Es decir, ¿Cómo podría ambientar un sitio como el país de México tan bien? El día fue estupendo. Comiendo tacos, haciendo algunos planes como lo que haría un par de chicos conociéndose, incluso uno que otro beso con vergüenza. Nada podría estropearlo. Como la puerta principal tenía dos campanitas en el umbral, tintineaban cada que se abría y entraba o salía gente. Sin embargo, a pesar de que no miraba a quienes iban o venían, cuando sonó por quinta vez, tomé la iniciativa de mirar por primera vez a las personas que habían llegado; y me quedé petrificada. Agradecí a Hunter mentalmente de que hubiera elegido la mesa más alejada de la puerta, porque de ser lo contrario, él me habría visto en cuanto entró.—Hunter—susurré. Él se inclinó a mí con complicidad—trata de no moverte mucho, ¿vale? Acaba de entrar una persona que no quiero que me vea.—¿Tu falso prometido? —tensó la mandíbula y trituró la servilleta en su puño, hizo el ademán de voltearse, pero lo detuve—déjame verlo.—¡No! —sis
—Me habría encantado ir a despedirte al aeropuerto como se debe—protestó él, haciendo pucheros.—Tengo que seguir el protocolo—le acaricié la cabeza—prometo llamarte todos los días, ¿de acuerdo?—Mi teléfono casi no funciona, pero trataré de comprar otro para estar en contacto contigo.Y era cierto. Su teléfono, al igual que el mío, eran muy viejos y comenzaban a dar problemas con la batería. Había pensado en usar el nuevo móvil que Keith me obsequió, pero pensándolo bien, mi hermano lo necesitaba más que nunca. Ya vería yo si compraba uno en Suiza.—Usa el que me regaló Keith. Como habíamos estado recostados en el sofá, retiró un poco el rostro para mirarme. —¿Hablas en serio? —Muy en serio. Después conseguiré otro, tú solamente úsalo. —Muchas gracias—volvió a abrazarme y sonrió con la mejilla apoyada en mi hombro.Suspiré. En aproximadamente cinco horas ya no volvería a ver a Levi; y eso me ponía de los nervios y se me comprimía el corazón al solo pensarlo. Nos levantamos para p
—Tessa, Tessa, hemos llegado, despierta, querida.Abrí los ojos de golpe y me regocijé en mi dolor cuando el recuerdo golpeó mi memoria.—Estamos en el departamento de mi hermano, él te espera arriba—dijo. Enfoqué la mirada y escruté a mi alrededor. Estábamos afuera de un edificio de dos pisos, muy elegante, por supuesto. Pero todo era de cristal, había grandes ventanas como de dos metros en cada lado del edificio y fruncí el ceño.—¿No vendrás conmigo? —pregunté con temor. Ella negó con la cabeza.—Necesito ir a alistarme para la cena de esta noche. Estarás bien, él tiene buen gusto para ayudarte—me guiñó el ojo y les quitó el seguro a las puertas—vamos a dejar tus maletas en la sala de estar. Le llamaría a Eustace, el guardia de seguridad, pero Barnaby le dio el día libre. Así que vamos.—Mejor llama a tu hermano para que nos ayude—opiné. No me hacía la idea de cargar las maletas que pesaban muchísimo.—Es broma, aquí viene Francis—dijo y saludó a un sujeto corpulento que tenía todo
Cuando me cercioré de que se había largado, dejé mi bolso en la cama y acaricié cada uno de los vestidos. Eran bellísimos y adecuados para la ocasión. El primero, como los otros tres, era largo, la parte de la espalda estaba totalmente descubierta en los costados, con unas tiras horizontales adheridas a la parte de enfrente. El escote se abría en dos ramas para cubrir el pecho y se unía como tirantes. Definitivamente, era muy atrevido. Y no era mi estilo. El segundo, estaba repleto de pedrería en la parte de enfrente, con un solo tirante, el izquierdo para ser específicos, y el hermoso resto del vestido caía como una cascada. Muy bello, pero tampoco era para mí. Y por fin, el tercero, era un poco tallado, y no tenía tirantes. En la parte del busto era corrugado y en el área de la cintura había muchas piedras simulando un cinturón. Sonreí a mis adentros y tomé la decisión. El vestido que llevaría a esa cena espeluznante iba a ser el tercero, obviamente. Tenía un poco de caderas anch
