—Cómo eres nueva, mi consejo es que dejes que te hagan lo que quieran. Si desean follarte por el trasero, permítelo, si te rehúsas entonces te… —Ella guarda silencio, ganándose una mirada llena de miedo por parte de la joven —. Solo complácelo y ya, y no te lastimarán.
—Si —Asiente sorbiéndose la nariz.
La morena aplana los labios, se valía mentir de vez en cuando. Sobre todo cuando la chica ante ella era tan ingenua. A pesar de no ser virgen, era evidente que no tenía nada de experiencia en cuanto se trataba de follarse a un tío.
—¿Qué estás haciendo aquí, Serena? —La voz del idiota que siempre las acosaba resonó a sus espaldas, como odiaba a ese sujeto.
—La ayudo a prepararse para que se vaya.
—Eres una jodida entrometida, nadie te autorizo para que hicieras esta m****a. Sal a trabajar, te toca bailar en la tarima, es lo único que debes hacer aquí. No dándotela de consejera.
Serena escucha las palabras de aquel hombre muy cerca de su persona, si decía una palabra más, ese tipo era capaz de golpearla, pero era imposible que no le dijera nada, detestaba su presencia y ni hablar de su asqueroso tono de voz. Pero por su propio bien y posiblemente por el de esa chica, no le respondería.
—Suerte —Le susurra a la joven, de la cual nunca supo su verdadero nombre.
—Claudia, me llamo Claudia —La muchacha le sonríe justo cuando el vigilante toma por el codo a Serena para arrastrarla fuera del camerino.
Segundos después de ese inconveniente, un hombre alto y musculoso ingresa en el camerino. La joven retrocede al ver la imponencia de ese extraño, todo su cuerpo comenzó a temblar ante la cercanía. No sabía que esperar, Serena no le dijo nada de lo que vendría luego.
—Es hora de irnos, ponte esto encima —El hombre le tira una capa roja bastante pesada, aquella tenía una capucha lo suficientemente grande como para cubrir mucho su rostro —Cúbrete con la capucha y sígueme.
Ella asiente, recordando las palabras de la morena, necesitaba ser obediente si no quería que le hicieran daño. Una vez fuera, buscaría las maneras de escaparse y regresar con su familia. Pensó que, jamás volvería a desobedecer a su padre. Si regresaba con ellos con vida, se los iba a prometer. Tragando saliva, se colocó la capa y abandono ese detestable camerino.
—Mantén la vista en el suelo, solo sigue mis pisadas.
Obedeciendo los mandatos de ese hombre, hizo lo que le pidió. No sabía por dónde iba, ya que todo estaba muy oscuro, pero por la dureza del suelo asumió que era asfalto. Posiblemente una vía o algo así. En cuanto observo que los pasos del hombre se detuvieron, ella también lo hizo, segundos más tarde la introdujeron en el interior de un coche.
En lo que levanto la mirada, lo primero que sus ojos vieron fue un par de ojos azules que brillaban en la oscuridad, de inmediato sintió terror, sospecho que aquello no sería su escape a casa, sino más bien el camino hacia el infierno mismo…
[…]
Las puertas del ascensor se abrieron y, al hacerlo, lo primero que Casey Monroe observa es él impresionando grabado en la pared de la recepción, eran las iniciales de la ensambladora M&A. La joven sonríe, cada vez que asistía a las juntas que su padre organizaba sonreía al ver la inicial de su apellido Monroe grabado en aquella pared blanquecina, era todo un orgullo. Desde luego que la otra inicial se debía al apellido Acrom, perteneciente a Cauther Lancer Acrom, el socio y mejor amigo de su padre Rafael Monroe.
Su padre, en compañía de su socio, eran los dueños de las más grandes y famosas ensambladoras de coches deportivos en todo Estado Unidos, hasta tenían una ensambladora especial para la fabricación de los carros para la Fórmula-1. Las empresas M&A, eran las más vendidas en todo el país, y hasta se podría decir que del mundo.
—Buenos días, señorita Casey, bienvenida.
—Muchas gracias —Le sonríe a la recepcionista.
Rebosante de carisma y hermosura, la castaña encaminó sus pasos hasta la oficina de su padre, una que algún día sería suya. Pero, para que eso sucediera debía aprender hasta del más mínimo detalle sobre la compañía, Rafael era una persona muy celosa y aunque ella fuese su hija, no se la cedería hasta que estuviera cien por ciento empapada en los negocios.
