Mientras tanto, Mariana caminaba por la mansión, maldiciendo internamente por tener otro idiota detrás de ella, jurándose nuevamente, sacarlo corriendo de la mansión, lo más pronto posible. Al llegar la hora de la merienda, Mariana comió lo que se le sirvió, sin rechistar de los alimentos. Su mente estaba tan ocupada, pensando un plan para deshacerse de su tutor, que ni siquiera la presencia de este mismo, pudo impedir que maquinara un plan, que lo sacaría de su vida. –Gracias por los alimentos –sin expresión alguna, Mariana se levantó de la mesa y camino sin rumbo fijo, fuera del comedor. Su mente era ingeniosa y perversa, siempre conseguía lo que quería, aun si esto le costara ser buena niña, por un día. Era viernes. El único día en que su padre le prestaba algo de atención a su entorno en la mansión, y a ella durante la cena. Así que lo usaría sabiamente para su plan. Y así fue como el tiempo prosiguió, y la hora de la cena llego. Marco, por primera vez, vio al señor Arón, ce
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