A pesar de que la sanadora le pidió que se quedara en la cama porque necesitaba descanso, los gritos la hicieron levantarse y asomarse a la ventana. Escondida para que no la vieran presenció toda la discusión, se sentía como una intrusa, una impostora y una amenaza para esa gente. No entendía cómo, en tan poco tiempo, había comenzado a tener sentimientos por Asher. La atraía, eso era innegable, pero ella no sabía nada del amor y no creía que eso fuera lo que sentía. Las sensaciones que la recorrían cuando estaba cerca de él no era otra cosa que deseo. Sin importar cómo fuera, ella debía intervenir, no podía permitir que esas personas atacaran a Asher y le hicieran daño por su culpa, solo de pensarlo se le descomponía el cuerpo. —Todos estábamos bien hasta que llegaron —escuchó que decía la sanadora y se apartó de la ventana para mirar a la mujer—. Los intrusos solo traen problemas, nos acostumbramos a vivir con la maldición y prefiero continuar así a que una apestosa bruja sea nue
Había pasado una semana desde que Emma gritara frente a su manada que lo rechazaba. Si Asher hubiera sabido lo horrible que se sentía el rechazo de su compañera, habría preferido no haberla encontrado.Ese día la dejó marchar, ordenó a sus hombres que no la siguieran y dejó de espiarla.A pesar de sus órdenes, Alaric le solía traer noticias sobre Emma. Ella se había recluido en la cabaña de la bruja y rara vez salía al exterior, pero en las contadas ocasiones que lo hacía nunca sobrepasada la barrera de protección que Endora había creado.Asher casi no dormía, continuaba con sus deberes como alfa, pero era como si su fuerza interna hubiera desaparecido. Solo Alaric se atrevía a entrar en su habitación, que era el lugar en el que pasaba más tiempo recluido.Lo toleraba porque era su mejor amigo, pero casi siempre fingía no escucharlo.—Déjalo de una vez —gruñó desde la cama y le dio la espalda—. Ya no me importa lo que ocurra con Emma, si quiere recluirse que lo haga, si Endora regresa
Emma se sentía sola y vacía. Había pasado una semana desde lo ocurrido y, para colmo, su hermano decidió marcharse por miedo a hacerle daño. Ni el mes que estuvo separada de Ethan en Pensilvania se había sentido así, comprendía la decisión de su hermano, la respetaba y estaba segura de que él sabría cuidarse bien solo, pero lo que la estaba martirizando era Asher y la voz de Endora en su cabeza.Su tatarabuela se había empeñado en hacerle la vida imposible desde que tomó la decisión de apartarse de Asher. ¿Acaso no tenía suficiente con lidiar con sus sentimientos? También debía tener esa molesta voz increpándola a todas horas.No la dejaba dormir, no la dejaba comer tranquila y ese día la cabaña parecía estar en guerra con ella. Se estaba congelando y cuando fue a encender el fuego de la chimenea, todos sus intentos no sirvieron de nada.Cuando la magia no funcionó, intentó hacerlo de forma manual, pero la madera destinada para ello había desaparecido. Decidió salir de la cabaña para
Emma se dio la vuelta para mirarlo de frente, aunque sabía que era un gran error porque, solo con sentirlo cerca, todas sus terminaciones nerviosas habían enloquecido. Verlo frente a ella, como Dios lo trajo al mundo, otra vez, le provocó un jadeo que poco tenía que ver con el temor.«Si te gusta lo que ves, ¿por qué no lo tomas para ti? No sabía que una nieta mía podía ser tan mojigata», la voz de Endora en su mente la hizo avergonzarse por los caminos que habían tomado sus pensamientos.Asher la miró y esbozó una lenta sonrisa, Emma supuso que él pensaba que la rojez de su rostro era debido a la visión de su cuerpo desnudo, y no estaba equivocado. Pero lo que la avergonzó de verdad fue la intromisión de Endora y esa capacidad para meterse en su cabeza y desvelar sus más sucios pensamientos.—¿Seguro que quieres que me aleje? —dijo Asher y dio un paso al frente para acortar la poca distancia que los separaba. Colocó ambas manos apoyadas en el tocón y la cercó entre sus brazos.Lo que