Por esa razón, Casey tenía una participación mínima de las acciones de su padre. Por ende una milésima parte de esa empresa era de ella, legalmente hablando, por así decirlo… en cuanto toca la puerta del despacho de su padre, la misma se abre de repente dejando a la vista a Cauther, el socio de su padre. La mirada de aquel hombre muchas veces daba un poco de miedo, pero su padre decía que era un buen amigo, confiable, pero sobre todas las cosas seguro.
Ella debía confiar en la palabra de su papá, ya que nunca se equivocaba. No se le podía negar, el viejo sabía lo que hacía.
—Buenos días, señor Acrom —Lo saluda con amabilidad, ella aún no se sentía preparada para llamarlo Cauther. Quizás cuando llegaran a ser socios igualitarios.
—Buen día —Contesta sin demostrar ningún tipo de emoción en su rostro. Pasa a un lado de ella dejando un fuerte aroma de su perfume, ni siquiera la había mirado al saludarla.
—¡Casey! —Exclama su padre desde el interior de la oficina —. Qué bueno que has llegado, hija mía. Ven pasa.
—Hola padre —Lo saluda con una sonrisa abierta.
—Has llegado muy temprano, la junta no será sino hasta dentro de una hora.
—Quise pasar antes para verte, últimamente trabajas mucho y casi no te veo en casa.
Ella se sienta llevándose toda la atención de su padre, era un hombre de complexión atlética a pesar de ser mayor. Todavía conservaba su guapura, la cual no la utilizaba para conseguirse una novia. Su madre había muerto hace 10 años, y parecía que aún no la superaba. A veces sospechaba que no reacia su vida a causa de ella, quizás pensara que se iba a molestar.
—Esta noche llegaré temprano, te lo prometo.
—Papá, siempre dices lo mismo y nunca vuelves para cenar —Se queja.
—Sabes lo exigente que es esta compañía, hija. No se puede descuidar.
Casey aplana los labios, opino que ella tampoco debía ser descuidada. Desde que su madre dejo de estar presente, la mayoría de las veces siempre estuvo sola o con la niñera. Y al entrar en la adultez, la situación fue empeorando, ya que dejo de ver por las noches a su padre. Llegaba tan tarde a casa, lo único que hacía era estar en esa oficina o viajando.
—¿Casey?
—Creo que daré unas vueltas, regresaré para la junta —Le contesta disimulando su tristeza.
—Hija, sé que no he sido…
Pero sus palabras se vieron interrumpidas por unos leves toques en la puerta, el hombre ordeno que pasara quien sea que fuera.
—Señor Monroe, el señor West acaba de llegar.
—Hágalo pasar. Casey, hija…
—Está bien, padre. Igual ya iba de salida —Contesta poniéndose en pie.
—Por la noche te prometo que cenaremos juntos.
—Eso estaría bien —Se aproxima al hombre quien se pone en pie y le deja un beso en la frente de la castaña.
—Nos vemos más tarde…
Ella muerde su lengua, por un momento creyó que le diría algo más… pero la realidad era otra, Rafael hace mucho tiempo que había dejado de demostrarle su cariño. Y no estaba segura de cuál sería su razón, de lo que si estaba muy segura era que le dolía mucho ese alejamiento.
En cuanto Casey se disponía a salir, se topó cara a cara con Genaro West, era un viejo amigo de su padre. Se conocían desde la universidad, así que eran contemporáneos, y desde entonces se visitaban todos los días. Casey lo conocía desde que tenía uso de razón, siempre asistía a sus fiestas de navidad y le llevaba regalos impresionantes. ¡Obvio!, Genaro no tenía hijos, ni mucho menos una esposa.
Al igual que su padre, el hombre estaba bastante conservado. Se podría decir que eran hombres que se cuidaban muy bien a pesar del estrés que les causara sus empresas.
—¡Vaya! Pero mira a quien tenemos aquí, a la pequeña Monroe —Le sonríe el hombre con su reluciente dentadura. La mirada verdosa de Genaro era tan paternal que le sacaba sonrisas a Casey.
—Hola, tío —Y por esa razón desde que era una niña le decía tío.
