Pasaron los segundos y Flynn se había recargado en el respaldo con la vista fija a la calle. Y me pregunté qué estaría ocurriendo en su cabeza en ese preciso instante. Tenía un aire triste, taciturno y sin ganas de existir. ¿Cómo era posible que tuviera ese aire tan deprimente siendo un joven con una fortuna de por medio, casi a punto de heredar una mina de oro? Tenía todo lo que quería. A veces las personas con todo el dinero del mundo son menos felices que las que no tienen nada, ya que la felicidad no se basa en la cantidad del dinero, sino en saber ser feliz con lo poco que posees y darle la importancia a los momentos hermosos de la vida.—¿Podrías dejar de mirarme? Es de mala educación que una mujer se le quede viendo a un hombre de esa manera—espetó sin mirarme.—No te estoy mirando—gruñí y aparté la mirada con un poco de rubor en las mejillas. —Sucede que no te culpo. Es normal—ahogó una pequeña risa burlona y por fin se dignó a posar sus ojos en mí con altanería y desdén—to
Quise levantarme, pero las manos de Katrina sobre mis hombros me mantuvieron sentada.—¿Qué es lo que me harán? —cuestioné.—Te teñimos el cabello de rubio cenizo—comenzó a enumerar con sus dedos—te lo cortaremos por encima de los hombros con un flequillo recto, te pondremos un buen exfoliante en la piel, hidratando lo mejor posible tu cutis, en especial el de tu rostro, también manicura y pedicura. Arreglaremos todas tus uñas de arriba y abajo. Y por supuesto, le daremos forma a tus cejas—se inclinó un poco y cogió una de mis piernas en alto para verificarla de cerca—estupendo, estás depilada perfectamente, algo menos que hacer—bromeó. Y me sentí aliviada.—En resumen, vamos a pulir y a sacar a relucir tu verdadera belleza—concluyó una de las ayudantes con una sonrisa amigable. —No temas, nosotras somos las mejores haciendo bellas a las mujeres—acotó Katrina y solo me estremecí. A decir verdad, con su explicación y objetivos por realizar en mí, me emocioné. Es decir, no todos los
Apreté los labios, y desvié la mirada hacia la puerta de mi casa. En silencio, abrí la puerta del vehículo y bajé con aire taciturno. ¿Cómo podría mentirle nuevamente a Levi? Si él se enteraba de lo que yo estaba a punto de hacer, iba a decepcionarse de mí y tal vez me odiaría. Eran decisiones que no estaban en mi poder redimir, sino afrontarlas. Me pasé una mano por el cabello mientras caminaba hacia la puerta con la llave en las manos. Sentía la mirada de Barnaby desde el interior del coche, pero no me volví. Lo único que quería era pasar los pocos días que me faltaban antes de ponerme una soga imaginaria al cuello y destruir mi vida para siempre. Pero como si el destino quisiera rematar más mi día de mierda, vi a Dominic acercarse por la acera con los audífonos puestos, con la intención, por supuesto, de visitarnos.Petrificada, apresuré a abrir la puerta y entonces el chico posó sus ojos en mí. Por instante se quedó quieto, con la boca abierta, mirándome con perplejidad. Se le
Tomé mi bolso de la entrada y subí. En vez de cambiarme, conecté enseguida mi teléfono y cerré la puerta con un pestillo. Me desvestí y me miré frente al espejo. Era una chica totalmente distinta. Incluso podría hacerme pasar con facilidad por la esposa perfecta de Flynn sin necesidad de abrir la boca. Con solo sonreír. Busqué mi ropa de casa y amarré cuidadosamente mi cabello rubio en una coleta antes de sentarme con las piernas en posición de loto sobre la cama y marcarle a Keith con el teléfono enchufado. No tenía ganas de ir a buscarlo más tarde. Me respondió rápidamente y suspiré.—Te voy a matar—sisé.—Con eso asumo que Barnaby ya te comentó lo del matrimonio.—¿Cuándo planeabas decírmelo? —escupí, alterada. No soportaba que Keith hiciera de las suyas sin mi consentimiento.—Intenté decírtelo, el día que te embriagaste de champán. Pero no pude, te vi tan feliz que pensé que no era buena idea hacerlo.—¡Eres un timador! Sabías bien que me echaría rotundamente hacia atrás. Solo