Emma se alejó y entró en la cabaña, dejó caer la espalda en la puerta y cerró los ojos. Por unos momentos, deseó no haber salido nunca de Pensilvania, vivir distanciada de la sociedad dolía mucho menos que todo lo que estaba descubriendo desde que había llegado allí.«Duele porque es tu compañero y hagas lo que hagas y por más que te empeñes en negarlo, no podrás hacer nada para borrar ese sentimiento si no estás a su lado», pronunció en su mente su tatarabuela e interrumpió su momento de flagelación.—A-ahora no, por favor —balbuceó con la voz entrecortada por aguantar las lágrimas—. Déjame sola.Endora obedeció, silenció sus palabras. Al menos de esa forma no tendría que avergonzarse por ponerse a llorar.El plan de ese día sería morirse de frío, de hambre y, para acabar, de tristeza. Las lágrimas ya comenzaban a caer por sus mejillas cuando el fuego de la chimenea ardió sin previo aviso y la temperatura de la cabaña comenzó a caldearse.—Gracias —pronunció en voz alta, no obtuvo re
—Al parecer sí que soy irresistible —murmuró para sí mismo y si la mujer no estuviera llorando quizá lo habría dicho en voz alta—. ¿Ocurre algo? No es que me moleste que me abraces, puedes hacerlo siempre que quieras, pero es… extraño.Ethan miró a Tala y notó la mirada sorprendida y hasta dolida de su amiga. Astrid se apartó un poco al escucharlo, pero mantuvo sus manos agarradas con firmeza en sus bíceps mientras lo miraba con los ojos llorosos.—Necesito hablar contigo, es urgente —dijo con voz temblorosa y también miró a Tala de reojo—. Por favor, pero no frente a ella, ¿podríamos hablar en un lugar más privado? No quiero que se entere nadie más.Ethan se maldijo por imaginar situaciones privadas con esa mujer y que eso lo emocionara tanto. Era demasiado hermosa, pero no quería defraudar a Tala y su amiga siempre le dijo que Astrid era una mala persona, aunque él se resistía a creerlo.Acabó por asentir, intrigado por aquella petición y le hizo un gesto a Astrid para que lo llevar
—¡Emma! —su hermano entró a la cabaña gritando su nombre con angustia.Ella había estado enfrascada en la lectura del diario de su tatarabuela desde que escapó de Asher. Aquello fue lo único que logró que no volviera a salir de la cabaña y cometiera la locura de acceder a todo lo que él le pidiera.Daba gracias a que no lo hizo porque lo que leyó en esas páginas no era bonito. Podía imaginar el dolor tan profundo que sufrió Endora en manos del hombre que amaba y no quería terminar como ella.El sobresalto provocó que Emma lanzara por el aire el grimorio de su tatarabuela y el libro cayera al suelo con un golpe seco.—¡Dios, qué susto! ¿Planeas matarme de un infarto? —farfulló de malhumor y, casi sin mirarlo, se agachó para levantar el libro.Ethan emitió un sonoro suspiro, tan sonoro que parecía el frenazo de un tren a punto de descarrilar. Su hermano tenía peor aspecto que la última vez que lo vio, estaba pálido, ojeroso y con una barba descuidada que le daba un aspecto de vagabundo.
—Si ya tomaste tu decisión será mejor que te prepares, la manada está esperando y todo está organizado para celebrar el ritual de unión —la voz de Alaric resonó con un tono grave y penetró en la habitación de Asher como un presagio sombrío.El alfa apenas se movía y su habitación se había convertido en su refugio desde el último rechazo de Emma.El día de la luna de apareamiento había llegado y por primera vez podía estar junto a su mate, pero ella no deseaba estar con él. Si hubiera imaginado lo doloroso que era el rechazo de su compañera, habría elegido nunca encontrarla.Al menos, de esa forma, podría ir a esa unión con la misma fortaleza que tenía antes de la llegada de Emma, pero ahora era imposible. Solo pensar en quedar unido a Astrid para siempre, le revolvía el estómago.—Sé bien el día que es, no hace falta que me lo estés recordando a cada minuto que pasa —gruñó y se levantó de la cama con el peso de la derrota sobre su cuerpo. Miró su ropa arrugada y, sin necesidad de ver