3

*—Ryan:

Estar de nuevo en la ciudad que lo vio nacer a menudo lo llenaba de nostalgia. Boston, su antiguo hogar, seguía despertando recuerdos en él, aunque ya había construido la mayor parte de su vida en otro lugar. Ahora, su vida estaba en Nueva York, donde era presidente de una de las empresas del grupo familiar, y solo volvía a Boston en ocasiones especiales. Como ahora, cuando había venido por un motivo muy concreto: rescatar a su mejor amiga del caos emocional en el que se había sumido tras una ruptura. Pero no estaba allí para ser su niñera, o al menos eso se repetía a sí mismo.

Ryan frunció el ceño mientras miraba a Aimee, quien yacía en la cama de una pequeña habitación de hotel. Estaba completamente ebria, acurrucada en un ovillo y refunfuñando incoherencias. Él se sentó al borde de la cama y, con suavidad, apartó un mechón de su cabello castaño claro que cubría su rostro. A pesar de su estado, Aimee seguía viéndose hermosa, lo que le provocó una incomodidad repentina.

Frunció el ceño de nuevo, evaluando su atuendo. Llevaba una blusa de flores algo translúcida y una falda negra ajustada. No era un conjunto particularmente sexy, pero no era el estilo que Aimee solía usar. Aunque se veía inocente en ese momento, Ryan sabía que su amiga no lo era. No con un ex como Sebastián, quien seguramente había tenido mucha influencia sobre ella.

Con un suspiro frustrado, Ryan apartó su mano y la apretó en un puño. Odiaba que Aimee hubiera salido con alguien como Sebastián. Le había advertido en más de una ocasión, pero ella nunca le prestó atención. Respiró hondo, intentando calmarse, y luego se puso de pie para acomodarla en la cama.

Le quitó cuidadosamente las sandalias de tacón mientras pensaba en lo raro que era verla tan ebria. Aimee solía ser muy prudente con el alcohol; prefería dejar de beber antes de marearse. Verla así le resultaba tan extraño como sorprendente.

Una risa escapó de él al pensar en lo gracioso que sería contar esta historia en futuras salidas con amigos. Y por supuesto, necesitaba pruebas por si ella lo negaba después. Terminó de quitarle las sandalias, sacó su móvil de la chaqueta y activó la cámara para tomar una foto de Aimee en su estado lamentable. Justo cuando estaba por tomar una segunda, notó a través del lente cómo ella abría lentamente sus ojos verdosos y lo miraba fijamente.

Ryan apagó la cámara de inmediato y guardó el teléfono. Se quedaron unos segundos mirándose en silencio. Aimee, incluso borracha, seguía viéndose hermosa, algo que lo desconcertó aún más. Sacudió la cabeza, intentando disipar esos pensamientos, y sonrió.

—¡Vaya, vaya! ¡Mira quién está toda borracha! —se burló, intentando aliviar la tensión.

Ella no respondió, solo lo siguió mirando, lo que lo hizo sentir aún más incómodo.

—¿Necesitas ir al baño? —le preguntó, pensando que tal vez quería vomitar o refrescarse con una ducha. Quizá el alcohol la había dejado incapaz de hablar con claridad.

Aimee esbozó una sonrisa perezosa.

—Para serte sincera... lo único que quiero es cogerme a alguien —murmuró, y las cejas de Ryan se alzaron de golpe. Definitivamente, era el alcohol hablando. Aimee jamás era tan directa.

—Aimee… —intentó decir, pero fue interrumpido.

—No necesito un estúpido baño —replicó con una voz algo arrastrada. Ryan suspiró con resignación. Al parecer, su amiga no estaba dispuesta a abandonar la idea de acostarse con alguien esa noche.

—Estás diciendo tonterías —se rió él, moviendo la cabeza—. Vamos, vamos a ducharte, tal vez así se te pase la borrachera. Te duchas, te vas a dormir y en tus sueños puedes acostarte con un chico sexy, ¿qué te parece? —sugirió, tratando de mantener el ambiente ligero.

Aimee asintió lentamente, sentándose en la cama con dificultad. Luego, sin previo aviso, comenzó a despojarse de la blusa, tirando de ella por encima de su cabeza.

Ryan se quedó petrificado al ver cómo Aimee retiraba su blusa, revelando un sostén sin tirantes color carne. Sin poder evitarlo, su mirada se desvió hacia los pechos turgentes que rebasaban el sostén. Arqueó las cejas, sorprendido consigo mismo. ¿Estaba borracho también? ¿Era eso lo que lo hacía ver a su mejor amiga con otros ojos?

Justo en ese momento, observó cómo Aimee comenzaba a desabrochar el sostén. Cuando la prenda cayó, Ryan desvió la vista de inmediato, cubriéndose la boca con una mano.

¿Qué estaba haciendo Aimee? ¿Por qué se estaba desnudando delante de él de esa manera? ¿Era porque necesitaba un baño o qué diablos estaba pasando?

