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Capítulo 4. Era irritante

Sin más remedio se sentó al lado de su padre, pero sin quitarle la vista a Cauther. Era irritante saber que después de que le puso los nervios a millón se encontrara allí sentado como si nada hubiese hecho. De pronto, la secretaria de su padre deposita una carpeta ante ella, sacándola de sus cavilaciones.

En eso se pregunta, ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Por qué demonios estaba mirando a Cauther de esa manera? Desde que era muy joven nunca sintió curiosidad por ese hombre y viceversa. Niega, debía prestar atención a la junta y no a… algo, la llevo a levantar un poco la mirada, observo solo por encima de la carpeta, en cuanto observa a Cauther se da cuenta de que él la estaba mirando de igual forma.

Del susto, bajó la vista e intento concentrarse en lo que decía aquellos documentos, ella no pudo ver el rostro completo de ese hombre, pero si claramente la fiera mirada que poseía. ¡Mierda! Temblaba como un pudin… contaba con que no se fuera de las lenguas con su padre metiéndola en problemas. Ya tenía suficiente con la indiferencia que su papá le mostraba, como para sumarle un problema ocasionando una discusión innecesaria.

[…]

A que se estaba muriendo del miedo por saber si le contaría a su padre que la pillo en la terraza, le irrito bastante que le interrumpiera mientras fumaba su cigarrillo. Ya conocía su pequeño secretito desde hace mucho tiempo, cuando una tarde la vio correr por la azotea y recostarse del barandal como si le faltara el aire, desde luego que él estaba en una parte en la que no era visible para ella, pero era un espectador de primera fila. Desde entonces la pillaba muy seguido subir, lo que no lograba entender era porque subía a la terraza con tanta frecuencia.

Lo cierto era que, descubrirla, la había dejado bastante desconcertada, ya que su paliducha entrada en la oficina lo había tomado por sorpresa.

Aunque eso le tenía sin cuidado… por esa razón, no le presto ni la más mínima atención al principio, pero al sentir que ella lo miraba sin disimulo sí que lo cabreo. Por esa razón decidió obsérvala para que al final terminara escondiendo la mirada como una cachorra, ¿a qué m****a estaba jugando? No tenía tiempo para esas pendejadas de niñas, únicamente fue a su empresa por aquella fastidiosa reunión.

A Rafael le encantaba hacer junta tras junta, aunque no debía quejarse, realmente la compañía lo hacía cada día más rico y ese era su objetivo… de modo que continúo leyendo los documentos mientras que escuchaba a sus empleados hablar sobre el crecimiento de la misma.

[…]

—Cauther, espero volver a verte en la próxima junta —Rafael estrecha su mano con entusiasmo.

—Me haré un espacio para asistir —Contesta de manera tan remisa que Casey se preguntó, ¿Qué carajos le pasaba? ¿No le importaba su compañía o qué? —Sabes que no me gusta mucho este tipo de reuniones.

—Eres el único dueño de una empresa que le aburren las juntas —Casey compartía la misma opinión de su padre, era como si no le interesara.

—Confió plenamente en ti, no tengo por qué desconfiar de mi socio —Su tono de voz era cortante.

Ella se encontraba sentada en su silla leyendo unos documentos de los que no estaba entendiendo absolutamente nada, ya que se mantenía alerta a la conversación de su padre con Cauther. Albergaba un profundo terror con ser acusada, era estúpido, se sentía como una niña que hubiera hecho algo malo.

—Bueno, me siento halagado por tu confianza —El hombre le sonríe, pero Cauther se mantiene serio —. Estoy seguro de que cuando Casey tome mi lugar, ustedes dos sabrán llevar a la perfección la compañía —La joven se tensa de inmediato al escuchar la mención de su nombre.

—Debo irme, Rafael —Y aquello es todo lo que contesta ese maldito, ¿es que no la tomaba en serio como su socia o que putas madres? Se quejó la pelinegra internamente.

—Claro, no te preocupes por nada.

—¡Adiós!

En ese momento, Casey lleva la mirada hacia la salida logrando ver únicamente la enorme espalda de Cauther. Ese tipo era tan extraño, solamente se le veía el rostro cuando su padre programa juntas. Del resto no aparecía, ni siquiera cuando inauguraban una ensambladora nueva o cuando sacaban en exhibición un coche único.

Ella mordió sus labios, le preocupaba el hecho de que cuando le tocase hacerse cargo de la compañía le iba a tocar hacerlo sola. Con ese hombre no se podía contar mucho que digamos.

[…]

Esa noche, como de costumbre, Casey estuvo esperando a su padre por horas, la cena se enfrió y las velas terminaron por consumirse. El plato de la joven yacía a medio probar mientras pinchaba algunos vegetales nada provocativos. Suelta un suspiro para luego ponerse en pie.