Dios. Y de pronto caí en cuenta de que en la cena de compromiso tenía que ver a William Flynn cara a cara y temí que me reconociera. Tragué saliva y sentí que mi estómago comenzaba a retorcerse.—Voy a tener que beberme una maldita copa de whisky antes de conocer a esa familia tan repugnante.—Mejor dos.Cuando se fue, me desplomé en el sofá, asimilando la nueva información y mandato de Keith. ¿Tenía en serio que besarlo? ¿Besar a ese atractivo hombre irritable? Masajeé mis sienes y decidí retomar el aseo para mantener ocupada mi mente y no divagar en lo que pasaría en el momento de darle un beso. Tal vez todo era mentira y Keith simplemente quería asustarme. Barnaby había dejado en claro que ni siquiera me miraba atractiva, así que dudaba mucho que el beso fingido fuera necesario. A no ser que su familia tuviera sus sospechas sobre la farsa... Dios. Mis manos comenzaron a temblar y tuve que serenarme. No iba a dejar que ese pensamiento me torturara de manera asfixiante. No era mi
Ahogué una risa nasal y puse los ojos en blanco. Rodé por toda la cama para ponerme cómoda y me senté con la espalda pegada a la cabecera, dispuesta a leer nuestra historia ficticia de amor.Era de noche cuando la vi.Era de noche y llovía cuando supe lo que era enamorarse a primera vista como en las películas. Y me di cuenta de que había sido un flechazo instantáneo porque mis ojos no podían centrarse en nadie que no fuera ella en ese lugar. Esa hermosa dama parecía tener un imán hacía mí.Estaba ahí, sin hacer nada en particular, o algo que fuera lo suficiente interesante para alguien que no fuera yo, en mi cafetería favorita. No deba indicios de estar esperando a nadie, gustosa y a gusto de su propia soledad. No parecía ser consciente de su belleza ni lo que estaba causando en mí en ese momento.Su atención estaba sobre un libro y en su taza de café.¿Qué hacía esa belleza a las nueve de la noche en una cafetería desértica con una tormenta en el exterior?Movía su cabello cada que
Alcé las cejas, encontrándole incoherencia a su mensaje. Y como no daba pie a que le contestara, simplemente lo ignoré y encendí la televisión. Al cabo de veinte minutos, escuché movimiento y ruido en la habitación de Levi. No pasaron ni siquiera dos minutos, cuando lo vi echarse correr directamente a la puerta como alma que lleva el diablo. Apenas pude levantarme y seguirlo como pude. La puerta se cerró en mi cara. Anonadada, la abrí precipitadamente y salí a verlo con la boca abierta. Divisé a mi hermano trotar por la acera. Huyendo. Se había duchado y vestía con su ropa del gimnasio, con una mochila sobre los hombros. Maldita sea. Ley del hielo. Fabuloso. Entré de nueva cuenta a la casa, cogí mi bolso, llaves, celular, dinero y la tarjeta de débito. Si Levi pensaba comportarse como idiota, no tenía más remedio que agarrarlo por enfrente y ser dura por primera en vez en mi vida con él. No era justo que evitara hablarme. Mi hermano sabía perfectamente que iba a marcharme en poco t
Es decir, ¿Cómo podría ambientar un sitio como el país de México tan bien? El día fue estupendo. Comiendo tacos, haciendo algunos planes como lo que haría un par de chicos conociéndose, incluso uno que otro beso con vergüenza. Nada podría estropearlo. Como la puerta principal tenía dos campanitas en el umbral, tintineaban cada que se abría y entraba o salía gente. Sin embargo, a pesar de que no miraba a quienes iban o venían, cuando sonó por quinta vez, tomé la iniciativa de mirar por primera vez a las personas que habían llegado; y me quedé petrificada. Agradecí a Hunter mentalmente de que hubiera elegido la mesa más alejada de la puerta, porque de ser lo contrario, él me habría visto en cuanto entró.—Hunter—susurré. Él se inclinó a mí con complicidad—trata de no moverte mucho, ¿vale? Acaba de entrar una persona que no quiero que me vea.—¿Tu falso prometido? —tensó la mandíbula y trituró la servilleta en su puño, hizo el ademán de voltearse, pero lo detuve—déjame verlo.—¡No! —sis