—No saldrás de la casa, Emma —dijo Ethan en cuanto entraron—. Y menos te quedarás a solas con ese hombre. ¡No te quedarás a solas con nadie!Su hermano se frotaba el rostro en un gesto nervioso y comenzó a caminar en círculos por la sala, sin un rumbo fijo. Una parte de ella sabía que Ethan tenía razón, pero otra parte se negaba a esa idea.—No pienso volver a encerrarme, viajé hasta aquí con el sueño de ser libre, de poder ser como el resto de las personas y tener una vida normal. No voy a perder eso —se quejó y se dirigió al sofá para sentarse.Estaba helada, le dolía el cuerpo por la caída y cuando intentó echarse la manta por encima, se dio cuenta de que la había dejado tirada fuera.—En esta ocasión me harás caso, mientras no descubramos todo y la forma de protegerte, no puedo arriesgarme a que salgas. ¡Me fui solo unas horas y te encontré a punto de ser abusada por ese hombre! —Ethan apretaba sus manos con tanta fuerza que un hilo de sangre comenzó a deslizarse hasta el suelo.P
Emma se encogió de hombros, quería quitarle importancia por más que estuviera muerta de miedo.—Mamá también decía que de ese abuso, nuestra tatarabuela quedó embarazada de dos mellizos como nosotros, pero que ellos no heredaron la maldición y eso ocurriría en la quinta generación.—Esos somos nosotros, Emma —afirmó su hermano—. Ya sabes cómo continúa esa historia, nuestra tatarabuela puso una cláusula en esa maldición. Solo se rompería el día que la bruja llegara a la manada y el alfa la sacrificara para liberar a su gente.—Mamá también decía que solo otro alfa podía vencer a uno de su misma clase y si alguna vez ocurría lo que ella intentaba evitar, el lobo que nacería de esa quinta generación podría evitar el sacrificio de la bruja acabando con la vida del alfa. —Emma pensó en Asher, en esos ojos que cambiaban de color cuando la miraba, en su olor, en el calor de su cuerpo y en la forma protectora en que la agarraba entre sus brazos. Todo ello hizo que le doliera el corazón al pen
Emma sintió que su cuerpo levitaba, el insoportable calor del medallón había desaparecido e intentó abrir los ojos para ver si su hermano se encontraba bien.Al hacerlo, un grito quedó atascado en su garganta. No era su imaginación, su cuerpo estaba levitando y se dirigía a hacia su habitación. Y eso no era lo peor, frente a ella se encontraba la misma anciana que los había llevado hasta ese infernal pueblo.Emma quiso hablar, gritar, moverse y atacarla, pedir explicaciones, cualquier cosa le habría bastado, pero estaba inmovilizada y su voz parecía haber desaparecido.—No te fuerces, niña —dijo la anciana y continuó caminando a su lado mientras su cuerpo levitaba y se deslizaba hacia el interior de la habitación.Finalizó su recorrido sobre la cama, una cama que, por arte de magia, se destapó sola y la cubrió con las mantas sin que la mujer hiciera otra cosa que mover sus manos desde lejos. Emma se frotó la garganta, quería pedir ayuda. Quizá Asher continuaba fuera y si ella gritaba
Asher pasó toda la noche a la intemperie convertido en lobo, su beta se encontraba a su lado. Unas horas antes, también habían estado allí la mayoría de sus hombres. Todos esperaban su señal para entrar en acción en cuanto la bruja saliera. Había visto a Endora entrar en la casa con total claridad.Esa mujer entraba y salía de su territorio con libertad y no podía perseguirla por culpa de esa maldición.Se estaba volviendo loco, si Emma le hubiera permitido entrar, él hubiera acabado con esa mujer de una vez por todas, pero esa protección mágica lo mantuvo fuera sin poder hacer nada.El sentimiento de impotencia lo estaba desgarrando. Sabía que Endora se había marchado hacía horas porque la maldita mujer tuvo el descaro de sonreírle antes de desaparecer.«Ella estará bien», le habló su beta desde el enlace mental.«¿Y si no lo está? Sabía que no era buena idea dejarla en este lugar», gruñó y un unos pasos llamaron su atención.El aroma que llegó a sus fosas nasales fue el de Tala, la