Al cabo de quince minutos, Katrina me dio el visto bueno y se despidió amistosamente de mí, deseándome mucho éxito. No quería que se marchara, pero no podía obligarla a quedarse, ella tenía que irse. Así que me quedé otra vez sola en aquel departamento, en espera de Barnaby Flynn, quién se estaba alistando. Ni siquiera mi curiosidad pudo con mi nerviosismo. Me senté en uno de los sillones a esperarlo con los ojos cerrados. Tenía el estómago revuelto. Náuseas y más náuseas. Levi. Mi Levi. ¿Qué estaba haciendo mi hermano en ese segundo? ¿Dominic seguía con él? Dios. Tenía tantas ganas de llamarlo. ¿Y sí…? No. Levi estaba mejor sin saber de mí mientras yo estuviera aún en Boston. —Ya es hora de irnos, Morgan.Abrí los ojos cuando Barnaby hizo acto de presencia. Tuve que apretar los labios al verlo vestido tan… malditamente guapo. Esa camisa… ¿púrpura? ¿Estaba a juego con mi vestido? Y un pantalón de lino negro con los zapatos del mismo color. Estaba peinado impecablemente y sonreía d
—William Flynn, un placer conocerte, Tessa Morgan—volvió a repetir mi nombre con amabilidad y cargado de veneno. Era obvio que quería destrozarme ahí mismo. Alcanzó la mano que tenía libre con la intención de besarla, pero Barnaby, en un momento de adrenalina, apartó su mano de la mía con brusquedad.—No la toques—ladró y lo fulminó con repugnancia. Dios. La relación entre ellos era peor de lo que pensé. —Lo siento, solo quería ser amigable—William se burló.—Mejor sentémonos, la cena ya está por venir—añadió la mujer que era la madre de Barnaby y todos obedecieron. Él me retiró la silla como todo un caballero y nos sentamos juntos en la mesa. Gracias al cielo me tocó estar en medio de Barnaby y Adele, lejos de esas personas. Miré con disimulo al resto de los presentes. Había dos sujetos idénticos, excepto por las cicatrices de sus rostros, uno lo tenía en la ceja y otro en la barbilla, y cada uno estaba acompañado de sus esposas. Alcancé a ver que la madre de Barnaby estaba a l
Y segundos después, las observé marcharse con la nariz elevada, como si estuvieran negándose a mirar siquiera el suelo al caminar. Menudas ridículas y estúpidas ancianas. No obstante, tampoco podía estar aliviada, porque me hallaba aún con el peor lobo de la manada: William Flynn. Él estaba limpiándose la nariz con la servilleta sin apartarme la mirada de encima del otro lado de la enorme mesa. Adele también estaba ahí, pero no podíamos hablar animadamente. Así que me acerqué a ella y sonrió ampliamente.—Nos sentemos aquí, cerca de la chimenea—dijo y me agarró de la mano. Avanzamos hacia el fuego, en donde había dos grandes sillones a cada costado de la chimenea, especial para sentarse a leer con una cálida taza de café a un lado. Ella se sentó frente a mí y se recargó. Y admiré su bello vestido rojo muy corto, que hacía juego con sus zapatillas negras y el moño negro en su cabello recogido por una media coleta. Apenas tenía maquillaje, pero se miraba hermosísima. De pronto, su te
Pronto volvimos a su departamento, los dos con aire taciturno y deprimente. Todavía no sabía que iba a pasar la noche bajo el mismo techo que él, para casarnos al día siguiente en privado.—Keith Richards no fue a la cena—dije.—Él no estaba invitado.—Pero él me dijo que sí asistiría y no me dejaría sola—repliqué, mirándolo.—Bien, lo invité a la cena, pero mis padres se opusieron—elevó los ojos al techo con rigidez—ellos no toleran tener extraños a la familia en la misma mesa.Asentí, comprendiendo. No podía evitar sentir más rabia y desprecio hacia esa familia. ¿Acaso se creían el centro del universo? Lamentablemente mis padres se habían creído dueños del infinito y por eso terminaron asesinados por otros iguales a ellos. Y no dudaba de que algún día los Flynn correrían con la misma suerte. Me dio tristeza que Barnaby quizá saldría herido también, pero así era la vida de los multimillonarios. Todo falso y sin amor. Él metió el vehículo al garaje y entramos a través de la puerta tr