¿Por qué diablos estaba tan contento? Mis manos se vuelven puños. La necesidad de golpearlo en su mandíbula perfectamente cuadrada es casi devoradora.

Estaba a punto de irme cuando se separa de los miembros de su manada. Se acerca a mí mientras se quita la camiseta. Dejando sus abdominales al descubierto para que cualquier mujer los admire.

Antes de que pueda decir algo, me pone la ropa sobre la cabeza. Automáticamente paso mis brazos. Me queda grande hasta la mitad del muslo.

Cuando termino, me doy cuenta de lo que hizo. No tengo tiempo para regañarlo por eso. Se vuelve hacia la mujer que está en el suelo. ¿Y te imaginas lo que hizo la perra? Ella hizo que pareciera que era mi culpa. Como si fuera una loca que la atacó sin motivo alguno.

En el momento en que siente la presencia de Sebastian. Ella corre hacia él. Le rodea los tobillos con los brazos y comienza a sollozar.

“Oh, gracias a la diosa que estás aquí, Sebastian. Está loca. No le hice nada y ella me atacó”.

Tenía que rec