El Alfa arrepentido: Vuelve a mí.
El Alfa arrepentido: Vuelve a mí.
Por: Jannina Morales
1 El rechazo

«Te rechazo, te rechazo, te rechazo»

Daren pronunció la inminente frase tres veces bajo la luz de la luna. Un par de grandes lágrimas bajaron por mis mejillas, aunque me esforcé inútilmente por evitarlo, porque esa frase me desgarró el alma, tenía muchas ganas de tumbarme a llorar delante de Daren; no sé de dónde saqué fuerzas para mantenerme firme, pero logré contenerme.

Después de que Daren repitió tres veces la frase de rechazo, me correspondía a mí decir pronunciar mi nombre, seguido de la frase “acepto tu rechazo”

Me tardé varios segundos, pues los músculos en mi garganta se habían contraído porque yo, a toda costa quise evitar soltarme el llanto, ello no me dejaba articular una palabra.

Daren me observó expectante, se notaba impaciente esperando mi respuesta ante nuestra diosa que nos había emparejado.

Llené mis pulmones de aire hasta donde pude, luego dije:

—Yo, Aurora Braun, nieta de Henry Braun, …

Mis palabras se trancaron, solo debía decir que aceptaba su rechazo, pero de repente las lágrimas invadieron mi rostro, mis labios comenzaron a temblar, hasta que de repente un llanto involuntario me salió de lo más profundo del pecho.

Mientras eso sucedía miré a Daren a los ojos, vi cómo lentamente emergía en su rostro un gesto de enojo, en su frente se dibujaron tres líneas horizontales y sus ojos claros se tornaron gris oscuro.

Después con una voz que denotaba decepción me dijo:

—Estás haciendo justo lo contrario a nuestro acuerdo, creí que lo habías entendido todo, te juro que si no aceptas mi rechazo te haré pagar con tu vida, te voy a arrastrar desnuda por todos los caminos que existen en la manada.

Sentí que se me estaba quemando la cara, los amigos de Daren y sus compañeras me estaban observando; tenía vergüenza, dolor, tristeza; el rechazo de Daren había comenzado a surtir efecto en mis emociones.

Días atrás habíamos descubierto que la diosa nos había emparejado, yo estaba muy feliz, pero Daren no tardó en aclarar sus sentimientos de rechazo hacia mi, mientras yo estaba feliz porque ya conocía quien sería mi compañero, él estaba muy decepcionado porque aspiraba como compañera a una chica de su misma clase.

Yo era muy distinta, mi familia no poseía fortuna ni nada que me pusiera en un lugar privilegiado dentro de la manada HochFinster, pues yo provenía de otra muy pequeña y lejana; menos aún, tenía privilegios cerca de la familia Castell, de la cual él era uno de sus herederos.

Daren miró hacia el cielo, las nubes estaban cubriendo el panorama, ese día no debía haber luna llena, fue mediante un fuerte hechizo que una bruja realizó por encargo de Daren para ese fin, desligarse de mí para siempre.

Él al ver que el cielo se estaba nublado, supo que el hechizo ya estaba por acabar.

—Vamos Aurora, haz lo que acordamos hace días, ¡di las malditas palabras!

Yo tenía intenciones de decirlo, pero necesita fuerzas y aire que llenara mis pulmones. La dureza con la que él me hablaba, hacía que mi corazón se desalentara, jamás pensé que el rechazo de mi mate fuera a causarme tanto daño.

Los ojos se me llenaron de lágrimas, mi alma se vistió de amargura, entonces dije dentro de sí:

“Cómo puedes hacer esto después de que nos entregamos el uno al otro.”

Si, Darién y yo estuvimos juntos, me entregué a él creyendo que sería para siempre, no necesitaba una boda, yo confiaba en él, creí como una tonta que ambos obedeceríamos a la diosa y seguiríamos sus designios.

Daren ya estaba preocupado porque a cada segundo el cielo se nublaba más. Me agarró con fiereza y me sacudió.

—¡Di tus malditas palabras! Tenemos un maldito trato y si no lo haces haré que tu familia pague caro.

Me empujó con furia, yo caí sobre la hierba y lloré.

—¡Basta Aurora, deja tus lloriqueos! Por eso no quiero estar contigo, no me gustan las betas insignificantes y lloronas.

Sentí enojo, no se suponía que él fuera a tratarme así, aún estaba llorando, miré hacia el cielo, la luz de la luna ya estaba por desaparecer, nubes grises y espesas vistieron el firmamento, de repente tuve la valentía de decir:

—Yo, ahora Braum, nieta de Peter Braum, acepto tu rechazo.