—Esta niña me hace sentir un viejo cuando me llama así —Genaro la abraza sonriente, pero sus palabras fueron dirigidas hacia su amigo —. ¿Cuándo es que creció tanto, Rafael?
—Me hago la misma pregunta todos los días —Rafael observa orgulloso a su hija.
—Los dejaré para que conversen.
Casey se despide de ambos hombres, pero antes de que pudiera salir del despacho la voz de Genaro llama su atención.—Casey, mañana por la noche estaré esperando la presencia de tu padre y con tu compañía. Por favor encárgate de que este viejo aparezca por mi casa. Daré una pequeña reunión.—Vamos Genaro, sabes que no tengo tiempo para ese tipo de eventos.—Rafael, es para un bien mayor. Una reunión benéfica, ya sabes, para apoyar la institución de los niños y niñas.La joven castaña ve como su padre rueda los ojos, casi nunca asistía a esas reuniones. Su razón, era porqué su tío Genaro siempre buscaba la manera de emparejarlo, y para esas alturas no estaba nada mal la idea de que se consiguiera una novia.—Asistiremos tío.—¡Esa es mi niña!El padre observa a su hija quien le dedica una sonrisa de victoria, era imposible que se negara a su petición. Era lo único en lo que su padre no había cambiado para con ella, creyó que era porque su parecido con su difunta madre era increíble. Par
Sin más remedio se sentó al lado de su padre, pero sin quitarle la vista a Cauther. Era irritante saber que después de que le puso los nervios a millón se encontrara allí sentado como si nada hubiese hecho. De pronto, la secretaria de su padre deposita una carpeta ante ella, sacándola de sus cavilaciones.En eso se pregunta, ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Por qué demonios estaba mirando a Cauther de esa manera? Desde que era muy joven nunca sintió curiosidad por ese hombre y viceversa. Niega, debía prestar atención a la junta y no a… algo, la llevo a levantar un poco la mirada, observo solo por encima de la carpeta, en cuanto observa a Cauther se da cuenta de que él la estaba mirando de igual forma.Del susto, bajó la vista e intento concentrarse en lo que decía aquellos documentos, ella no pudo ver el rostro completo de ese hombre, pero si claramente la fiera mirada que poseía. ¡Mierda! Temblaba como un pudin… contaba con que no se fuera de las lenguas con su padre metiéndola en prob
Exclama para sus adentros… Casey se da la vuelta notando la imponente figura de Cauther, habló desde la oscuridad del despacho de su tío Genaro. Lo único que lograba ver de él, era la punta de lo que asumió que era un cigarrillo.—Y usted parece decidido a acortar su vida si continúa fumando.—Al menos será de una manera lenta.—Pero mucho más agonizante, al parecer no le preocupa lo que le acusara a sus familiares ¿Qué está haciendo aquí? —Ella se cruza de brazos.—¿Familia? —Susurra muy por lo bajo —. Estoy fumando un cigarrillo, pensé que era obvio —Ella rueda los ojos.—Quiero decir, en esta reunión.—West, parece que no escatimo para con sus invitaciones. Al parecer estoy en su lista de… amistades.Ella frunce el ceño, si él nunca asistía a ese tipo de eventos. Era extraño verlo acudiendo a una, por esa razón se asustó hace un momento, sino hubiese sido por su voz no lo hubiera reconocido.—No debería estar fumando en el despacho de mi tío, él no fuma. Dejará el olor
Porque demonios su pregunta la hacía temblar, tanto del miedo como de… no, es que eso era impensable. Rápidamente, echa un vistazo hacia donde estaba su padre. Quizás él pudiera salvarla de las manos de su socio. Pero al darse cuenta de que su papá estaba más pendiente de conversar con los invitados, supo que la realidad era que tenía que librarse sólita de Cauther, el problema era ¿Cómo? —¿Te comió la lengua el ratón? —Él preguntó al mismo tiempo que comenzaba a danzar con ella entre sus brazos, sin darle posibilidad de escapar. —Si mi padre se da cuenta de lo que está haciendo, seguramente se enojara muchísimo con usted —Ella ve como Cauther miró de reojo a Rafael, era consciente de que su padre no estaba al pendiente de ella. Pero al menos algo debía hacer. —Creo que no está prestando mucha atención, ¿Por qué debería preocuparme? Cauther la llevaba a su antojo en aquel baile lento y algo ajustado, estaba acorralada, no podía hacer una escena en medio de todo el mundo. Necesitaba
