Emma se sentía presa de su propio cuerpo. Por más que intentaba escapar, era imposible. Su mente se encontraba sumida en una pesadilla de la que no podía desprenderse. Había regresado a la cabaña de Endora, Asher la despreciaba y el fuego la consumía, pero en ese momento, las llamas lamían su cuerpo y no podía hacer nada por evitarlo. Cada parte de ella quemaba, sentía su piel carbonizarse y sus labios estaban sellados. No podía gritar ni pedir ayuda. Mientras ella moría, su compañero la miraba sin decir una sola palabra. Él esperaba su muerte con una sonrisa, a la vez que le repetía una y otra vez que era una bruja y merecía ese dolor. Cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, la calidez de unas manos le acariciaban el cuerpo y lo acompañaban de un agradable frescor húmedo. «Pequeña, no te rindas, regresa conmigo», la voz de Asher se colaba entre sus pesadillas y por unos momentos el dolor se hacía más llevadero. «Estoy aquí, no voy a dejarte, intenta comunicarte conmigo,
Asher miró a su beta y sabía que la esperanza que mostró su rostro hizo que su amigo negara con la cabeza. —No, ¿estás loco? ¿Vas a fiarte de esta mujer? —dudó, pero el sonido de la respiración sibilante de Emma disipó cualquier vacilación que tuvo al respecto. No importaba el motivo de la presencia de la mujer, tampoco importaba el motivo por el cual no apareció antes si sabía que Emma necesitaba ayuda, su compañera ya estaba contra el tiempo y no tenía más alternativas. Era confiar en la bruja o dejarla morir, y eso no era una opción viable para él. Necesitaba a Emma más que respirar, eso solo podía significar que ella era su verdadera mate. —Si la salvas, estaré en deuda contigo, podrás pedirme lo que desees, pero sálvala. Te lo ruego —para expulsar sus últimas palabras fue necesaria una dosis muy alta de desesperación. Rogarle a una bruja, y más a esa que era la culpable de todo el mal de su manada, no entraba en sus planes, pero era increíble la necesidad que sentía de que E
Los siguientes días, Emma los pasó encerrada en aquella habitación bajo la continua supervisión de Asher y, cuando el deber lo obligaba a dejarla, Endora siempre aprovechaba para visitarla. Había pasado más tiempo dormida para recuperarse que consciente, pero siempre que abría los ojos, encontraba a Asher a su lado. Ni una sola vez estaba sola, él siempre estaba allí. A veces a su lado en la cama, otras sentado en el sillón mientras leía un libro, otras con la vista clavada en la chimenea como si viera algo muy interesante en el fuego, pero siempre en aquella habitación, vigilándola. Intentó preguntar por su hermano y pidió en muchas ocasiones que le permitieran visitarla porque necesitaba hablar con él, pero siempre obtuvo un «tienes que descansar» como respuesta. Emma no recordaba gran parte de lo sucedido, desde el momento en el que Astron decidió habitar su cuerpo hasta que despertó en aquella cama, todo era muy borroso en sus recuerdos, pero por los retazos que se colaban en
Asher intentó controlar todos sus impulsos desde que Emma despertó tras el ataque. Primero, porque ella estaba muy débil después de lo ocurrido y segundo, porque después de casi perderla, no confiaba en sí mismo para ser suave. Tras intentar parecer distante, comenzó a notar las dudas de su compañera hacía él y no quiso presionarla. Decidió que iba a demostrarle que ella sería su prioridad desde ese momento y que nada ni nadie lo haría cambiar de opinión.Le daría su tiempo para que creyera en él y entonces podría dar rienda suelta a todo lo que Emma le provocaba. Cuando le pidió que se quedara en aquel baño con ella desnuda, tuvo que darse la vuelta y marcharse antes de saltar sobre ese cuerpo que era una tentación para él. Aún estaba convaleciente y su lobo ya no soportaba más la contención a la que lo había sometido. Y más en las noches, cuando sentía su cálido cuerpo apretarse contra el suyo.Era una tortura, pero si tenía que sufrir para que Emma confiara en él, lo soportaría.
