No pensando con claridad, pregunto a la joven sobre si recordaba los lugares del cuerpo que habían sido invadidos y ensuciados. La joven guardo silencio sintiendo vergüenza, ladeando la mirada el mayor, inquieto ante la respuesta que no obtuvo. Desesperado, le recorrió la espina dorsal de arriba con el pulgar, seguido de la yema de los dedos que se unieron, notando que no lo rechazaba en absoluto. –Debes odiar el tacto de ese hombre –siguió sin respuesta– ¿Odias el mío? –volvió a recorrerle la espalda de abajo hacia arriba, obteniendo como respuesta la negación con la cabeza–. Pensé que empezarías a odiar el tacto de cualquier otro hombre, por ejemplo el mío. –No –respondió tímida–. El tuyo es… distinto. El deseo de saber la profundidad de las palabras, lo llevaron a continuar en actos y palabras. –Por qué sería distinto ¿Qué lo hace diferente? –deslizo los dedos que se enlazaban a los de ella, liberándolos para sujetarle la cintura que acaricio suave y lentamente sobre la tela.
El sonido de la punta metálica, unida al tubo de tinta que impactando sobre la fina superficie del papel que contenía preguntas, resultaba ser el único sonido en la tranquila habitación. El tiempo transcurría y la mirada del hombre se posaba en la joven de cabellera castaña y ojos del mismo color, concentrada en no fallar ninguna interrogante. –He terminado. Anuncio, desconectando la atención que le otorgaba la segunda persona en el lugar. –Lo revisare de inmediato. La resonancia de los pasos al andar, llenaron los espacios silenciosos del sitio, deteniéndose apenas estuvo en frente de la joven. Tan pronto tomo la hoja, hizo aparecer un esfero rojo que comenzó a mover sobre el papel, terminando de calificar las interrogantes que lo hizo curvear los labios complacido, dejando la mirada oscura sobre la joven que entendió el gesto en el rostro. –Felicidades. Ha respondido todo correctamente. Una exclamación de victoria junto a la satisfacción de todos los esfuerzos, dejaron en evid
*** –Estoy asustada pero al mismo tiempo emocionada –entrelazo las manos, nerviosa al ver el agua de la piscina. –El primer paso para aprender a nadar es saber flotar. –En mi caso, el único paso que conozco es hundirme –arqueo las cejas, resoplando desanimada. –Debes dejar el pesimismo o solo conseguirás seguir estancada. Para lograr lo que quieres, necesitas convencerte de que puedes logarlo, seguido de intentarlo sin detenerte en persistir y mejorar. –De acuerdo. Si tú lo dices así debe ser –inhalo y exhalo múltiples veces–. Solo necesito aprender lo que mi padre no quiere que aprenda y así ganare esta guerra. –Sin duda le gusta ir en contra de él. –Por supuesto –sonrió sin una pisca de arrepentimiento. Marco no continuo con el dialogo, limitándose a posicionar en el asiento la mochila que llevaba con él, sacando y entregarle una bolsa de compra, mirando con extrañes la joven al percatarse del contenido. –Esto… ¿es para mí? –Por supuesto. Imagine que no tenías uno, así que
El tiempo circulo de prisa, hasta la hora de la merienda, tomando la decisión de descansar y degustar los aperitivos que prepararon con anterioridad en la cocina. –Sin duda, los emparedados son mi especialidad –orgullosa, le ofreció uno a Marco, comiéndolo en seguida, convenciéndose que tenía talento para la cocina. –Antes tenía una interrogante sobre mi alumna aprendiendo a cocinar y si lo aria bien. Pero ahora, me lleno de alivio y satisfacción al darme cuenta que si alguna vez llega a vivir sola, al menos no morirá de hambre ante el sabor de los alimentos. –¿Gracias? –arqueo la ceja, trato de descifrar si era un alago o un insulto. –Es un alago. Aunque es algo sencillo, es importante el sabor que se obtiene al final. Y este emparedado sabe muy bien. Recostado sobre el árbol, dejo la posición pulcra y recta por una despreocupada y relajada. Sentado con una pierna recogida que sostenía uno de los brazos, miro el recipiente con el resto de emparedados, observando a la calmada Mar