—¿Ocurre algo, hija? —Rafael la miraba con ciertos recelos.—Yo no quiero bailar con este hombre, lo único que deseo es irme a casa padre —Susurra para que su conversación no se hiciera pública.—¡Casey! —La voz de reproche de Rafael no intimido a su hija.—No te preocupes Rafael, de igual forma yo pensaba retirarme ya. No hay nada que me haga seguir en esta fiesta —Argumenta Cauther tan remiso como siempre.Aquel comentario hizo que a Casey le hirviera la sangre, tanto así que miró de reojo a Cauther notando una vena bastante marcada en su frente, ¿Acaso se habría cabreado por decir que no deseaba bailar con él?, bueno si era así, a ella que le importaba. Que se jodiera el muy capullo, se lo tenía merecido por andar de ladrón de prendas íntimas.—Casey, no te permito que hables de esa manera. Que va a pensar Cauther de tu comportamiento, recuerda que algún día serán socios, no puedes…—¿En algún momento te has puesto a pensar en lo que yo siento, padre?, Desde que mi madre murió, al
En cuanto ella pisó el acelerador, el coche que la seguía también lo hizo a tal punto que el parachoques del mismo rozaba la parte trasera de su automóvil. —¿Pero qué carajos le pasa a este tío? —Se pregunta frustrada, frunce el ceño mientras maniobraba el volante intentando no volcarse. Casey observa por los espejos laterales del coche, pero era inútil, no conseguía detallar aquel automóvil. Entonces, fue cuando siente que golpean levente su auto, esa fue la gota que derramo el vaso. Si de verdad era el idiota de Cauther, iba a tener muchísimos problemas con su padre por aquel atropello. La joven comenzó a reducir la velocidad, y el coche de atrás la imito. Pronto, intento a orillarse. Pensaba confrontar a ese estúpido de una vez por todas, se queja su subconsciente. Miró por el retrovisor fijándose que el coche se detuvo a cierta distancia del de ella, Casey se quita el cinturón de seguridad y hace amago de bajarse, pero entonces de la nada el
Dejando a una Casey en el suelo completamente inconsciente, el médico abandona aquel cuarto para encontrar a Otto esperando a por él en el corredor.—¿Y bien?—Está, no es cualquier chica, Otto. Se le nota la clase por encima —Advierte el hombre.—No te he preguntado eso, ya sabes lo que quiero saber.—Ha perdido la memoria, está bastante asustada. Tuve que sedarla para poder atenderla.—¿Y entonces? Maldita sea, dime de una vez en qué condiciones está esa perra —Espeta furioso.—No sé cuándo podrá recuperar la memoria, tendría que hacerle una placa para poder dar un veredicto.—Nada de placas, no me interesa si no recupera la maldita memoria —El hombre niega.—Está acta para trabajar, solamente que esta joven es virgen Otto —La sonrisa del hombre se ensanchó automáticamente, era como un niño con un juguete nuevo.—¡Lo sabía! Ella irradia pureza de pies a cabeza.—Es inexperta, deberías de…—No te pago para dar consejos, te pago para que revises a estas chicas.—Es solo una niña, no s
Casey parpadea abandonando el llanto rápidamente, ¿Por qué esa chica le decía eso? ¿Qué le estaba ocultando? Sabía algo que ella no.—¿Cómo puedes estar tan segura?—Ninguna de las que han traído aquí ha venido vestida de la manera en la que tú estás, eso me hace pensar que…—¡¿Qué?!La pelinegra se arrima hacia ella con un brillo de esperanza en la mirada, Serena no quería engañarla o ilusionarla, pero algo le decía que esa chica era de una familia muy poderosa, el problema radica en… ¿Sería conveniente darle toda esa información?, si Otto se enteraba de lo que estaba haciendo seguramente le daría un castigo de porquería, por ser la más antigua en aquel lugar su trato especial se había ido a la mierda.Según el bastardo ese, las viejas ya no eran el atractivo principal. Y eso, que solo tenía 26 años, era un maldito, que esperaba que muriera muy pronto de la peor manera posible.—Escucha, no quiero que te ilusiones mucho. Únicamente, es una teoría mía. Pero creo que, puede ser que sea