Emma despertó con el cuerpo dolorido y con el insistente golpeteo de su hermano tocando en su puerta. —Emma, ¿estás despierta? —Ella no pudo formar una sola palabra, gruñó como un animal herido y Ethan entró a la habitación sin esperar su respuesta. Su hermano se llevó la mano al pecho y sostuvo el medallón—. Dime que no estoy loco y que recuerdas lo mismo que yo. Emma carraspeó, sentía la garganta seca y no quería moverse porque, si lo hacía, no creía poder ocultar lo mucho que le dolía el cuerpo y su hermano se sentiría culpable. —Ni un buenos días, ni un café o traerme el desayuno a la cama para endulzar un poco el día, tú solo entra y comienza a interrogarme que no pasa nada. —Su hermano puso los ojos en blanco y bufó, pero eso no le impidió acercarse a su cama y sentarse con un salto como cuando era pequeño. El fuerte movimiento provocó que un gemido ahogado escapara de su garganta. —Dios, Emma, lo siento. ¿Todavía te duele? —preguntó y la miró con preocupación. —Solo es por
Asher esperó, impaciente, a que su beta le trajera la ropa que había pedido y que Tala intentara cumplir su misión de forma correcta. Agudizó sus sentidos y escuchó la conversación que mantenían los hermanos con la omega.—¡Les traje comida! —gritó Tala en el momento en que los hermanos salieron.Asher apretó la mandíbula al ver la forma en que Emma se movía con dificultad. Podía percatarse de cómo intentaba disimular el dolor, pero se le crispaba la expresión cada vez que daba un paso. Al menos, estaba viva.Se concentraría en ese pensamiento para no volverse loco por no poder ir detrás de Endora y acabar con ella de una buena vez.—Tú sí que pareces conocerme, estoy hambriento, como siempre —murmuró Ethan y pudo notar que miraba a la omega, avergonzado, sobre todo cuando Emma lo miró de reojo y frunció los labios en una mueca de disgusto—. Lo que quiero decir es que no tenías que haberte molestado, tenemos comida, no de la que me pide el cuerpo, pero no moriré de hambre.—¿Y qué más
Asher llevó a Emma a través del bosque, al principio ella no dejó de gritar y de dañarse al intentar escapar, pero cuando le explicó que solo quería que la viera la sanadora de su manada, se calmó.Era una mentira, Asher no pensaba permitirle que se apartara de él, se quedaría en el lugar al que pertenecía, a su lado, pero si era necesario ocultarle esa información para que dejara de intentar escapar, haría lo necesario. Ella era suya y le pertenecía.—Solo acepto ir contigo porque estoy hecha un desastre y no quiero que mi hermano se preocupe por mí —susurró Emma con voz débil cuando se acercaron a la casa de Asher y vio las miradas curiosas e inquisidoras de los demás lobos—. Pero en cuanto me cure tu sanadora, me voy de aquí. No quiero meterte en líos con tu pareja.—No te preocupes por eso —masculló entre dientes, Asher se había olvidado de Astrid.Había estado tan pendiente de Emma que ni siquiera recordó que la loba continuaba en su casa. Dejaría a su compañera en su habitación,
Asher salió de su despacho con paso firme y se dirigió al patio trasero de la casa. Sabía que lo que iba a decir no iba a gustar a muchos, pero no le importaba. Estaba decidido a defender su decisión a toda costa.La manada ya estaba allí a la espera de su llegada. Asher vio a Alaric y este le hizo una seña de apoyo. También vio a los padres de Astrid, que lo miraban con una sonrisa en el rostro. Estaba seguro de que ellos creían que aquella reunión era para hacerles saber a la manada que pronto se uniría con su hija. Y por supuesto, vio a Astrid, que lo miraba con odio y rencor, pero sus hombres no le habían permitido acercarse a su familia. Quería ser él quien les diera su versión sin que ella envenenara la historia.Asher se colocó frente a la manada y se aclaró la garganta.—Les doy las gracias por venir de forma tan apresurada. Tengo algo importante que anunciarles. —Hizo una pausa y respiró hondo, lo que venía no sería fácil, pero había tomado su decisión—. He encontrado a mi c