Daren me miró con fijeza mientras pronuncié dichas palabras, sus labios se arquearon hacia arriba, tenía en su rostro una expresión triunfante y dio un leve suspiro.

—Eso era todo, gracias, creí que se perdería el hechizo.

De repente todo el panorama se oscureció, la tarde se convirtió en noche y una fuerte lluvia comenzó a caer sobre Daren y sobre mi; mi cabello se empapó, el agua que caía sobre mi cara borró mis lágrimas y quizas se llevó mi alma, porque desde ese dia no vuelto a ser la misma loba, dulce, alegre, soñadora; ya no.

Fuí rechazada por mi mate.

Daren me miró con su frialdad por última vez, se dio vuelta y corrió hacia donde su auto se encontraba, sus amigos ya habían subido en los de ellos, todos se marcharon sin mirar atrás, a nadie le importó que yo estuviera allí, sola, en la oscuridad, en medio de esa montaña

Con ilusión esperé por tres años que la diosa revelara a mi pareja, no sucedió cuando cumplí diecisiete, yo aún vivía en el territorio de la manada de donde provengo, allá vi como la diosa emparejó a casi todos los chicos del barrio, pero yo estaba en el pequeño grupo que no lo experimentó, cuando supe que mi padre debía mudarse a una nueva manada por asuntos de trabajo, sentí grandes esperanzas, pues estaba segura de que aquí la diosa revelaría a mi compañero.

«Te rechazo, te rechazo, te rechazo»

Esas palabras resuenan a cada segundo en mi cabeza, siento dolor y a la vez rabia, cómo pudo rechazarme después de que me entregué a él, le di mi pereza, ahora no soy una loba apta para el matrimonio, ningún lobo honorable querrá tomarme como esposa después de que he sido de otro.

Me metí bajo un árbol a soportar la lluvia y el frío, aunque la incomodidad que el frío produce sobre tu ropa mojada no significaba nada a la horrible sensación que ese día sentí por el rechazo, no se lo deseo a nadie. Creí que eso sería todo, que al regresar al pueblo todo sería normal como siempre, pero momentos muy difíciles estaban por empezar.

Cuando tuve fuerzas para levantarme fui a mi auto, un pequeño y viejo escarabajo, nada comparado al lujoso auto de Daren.

Qué tonta fuí, debí suponer desde el principio que él jamás dejaría que la diosa lo uniera a la hija del jardinero de la mansión de su familia, que además hace trabajos de niñera de los pequeños lobos de la familia Castell.

Me quedé por un rato sentada frente al volante, lloré con tanta amargura, deseé con todas mis fuerzas desaparecer, jamás volver a casa; lo peor para entonces era que mi familia y yo vivíamos en la pequeña casa del jardinero, en la parte trasera de la mansión de la familia Castell.

Huir no era una opción, no podía abandonar a mi familia, tenía una hermana enferma de cáncer, mi mamá y yo cuidamos de ella mientras papá trabajaba intentando proveernos de nuestras necesidades. Además teníamos una deuda grande que pagar al jefe de la familia, Gabriel, el tío de Daren, que le había prestado millones a mi padre para el tratamiento de mi hermana.

Papá tenía un trato con su jefe, pagaría la deuda haciendo trabajos de jardinería durante tres largos años sin descansar, o, prestando sus servicios sin descanso los siete días de la semana.

Encendí el auto y me marché de la montaña hacia la ciudad de aquella mañana, me dirigí a la mansión, rogando a todos los dioses que Daren no estuviera merodeando los jardines de la mansión cuando yo llegara, no deseaba verlo.

por suerte eso no sucedió, quizás se había ido a una disco a celebrar con sus amigos que se había liberado de mi.

—Hola mamá. —saludé y pase rápido hacia el cuarto donde dormía junto con mi prima Maite, procuré que mi madre no viera mi rostro, estaba segura que la tristeza de mi alma se reflejaba en mi rostro, no tenía como cambiarlo, pero si pude evitarlo mama me viera, no quería que nadie de mi familia se enterara de que un heredero de la familia castel había jugado con mis sentimientos, ante todos ellos las cosas debían continuar su curso, mis padres ya tenían suficientes problemas con mi hermana enferma.

Maite era la única que conocía todo acerca de lo que había sucedido.

—¿Qué sucedió?

—¿Qué crees que sucedió? —Mi temple se derribó y me solté en llanto.

—Fue horrible, jamás me había sentido tan rechazada, quisiera morir y no sentir más este dolor.

Maire me consoló.

—Lo vas a superar, dejarás de amarlo.

—Siento que lo odio, no quiero verlo nunca más.

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