Emma sintió aquellas manos comenzar a recorrer su espalda. Primero, lo hizo de forma enérgica, sin ningún interés oculto más allá que el de limpiarla. Incluso, podría acusarlo de ser demasiado brusco, pero una vez más, decidió no quejarse porque cuando lo miraba, Asher estaba con la mandíbula apretada y una expresión de sufrimiento en el rostro. Intentó apartarse para que dejara de tocarla, si tanto esfuerzo le suponía aquella tarea, ella podía realizarla sin ayuda. Lo había hecho sola desde que fue lo suficiente independiente como para ocuparse de sí misma. No lo necesitaba ni él ni a nadie, se dijo a sí misma para fortalecerse, pero dolía su desprecio por más que intentara que no fuese así. Gracias a su brusco movimiento, a Asher se le cayó la pastilla de jabón al agua. Emma pensó que se detendría y aprovecharía esa oportunidad para marcharse, pero no fue así. Acercó más el taburete a la bañera para volver a acortar la distancia que ella había puesto y comenzó de nuevo a enjabon
Los siguientes días no hubo muchos cambios, continuaba recluida en aquella habitación, pero en esa ocasión por motivos muy diferentes, o eso creyó en un principio.Tras aquel desborde de lujuria en la bañera, Asher y ella continuaron en la cama y en cada parte de la habitación. Así había sido desde que se recuperó de lo ocurrido. Su lobo estaba insaciable y ella no se quedaba atrás. El vínculo que compartían se fortaleció y había comenzado a albergar esperanzas de que lo malo hubiera quedado atrás. Solo había algo que enturbiaba su felicidad, la falta de información. En cada ocasión en que Emma intentó sacar el tema de su hermano, de Endora, de lo ocurrido el día del ataque o de cualquier cosa que estuviera relacionada con saber qué ocurriría a partir de ese momento, Asher la besaba hasta hacerla olvidar lo que preguntaba y desviaba la conversación hacia el sexo. No se quejaba, lo que compartían era mucho más que físico y, en cada ocasión, sentía que le entregaba un pedazo más de s
—Iré a vigilarlas y me aseguraré de que regresen a sus habitaciones —le dijo Alaric y, antes de que saliera tras ellas, Asher lo agarró y lo detuvo. —No, no lo harás. —Su beta lo miró con incredulidad.—¿Vas a permitir que se marchen juntas, alfa? Por sí solas ya son lo suficiente peligrosas, ¿qué crees que harán si se unen en nuestra contra? —Asher gruñó y agarró a su mejor amigo por la camisa. —¿Te atreves a cuestionar mis órdenes? —siseó en un tono de mando que Alaric no podría rebatir. No le gustaba usar su autoridad de alfa con su beta. Eran amigos desde niños, confiaba en él y siempre le dio la libertad de poder expresarse sin censura, pero en aquel momento no estaba para sus reproches. Alaric no podía comprenderlo porque nunca había encontrado a su pareja. Para él, la manada estaba por encima de todo, y antes de conocer a Emma él pensaba lo mismo, pero en ese instante, su lealtad ya no sabía con quién estaba. Quizá habría sido mejor haber renunciado a ser el alfa cuando Et
—Eso no significa nada —pronunció con la voz demasiado afectada, pero no le impidió proseguir—. Lo que sea que tuviéramos no continuará. No voy a permitir que sigas jugando conmigo. —No juego contigo, Emma. Estás sacando conclusiones de una conversación de la que no sabes los verdaderos motivos —se apresuró a decir Asher sin apartarse ni un milímetro de su cuerpo. Emma colocó las manos en su torso e intentó apartarlo, pero él no se movió ni un centímetro. —¿Odias a mi tatarabuela? —preguntó a pesar de saber la respuesta y él la miró, confuso. —¿Qué tiene que ver ella con nosotros, pequeña? —su voz fue un ronroneo que pretendía manipularla, pero no pensaba dejarse vencer tan fácil. —¿La odias? —insistió y él bufó, dándose por vencido.—No puedes pedirme que la reciba con los brazos abiertos después del daño que causó, pero ella no tiene nada que ver con lo que siento por ti. —La carcajada que Emma profirió lo tomó por sorpresa y ella aprovechó para empujarlo y apartarlo. —¿Lo que