Emma sintió aquellas manos comenzar a recorrer su espalda. Primero, lo hizo de forma enérgica, sin ningún interés oculto más allá que el de limpiarla. Incluso, podría acusarlo de ser demasiado brusco, pero una vez más, decidió no quejarse porque cuando lo miraba, Asher estaba con la mandíbula apretada y una expresión de sufrimiento en el rostro. Intentó apartarse para que dejara de tocarla, si tanto esfuerzo le suponía aquella tarea, ella podía realizarla sin ayuda. Lo había hecho sola desde que fue lo suficiente independiente como para ocuparse de sí misma. No lo necesitaba ni él ni a nadie, se dijo a sí misma para fortalecerse, pero dolía su desprecio por más que intentara que no fuese así. Gracias a su brusco movimiento, a Asher se le cayó la pastilla de jabón al agua. Emma pensó que se detendría y aprovecharía esa oportunidad para marcharse, pero no fue así. Acercó más el taburete a la bañera para volver a acortar la distancia que ella había puesto y comenzó de nuevo a enjabon
Los siguientes días no hubo muchos cambios, continuaba recluida en aquella habitación, pero en esa ocasión por motivos muy diferentes, o eso creyó en un principio.Tras aquel desborde de lujuria en la bañera, Asher y ella continuaron en la cama y en cada parte de la habitación. Así había sido desde que se recuperó de lo ocurrido. Su lobo estaba insaciable y ella no se quedaba atrás. El vínculo que compartían se fortaleció y había comenzado a albergar esperanzas de que lo malo hubiera quedado atrás. Solo había algo que enturbiaba su felicidad, la falta de información. En cada ocasión en que Emma intentó sacar el tema de su hermano, de Endora, de lo ocurrido el día del ataque o de cualquier cosa que estuviera relacionada con saber qué ocurriría a partir de ese momento, Asher la besaba hasta hacerla olvidar lo que preguntaba y desviaba la conversación hacia el sexo. No se quejaba, lo que compartían era mucho más que físico y, en cada ocasión, sentía que le entregaba un pedazo más de s
—Iré a vigilarlas y me aseguraré de que regresen a sus habitaciones —le dijo Alaric y, antes de que saliera tras ellas, Asher lo agarró y lo detuvo. —No, no lo harás. —Su beta lo miró con incredulidad.—¿Vas a permitir que se marchen juntas, alfa? Por sí solas ya son lo suficiente peligrosas, ¿qué crees que harán si se unen en nuestra contra? —Asher gruñó y agarró a su mejor amigo por la camisa. —¿Te atreves a cuestionar mis órdenes? —siseó en un tono de mando que Alaric no podría rebatir. No le gustaba usar su autoridad de alfa con su beta. Eran amigos desde niños, confiaba en él y siempre le dio la libertad de poder expresarse sin censura, pero en aquel momento no estaba para sus reproches. Alaric no podía comprenderlo porque nunca había encontrado a su pareja. Para él, la manada estaba por encima de todo, y antes de conocer a Emma él pensaba lo mismo, pero en ese instante, su lealtad ya no sabía con quién estaba. Quizá habría sido mejor haber renunciado a ser el alfa cuando Et
—Eso no significa nada —pronunció con la voz demasiado afectada, pero no le impidió proseguir—. Lo que sea que tuviéramos no continuará. No voy a permitir que sigas jugando conmigo. —No juego contigo, Emma. Estás sacando conclusiones de una conversación de la que no sabes los verdaderos motivos —se apresuró a decir Asher sin apartarse ni un milímetro de su cuerpo. Emma colocó las manos en su torso e intentó apartarlo, pero él no se movió ni un centímetro. —¿Odias a mi tatarabuela? —preguntó a pesar de saber la respuesta y él la miró, confuso. —¿Qué tiene que ver ella con nosotros, pequeña? —su voz fue un ronroneo que pretendía manipularla, pero no pensaba dejarse vencer tan fácil. —¿La odias? —insistió y él bufó, dándose por vencido.—No puedes pedirme que la reciba con los brazos abiertos después del daño que causó, pero ella no tiene nada que ver con lo que siento por ti. —La carcajada que Emma profirió lo tomó por sorpresa y ella aprovechó para empujarlo y apartarlo. —¿Lo que