no él. Mas, al ver aquellas imágenes sexuales entre el hombre a quien amaba y su ex mujer, le queda claro que Albert Miller, es un mujeriego y que sólo se divirti
Finalmente, Blas decide levantarse de su silla e ir a la oficina de su jefe y notificarle acerca de la decisión de Antonella. Mientras se acerca a dicho lugar, alcanza a escuchar la voz fuerte de dos hombres quienes aparentemente están discutiendo. —Bien, no pienso discutir contigo sobre eso, Albert. Si estoy aquí, es porque también soy socio de esta empresa, no lo olvides.—¿Qué? Nunca has hecho nada para sacar la empresa a flote y justo ahora vienes a decirme que te interesa como van las finanzas —El CEO se mofa de su hermano. —Es diferente, ahora voy a tener un hijo y quiero asegurarme de que tenga todo lo que merece. —Claro tu hijo si importa, ¿Por qué no pensaste en los míos antes de acostarte con mi mujer? —esgrime.—Una mujer que no era feliz contigo y que tampoco le importó follar con tu propio hermano. —responde sin más.—Cállate, joder. —ordena apretando sus puños con fuerza, intentando controlar su ira. Aunque Albert quiere destrozarle la cara de un puñetazo a su
—¿Cómo supiste que mi her… que Marcos no volverá a caminar? —Antonella le pregunta a Fabiano, minutos antes de enviarle el mensaje a Blas.—La enfermera que contraté para las terapias de mi nonna, lo mencionó hoy en la mañana. —Dios, eso debe ser difícil para él. —Sí, igualmente para sus padres. Mauro Moretti siempre ha sido un hombre orgulloso y muy arrogante. Antonella permanece callada. Ella no lo percibió de esa manera cuando se topó con él en el hospital, al contrario pudo ver una tristeza profunda en sus ojos. —Necesito descansar, Fabiano. ¿Nos vemos mañana? —Se pone de pie. —Sí, entiendo. —Se levanta del sofá. —Te acompaño — Antonella lo lleva hasta la puerta.—Descansa —dice él, mientras besa escuetamente su frente. La pelirrubia entra a la casa, va hasta la cocina para servirse un vaso con agua. De pronto, siente un ligero vahído que la obliga a apoyarse de la mesa y tomar asiento. Respira profundamente, intentando recuperarse de aquel mareo, todo a su alreded
Al despertar, Antonella se levanta de la cama, va hasta el cesto de ropa y busca entre las prendas de vestir, el suéter que llevaba puesto aquella tarde en el hospital, revisa los bolsillos y encuentra la tarjeta que Mauro Moretti, le entregó. Toma su celular, le marca. Aguarda a que este le conteste. Finalmente escucha al otro lado de su teléfono, la voz grave y seca de Mauro. —Sr Moretti, le habla Antonella, ¿Cuándo podemos conversar? —¿Quién? —pregunta con displicencia. —Antonella Cerati, señor. —Disculpe, por ahora no tengo tiempo, puede reunirme con usted el martes, si le interesa aún que conversemos sobre ese asunto. Si desea estaré en mi oficina a las 10:00 de la mañana. La pelirrubia exhala un suspiro, sin embargo no tiene de donde escoger, por lo que acuerda reunirse en el lugar y la hora indicada por Mauro. —¿Con quién hablabas? —Claudia pregunta de forma capciosa. Para una mujer que lleva treinta años conviviendo con el mismo hombre, le es muy fácil notar el m
Luego de dejar a Blas frente al edificio, Albert conduce hasta la mansión. Las palabras de su empleado habían calado muy dentro de él, haciéndolo reflexionar sobre su vida y las decisiones que había tomado desde que decidió casarse con Marta para evitar repetir la historia de sus padres. Veintidós años atrás… —Responde Albert, con quién de nosotros quieres quedarte —interroga su padre.— ¿Te quedarás con tu madre o vendrás conmigo? El pequeño de ocho años, levanta el rostro y mira a su padre sin entender por qué debe elegir entre los dos seres que más ama. —Deja de presionarlo, mi hijo se queda conmigo —dice cubriéndolo con sus brazos. —¿Y qué piensas darle, eh? No tienes nada que ofrecerle, excepto vivir en el mismo pueblo de donde te saqué cuando nos casamos. —Luego toma lo toma del brazo apartándole de su madre— Tienes que decir, prefieres vivir con ella o irte a Madrid conmigo. Albert niega con su cabeza, mientras Robert lo observa con los brazos cruzados a la altura de
La ansiedad e impaciencia de Antonella aumentan mientras ella aguarda una nueva llamada de Mauro Moretti. Aquellas palabras parecían sinceras, amaba realmente a su madre. —Llama por favor, llama —murmura, caminando de un lado a otro de la habitación. Su móvil suena y corre a atender la llamada; sin embargo, al oír la voz del otro lado, se desconcierta. —Dime Fabiano, ¿Qué ocurre? Es un poco tarde ¿no crees?—Lo sé, pero hoy te sentí un poco preocupada y quise saber si está todo bien.—Sí, lo estoy. Gracias por estar pendiente. —Puedo ir a verte, si quieres. —No es necesario, te dije que estoy bien. Justo en ese momento llega otra llamada. El número es desconocido, por lo que imagina se trata del multimillonario. —Debo atender una llamada, hablamos. Antonella recibe la segunda llamada, la voz de una mujer la deja perpleja. —Sé que has estado con mi marido, y sé que quieres separarlo de nuestros hijos, si tienes un poco de dignidad, aléjate de nuestra familia. Albert
El fin de semana transcurre con rapidez para Albert quien está enfocado en su trabajo y en sus hijos. La mañana del domingo viajan a Manresa para pasar el día de Reyes y luego, el día siguiente llevarlos a su control médico. El celebración de aquel día, los une como la familia. La conversación que tuvo con Marta, fue un punto de inflexión para él, lo cual le permitió poner algunos límites en su relación, y eso deja un poco más tranquilo. Al día siguiente llevan a los dos pequeños con el médico. —Felicidades Sr Miller, sus hijos están en perfectas condiciones. Shirley aceptó rápidamente el trasplante y el riñón de Sam, está trabajando muy bien. —Gracias doctor, la verdad es que el trabajo que realizaron usted y su equipo médico, fue admirable. —Nunca tuvimos tanto trabajo en un mismo día, pero nos satisface ver que Sam y Shirley están perfectamente bien. Ahora deben cuidar de su alimentación y en un mes le haremos un chequeo. Albert y Marta, sonríen de felicidad; el traspl
A pesar de que todo parece estar normal en la vida de Albert, el CEO no logra sacar de su mente a Antonella. Por más que lo intente, su recuerdo reaparece cuando menos lo espera. Blas entra a la oficina de su jefe, coloca las carpetas sobre el escritorio. —Sr Miller, sólo falta que firme estos dos documentos. —Gracias, Blas. —Albert toma una de las carpetas para revisar el documento. —Con su permiso, señor. —dice y se dispone a salir.—Aguarda, por favor. —Blas se detiene. —Sí, señor. Dígame. ¿Necesita algo más? Albert guarda silencio por unos segundos, cierra la carpeta y finalmente lanza aquella pregunta, que lleva días atragantándolo. —¿Cómo está ella? —¿Se refiere a Antonella? —pregunta y Albert asiente. —Bien, creo. Todas las noches conversamos por mensajes o video llamadas. —¿Te ha preguntado… por mí? Blas piensa algunos segundos antes de responderle:—No, señor, no ha preguntado. —suspira— La verdad es que la muerte de su madre, la ha cambiado mucho. —