Emma se movió nerviosa por la cocina, sus pasos inseguros resonaban contra el suelo de tablones y temía que en cualquier momento, podría tropezar con sus propios pies y caerse. Asher se colocó frente a ella para que no pudiera tener oportunidad de darle la espalda y calmarse. Al menos, él no se veía mejor y también parecía nervioso.No duró quieto en el mismo lugar por mucho tiempo, comenzó a caminar por la cocina y a hacer ruidos que resultaban molestos con el chasquido de sus dedos. Ninguno parecía querer dar el primer paso para iniciar la conversación, así que intentó concentrarse en lo que estaba haciendo. Sería la primera vez en varios días que comería algo de su agrado y el hambre se le había ido. No creía que fuera capaz de probar bocado después de ver a Ethan.Dejó de pensar en Asher y comenzó a buscar por toda la cocina lo que necesitaba. Como si él pudiera leerle el pensamiento, antes de que pudiera dar con ello, su compañero aparecía a su lado y se lo entregaba. Encendió
Desde que Asher se marchó de la cocina, Emma pasó las siguientes horas con su tatarabuela. Encontró a Endora en la habitación en la que se había instalado. La mujer estaba acostada en la cama y no tenía buen aspecto. Se veía muy enferma. —¿Te sientes bien? —Su tatarabuela intentó sentarse en la cama con esfuerzo y Emma la detuvo—. No hace falta que te levantes, abuela. Se apresuró a acercarse a la cama y se sentó a su lado. En tan poco tiempo, sentía un amor profundo por esa mujer, quizá era por los lazos familiares que las unían, o porque era incapaz de creer todas las cosas malas que hablaban de ella. Sin importar la razón, la amaba.—No te preocupes, solo son los achaques de una anciana, y tú, ¿cómo te sientes? ¿Fue productiva la charla con ese lobo tonto? Tardaron tanto en ponerse a hablar que al final agoté mis fuerzas y no logré enterarme de nada. —¡Abuela! ¿Me estabas espiando? —le reprochó y Endora se encogió de hombros sin ningún tipo de arrepentimiento. —A mi edad ya no
—Emma, ¿qué haces aquí? ¿Estabas escuchando? —Asher se sintió bastante tonto después de preguntar. La respuesta era obvia. Su compañera estaba allí, frotándose las manos una con otra mientras lo miraba con los ojos casi a punto de salir de sus cuencas oculares. Y él, en lugar de acercarse a ella y hacerle entender de una vez por todas que no era su enemigo, la estaba cuestionando por escuchar a escondidas. —No… No estaba escuchando, o sí, puede ser, tal vez, a veces escucho a escondidas. Es una mala costumbre familiar —habló demasiado rápido, con nerviosismo y el rubor en su rostro estaba muy extendido. —A veces escuchas a escondidas y… ¿Ahora lo estabas haciendo? —Asher se frotó la nariz en un gesto nervioso y miró el despacho destrozado con vergüenza, había perdido los estribos con Alaric—. Esto, hum, estábamos entrenando y se nos fue de las manos. Emma hizo un leve movimiento de su manos y Asher se vio arrastrado por el suelo hasta que su cuerpo chocó con el de ella. La abrazó
—Yo no estoy bajo ningún hechizo —Asher alzó el tono para ser escuchado por todos y su voz de mando los silenció—. Este no es un juicio para hablar de mi compañera, es para juzgar a su hermano y como dicta nuestra ley, a la persona a la que se le hizo el daño tiene derecho a decidir su castigo. Asher había dejado de tocarla, continuaba dándole la espalda. —Nadie que esté bajo el hechizo de una bruja sabe que lo está y por tus erráticas decisiones se ve que esta mujer es la que ahora está al mando de la manada porque te controla a ti. —Si yo controlara la manada ya habría cambiado de sanadora hace mucho tiempo —masculló Emma entre dientes, pero se olvidó del fino oído de los lobos. Alaric le colocó una mano sobre el hombro y se lo apretó con suavidad y Asher carraspeó como si eso pudiera evitar que la escucharan.—¡Bruja! Si tienes algo que decir, ten el coraje de hablarme de frente. ¡Todo estaba bien hasta que llegaste! Emma intentó controlar su carácter, no quería volver a explo