*** El cuerpo estaba limpio, pero parte de su alma no podía estarlo. Frente al espejo, noto los chupetones en la clavícula que, de solo recordar, le causaron nauseas. Aun si restregara fuerte sobre la marca, esta no desaparecía. La piel solo se tornó roja en la zona, dejando caer algunas lágrimas junto a una mirada perdida. El tacto que Oliver habida dejado en la piel, era aborrecido. Solo cuando recordó a su salvador, logro volver a darse una ducha de agua fría para agradecer poseer el sentimiento de ser protegida por él. Una sonrisa apagada pero segura, se dibujó en los labios que antes habían sido agredidos por el enemigo. El recuerdo de un maravilloso beso, colocado en un marco mental dulce y empalagoso, ahora resultaba destruido y reemplazado por una agresivo y asqueroso. De inmediato forcejeo las muñecas contra la boca, deseando volver a marcarlos con el tacto de Marco. Pero le resultaba imposible pensar en ese apreciado beso sin la sensación que Oliver dejo como un tatuaje
*** Caminando con dirección hacia su recamara, el educador pensaba sobre los hechos del día que enfrento con ira y dolor. Por lo general no se involucraba más allá de lo educativo, pero esta vez se había visto obligado a interceder en un delito que no tendría culpable, en vista de algunos puntos de vista. >>Sé que no me contendré si lo vuelvo a ver>Ya olvídalo Marco. Ella es solo tu alumna…<< volvió a engañarse. A pesar del frio, decidió ducharse con agua fría con la intención de apagar cualquier llama prohibida. Luego de un rato, cerro la llave de la fregadera y tomo una toalla para secarse el rostro y el torso del cuerpo, envolviéndolo en la cintura como último a
*** Los labios resecos acompañados del instinto de necesitar líquido para el cuerpo, provocaron que Mariana lentamente despertara al cabo de algunas horas de la madrugada. Confundida y divagante, observo la compañía de Marco, quien la abrazaba mientras dormía a su lado. De inmediato los acontecimientos del día, pasaron por la conciencia como un rollo de película que corre sin parar, ocasionando que reaccionara con miedo, temblando ligeramente. En un intento desesperado por manejar las emociones, contuvo la respiración por unos segundos y exhalo con pesadez para inhalar aire con tranquilidad y controlar las ideas que le golpeaban la conciencia. Si bien, deseo creer que todo lo ocurrido con anterioridad resultaba ser una pesadilla, pronto estuvo dividiendo el deseo a medias al fijarse en el hombre apegado a ella, como si la reclamara mientras le demostraba que era alguien valiosa. >>Las pesadillas no resultan ser tan lindas si contamos este momento<< cerro los ojos, sonriendo cómod
No pensando con claridad, pregunto a la joven sobre si recordaba los lugares del cuerpo que habían sido invadidos y ensuciados. La joven guardo silencio sintiendo vergüenza, ladeando la mirada el mayor, inquieto ante la respuesta que no obtuvo. Desesperado, le recorrió la espina dorsal de arriba con el pulgar, seguido de la yema de los dedos que se unieron, notando que no lo rechazaba en absoluto. –Debes odiar el tacto de ese hombre –siguió sin respuesta– ¿Odias el mío? –volvió a recorrerle la espalda de abajo hacia arriba, obteniendo como respuesta la negación con la cabeza–. Pensé que empezarías a odiar el tacto de cualquier otro hombre, por ejemplo el mío. –No –respondió tímida–. El tuyo es… distinto. El deseo de saber la profundidad de las palabras, lo llevaron a continuar en actos y palabras. –Por qué sería distinto ¿Qué lo hace diferente? –deslizo los dedos que se enlazaban a los de ella, liberándolos para sujetarle la cintura que acaricio suave y lentamente sobre la tela.