>>No puedo creer lo inmaduro de mi comportamiento<< Deslizaba los dedos sobre las portadas de los libros que de inmediato coloco y ordeno en la estantería perteneciente a la biblioteca. Las pupilas oscuras intentaron encontrar una agradable distracción que lo sumergiera en las letras profundas de algún autor, pero sin éxito se encontró limpiando el lugar como una excusa para la distancia ante la nula atracción a un libro. La mente que antes podía encontrar paz y control a lo que hiciera, pasaba por una crisis que debía enfrentar con un poco de espacio y silencio. Y para él no estaba mal la acción que tomaba para la calma. El problema residía en que evitaba a la causante de la crisis, que no tenía conocimiento de los hechos, y lo obligaba a ocultándose en una biblioteca. El ceño fruncido y la mirada al frente de en dirección al libro, lo volvían consiente del acto de ignorarla en la mañana, seguida de las clases que suspendió y el almuerzo que no compartieron juntos, todo porque nec
Curveando los labios, lejos de la vista de su estudiante, Marco oculto la satisfacción de la respuesta que le dio, aprovechándolo en secreto para poder tocarla de manera pulcra con la excusa de ayudarla. Consiente del atrevimiento que se tomaba al pasarse de la raya, decidió ignorarse por un momento y colocarse una raya adicional al hecho de propasarse. Sin espera, la imaginación joven no se hizo esperar así como los posibles escenarios de películas que había visto donde el tacto escalaba a poseerla sobre el instrumento que terminaría escuchándose de manera estruendosa cuando él la poseyera, apoyándose en el piano. –Iniciemos… Ante una palabra, volvió a la realidad sin sentirse decepcionada, siendo consiente que tal escena no sucedería pero si el tacto que la mantendría contenta y en el presente. Los dedos comenzaron a moverse lentamente y sin ritmo, comenzando a sonar las teclas sin una melodía unísona, guiadas por el conteo básico que el mayor daba cerca del oído en repetición s
*** Las partituras del teléfono coincidían con la melodía que se tenía como resultado final. ¿Cuantas horas tuvo de practicar para conseguir el mejor resultado? La respuesta fue “muchas”, pero sobre todo debía hacerlo en secreto. Dos días después de hablar con Doc. Mariana estaba convencida de que Marco jamás la miraría como ella lo veía. Las preguntas sobre los intereses amorosos de Marco empezaron y se terminaron con un único nombre. >>Jennifer<< perdió la mirada que antes estaba sobre el teclado. Doc no agrego ninguna otra información con el nombre o derivado a este. Solo le aseguro que Marco amaba, amo y amaría a una única mujer, aun cuando no podía poseerla. Las esperanzas de la joven murieron de inmediato y se sintió estúpida por lo que pensaba y estaba a punto de ejecutar. Sabía que sin importar cuanto lo intentara, la mirada de Marco solo la catalogaría como “su alumna”. La actual alumna que se había enamorado de él y no podía continuar soportando si no fuera por el cont
Los temores la devoraron al escuchar la orden de detenerse. Sorprendida y asustada, congelo los movimientos, dejando una mirada baja que contenía pánico ante lo que había hecho. >>¿Qué he hecho?<< tragar saliva resulto tan difícil como el acto de intentar verlo. La idea de encontrarse con un rostro furioso que le diera la respuesta contraria a la que esperaba, la hizo sentirse destruida. La película con sus fantasías se destruyó ante una sola palabra, dando paso a la otra que jamás intento visualizar por temor a no ser correspondida. –Esto está mal –endureció la voz, molesto. Una frase basto para causarle escalofríos y pavor. La conciencia la escupió a la realidad y de inmediato tuvo el presentimiento de predecir lo que aria o diría. –Retráctese sobre la dedicación de la canción y hágame saber que me estoy equivocando con lo que pienso. Mariana comprendió a lo que se refería, y por un instante estuvo de acuerdo en seguirle la corriente y cambiar los hechos ante lo que había ejecu