—Seguro tuvo mucho trabajo, señorita Casey —Le dice la sirvienta mientras recogía la cena sin probar.

—Siempre es lo mismo —Contesta marchándose del comedor.

Acostada en su cama, observa la fotografía de su madre, Casey sonríe, le gustaba acordarse de ella cuando estaba tan sola en aquella casa. Situación que sucedía muy seguido, luego su sonrisa se apagó al recordar a su padre. Siempre le hacía promesas, pero nunca las cumplía. Era como si no quisiera estar a su lado, pero, ¿Por qué?

De pronto a sus recuerdos le llego la imagen del rostro de Cauther en la azotea, llevándola a dar un respigo. ¿Y qué carajos estaba haciendo pensando en él?

—Debo estar loca, Cauther es súper mayor que yo y… —Sonríe, sabiendo que pensar en aquello era una sandez.

Y con aquellos errantes pensamientos, Casey se quedó profundamente dormida.

[…]

La noche anterior no vio a su padre, y esa tarde mucho menos… conducía tan enojada, era increíble que mando avisarle con su secretaria que se reunirían directamente en la casa de Genaro. Que allá la alcanzaba, detestaba que lo hiciera. Porque estaba más que segura que no asistirá a ese evento, dejándole todo el peso a ella. Siempre era lo mismo con él.

Y dado que había dado su palabra a su tío, ¿cómo carajos se salía de ese embrollo? No podía dejarlo embarcado, sería un horrible desplante. Por eso, esa noche busco un vestido de coctel adecuado para la ocasión. Como conocía a Genaro desde siempre, sabía que sus fiestas eran un poco extravagantes. Cuando decía que era una simple reunión, mentía.

Conducía su propio coche, ya que se opuso rotundamente a llegar en una limusina como lo hacía su padre con sus famosas entradas triunfales. En cuanto la pelinegra diviso la mansión de su tío desacelero. Aparco en la entrada, entregando las llaves a un joven quien se encargaba de aparcar los coches, recogió un poco la cola de su vestido, evitando tener que pisarlo mientras subía las escaleras de la entrada de la casa, pero al hacerlo gran parte de su muslo quedaba al descubierto. Hasta se podía apreciar esa liga de encaje que adornaba su pierna.

En cuanto ingreso en la residencia soltó el aliento, ¡Lo sabía! Aquello más que una recaudación benéfica, era una fiesta de las personas más acaudaladas y poderosas de todo Washington. De inmediato, delante de ella pasa un camarero con una tanda de copas tubulares, llenas hasta la mitad con champán burbujeante. Toma una y le da un sorbo largo, la noche sería larga y más cuando le tocaba pasarla sola.

 —Casey, niña linda… —Genaro la abrazo efusivamente en cuanto la visualizo en la entrada.

—Hola tío, que buena fiesta —Miente.

—¡Oh, no!, únicamente son unos pocos amigos —Le resta importancia —. ¿Dónde está tu padre? Unos amigos quieren saludarlo.

—No lo sé, tío Genaro. Lo siento mucho

—Ese Rafael, siempre haciendo lo mismo —Niega —. Intentare contactarlo, pero quiero que tú te diviertas.

—Gracias —Aunque eso lo dudaba, si ya estaba aburrida.

—Mucho cuidado con enamoramientos de una noche, ¿eh? Tu padre me mataría —El hombre palmea su hombro, dejándola petrificada en medio de todo el mundo.

¿Enamoramiento? ¿Pero qué coño había sido eso?, era como si tuviese dos padres. Si Rafael no estaba, entonces Genaro hacía el trabajo de papá, ¡por dios!, se toma el resto de lo que le queda en la copa y de inmediato busca a otro camarero con más copas llenas.

Para cuando tiene una nueva copa en las manos, lo primero que Casey hace es buscar un poco de refugio. Necesitaba aire fresco, empezaba a tener otro ataque de ansiedad. Últimamente, sufría mucho de eso…

Así que, allí se encontraba, en el balcón del despacho de su tío, este daba con el jardín, el cual para ese entonces estaba todo iluminado y lo mejor de todo solitario. Todos los invitados se encontraban en el interior de la mansión, a nadie le interesaba la belleza de aquel lugar.

De pronto soplo el viento, era una brisa fresca que le estaba sentado bastante bien o quizás el champán se le subió a la cabeza… cierra los ojos y se recuesta del barandal del balcón disfrutado del aire fresco, pero más que nada de esa intimidad.

—Que obstinación la tuya de buscar el peligro en sitios tan altos —La copa de su mano resbala y cae fuera del balcón haciéndose añicos en el suelo.

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