El sonido de la punta metálica, unida al tubo de tinta que impactando sobre la fina superficie del papel que contenía preguntas, resultaba ser el único sonido en la tranquila habitación. El tiempo transcurría y la mirada del hombre se posaba en la joven de cabellera castaña y ojos del mismo color, concentrada en no fallar ninguna interrogante. –He terminado. Anuncio, desconectando la atención que le otorgaba la segunda persona en el lugar. –Lo revisare de inmediato. La resonancia de los pasos al andar, llenaron los espacios silenciosos del sitio, deteniéndose apenas estuvo en frente de la joven. Tan pronto tomo la hoja, hizo aparecer un esfero rojo que comenzó a mover sobre el papel, terminando de calificar las interrogantes que lo hizo curvear los labios complacido, dejando la mirada oscura sobre la joven que entendió el gesto en el rostro. –Felicidades. Ha respondido todo correctamente. Una exclamación de victoria junto a la satisfacción de todos los esfuerzos, dejaron en evid
*** –Estoy asustada pero al mismo tiempo emocionada –entrelazo las manos, nerviosa al ver el agua de la piscina. –El primer paso para aprender a nadar es saber flotar. –En mi caso, el único paso que conozco es hundirme –arqueo las cejas, resoplando desanimada. –Debes dejar el pesimismo o solo conseguirás seguir estancada. Para lograr lo que quieres, necesitas convencerte de que puedes logarlo, seguido de intentarlo sin detenerte en persistir y mejorar. –De acuerdo. Si tú lo dices así debe ser –inhalo y exhalo múltiples veces–. Solo necesito aprender lo que mi padre no quiere que aprenda y así ganare esta guerra. –Sin duda le gusta ir en contra de él. –Por supuesto –sonrió sin una pisca de arrepentimiento. Marco no continuo con el dialogo, limitándose a posicionar en el asiento la mochila que llevaba con él, sacando y entregarle una bolsa de compra, mirando con extrañes la joven al percatarse del contenido. –Esto… ¿es para mí? –Por supuesto. Imagine que no tenías uno, así que
El tiempo circulo de prisa, hasta la hora de la merienda, tomando la decisión de descansar y degustar los aperitivos que prepararon con anterioridad en la cocina. –Sin duda, los emparedados son mi especialidad –orgullosa, le ofreció uno a Marco, comiéndolo en seguida, convenciéndose que tenía talento para la cocina. –Antes tenía una interrogante sobre mi alumna aprendiendo a cocinar y si lo aria bien. Pero ahora, me lleno de alivio y satisfacción al darme cuenta que si alguna vez llega a vivir sola, al menos no morirá de hambre ante el sabor de los alimentos. –¿Gracias? –arqueo la ceja, trato de descifrar si era un alago o un insulto. –Es un alago. Aunque es algo sencillo, es importante el sabor que se obtiene al final. Y este emparedado sabe muy bien. Recostado sobre el árbol, dejo la posición pulcra y recta por una despreocupada y relajada. Sentado con una pierna recogida que sostenía uno de los brazos, miro el recipiente con el resto de emparedados, observando a la calmada Mar
>>No puedo creer lo inmaduro de mi comportamiento<< Deslizaba los dedos sobre las portadas de los libros que de inmediato coloco y ordeno en la estantería perteneciente a la biblioteca. Las pupilas oscuras intentaron encontrar una agradable distracción que lo sumergiera en las letras profundas de algún autor, pero sin éxito se encontró limpiando el lugar como una excusa para la distancia ante la nula atracción a un libro. La mente que antes podía encontrar paz y control a lo que hiciera, pasaba por una crisis que debía enfrentar con un poco de espacio y silencio. Y para él no estaba mal la acción que tomaba para la calma. El problema residía en que evitaba a la causante de la crisis, que no tenía conocimiento de los hechos, y lo obligaba a ocultándose en una biblioteca. El ceño fruncido y la mirada al frente de en dirección al libro, lo volvían consiente del acto de ignorarla en la mañana, seguida de las clases que suspendió y el almuerzo que no compartieron juntos, todo porque nec