Volvió a mirarla lentamente y, de nuevo, sus ojos se posaron en su pecho desnudo. Eran hermosos, los pezones rosados y erectos parecían llamarle la atención, como si imploraran ser vistos. Eran tan llenos que dudaba que pudieran caber en sus manos. Tragó saliva, nervioso, pero frunció el ceño de inmediato.

No le gustaba en lo más mínimo tener esos pensamientos. Aquellos eran pensamientos que no debía permitirse.

Suspiró profundamente, intentando calmarse, pero no dijo nada, ni se apartó. Permaneció de pie junto a la cama, observando cómo su amiga continuaba despojándose de su ropa con una lentitud casi desafiante, como si lo estuviera invitando a unirse a ella. Aimee no se detuvo, y con movimientos seguros se quitó la falda, quedando solo en bragas.

Ryan mordió su labio inferior, sintiendo el sabor a hierro cuando un poco de sangre llegó a su boca. Maldición. ¿Por qué su cuerpo reaccionaba de esa forma? No era correcto, y menos con Aimee, su mejor amiga. No podía siquiera pensar en cruzar esa línea.

Dándose la vuelta de forma brusca, intentó calmarse.

—Ven, vamos a darte un baño, Aimee —dijo mientras caminaba hacia el cuarto de baño, pero se detuvo en seco cuando sintió los brazos de Aimee rodear su cintura desde atrás, presionándose contra él. Los pechos de su amiga se aplastaron contra su espalda, y Ryan contuvo un suspiro.

—Aimee... —murmuró su nombre con advertencia.

—Ryan —susurró ella suavemente, casi como una súplica.

Él tragó saliva y bajó la mirada hacia el suelo. Podía sentir el calor de su cuerpo a través del contacto, y por más que intentara no darle importancia, se sentía demasiado consciente de la situación. Aimee estaba borracha, y permitir que esto continuara solo terminaría mal. Si ella llegaba a recordar lo que había ocurrido, seguramente su amistad sufriría las consecuencias.

Pasó una mano por su cabeza, masajeándose las sienes en un intento desesperado por calmarse.

—Voy a prepararte el baño, así que espera aquí —dijo Ryan, intentando mantener el control de la situación.

Aimee había abrazado a Ryan muchas veces antes, pero nunca así. El hecho de que ahora estuviera prácticamente desnuda cambiaba todo. M*****a sea, Aimee se veía increíble sin ropa. Verla en bikini no se comparaba en lo más mínimo a esto.

Ryan negó con la cabeza. Aquellos pensamientos no tenían cabida aquí.

—Aimee —dijo, volviéndose hacia ella y rompiendo el contacto—. Voy a llenar la bañera para ti, como te gusta. Después te relajas y... —se detuvo al fijarse nuevamente en su cuerpo.

Sus ojos se abrieron, sorprendidos, al notar los labios entreabiertos de Aimee, como si le estuvieran invitando a besarlos. No solo eso, su mirada volvió a recorrer su cuerpo hasta detenerse en sus pechos. ¿Por qué demonios estaba deseando probar sus pezones? ¿Por qué quería descubrir qué había debajo de esa diminuta tanga negra?

Se llevó una mano a la cara, percatándose de que estaba sudando.

—Es el alcohol —murmuró para sí mismo, buscando una excusa para los pensamientos inapropiados que lo asaltaban. Tenía que ser el alcohol, no había otra explicación.

—Ryan... —susurró Aimee con una voz cargada de sensualidad mientras volvía a abrazarlo, esta vez de frente.

Ryan la miró a los ojos, y vio cómo mordía suavemente sus labios, presionando su cuerpo contra él. M*****a sea, podía sentir el calor que irradiaba su piel, y cada vez le resultaba más difícil resistir.

—Déjame —dijo Ryan con la voz tensa, intentando apartarla al sostenerla de los brazos, pero Aimee no cedía. ¿De dónde sacaba esa fuerza? ¿Cómo alguien tan ebria podía abrazarlo con tanta determinación?

—No... —murmuró Aimee con un leve temblor en su voz.

Ryan la miró, y al ver sus ojos verdes empañados por lágrimas, sintió que algo dentro de él se rompía. Odiaba verla llorar. Aimee estaba rota, destrozada por el engaño de Sebastián.

—No llores —intentó consolarla, acariciando su espalda suavemente—. Ese imbécil no merece ni una de tus lágrimas, Aimee.

Ella lo miró a los ojos, y en un susurro casi inaudible, pronunció su nombre:

—Ryan... tengo que hacerlo.

Antes de que él pudiera comprender a qué se refería, Aimee se puso de puntillas y unió sus labios a los de él en un beso suave, apenas un roce. Los ojos de Ryan se abrieron de golpe. Estaba besando a Aimee... No. Aimee lo estaba besando a él.

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