Permaneció estático por un momento, sin dejar de observar a la chica desmayada, era hermosa, tenía el aspecto de un ángel, cuando reaccionó no pudo evitar acariciar su rostro con las yemas de sus dedos, sintió una especie de corriente fluyendo entre ellos, vio un líquido rojo recorriéndole la frente, se había herido en la colisión. Por un momento tuvo sentimientos encontrados, una parte de él, quería alejarse de ella como quien huía de la peste, porque tan solo recordar de quien era hija, le producía una profunda repulsión, removiendo su estómago con asco, la rabia se agitaba en su interior, la otra, deseaba atenderla y protegerla, sacudió la cabeza con confusión “¿Qué diablos me importa esta chica? Solo debe interesarme para mis planes de usarla en contra del desgraciado de su padre, nada más”, se dijo mentalmente.
La soltó, dejándola caer en el asiento sin ninguna consideración, como una muñeca sin vida, sin embargo, no esperaba que ese movimiento provocara su reacción, enseguida la vio abrir sus ojos y lo miró con esos intensos ojos azules, daba la impresión de estar esculcándolo hasta lo profundo de su alma, entreabrió sus labios, pasando su lengua por ellos en un gesto que le pareció sensual, luego comenzó a pronunciar palabras incoherentes.
—Morí, estoy en el cielo, frente a mí tengo a un ángel —profirió al ver al hermoso hombre de ojos azules, alto, musculoso, con una barba bien cuidada y cabello castaño, con su imponente presencia intensificada al reflejarse los luminosos rayos del sol, el mismo que había visto en horas de la mañana.
Christian iba a retirarse, no obstante, ella lo tomó por el brazo impidiéndole alejarse. El hombre poco le gustaba recibir el contacto físico de desconocidos, iba a apartar su mano, pero la vio tan vulnerable que terminó permitiéndoselo. Además, le causó curiosidad sentir de nuevo esa especie de corriente eléctrica en el lugar donde ella hizo contacto con su piel, la cual segundos después se extendió por todo su cuerpo, hasta instalarse en un punto específico de su anatomía.
Ella seguía hablando incoherencias, no pudo evitar reprenderla.
—¡Cállate! ¿Por qué dice tantas estupideces? ¿Acaso quedaste loca con el golpe en tu frente o ya lo estabas? —espetó molesto y con un gesto despectivo—. Quédate quieta. Voy a llamar al 911 para pedir ayuda para ti.
Intentó apartarse por segunda vez, más ella intensificó su agarre, tomándolo con mayor fuerza como si no quisiera dejarlo ir.
—¡Por favor no se vaya! No me deje sola… me siento cansada y mareada —hizo una pausa, mientras su rostro palidecía más—. Acompáñeme hasta que vengan por mí. Tengo mucho miedo de quedarme sola, no me gusta la soledad. —suplicó la chica con un gesto de tormento en sus ojos.
No pudo evitar recordar, todos esos momentos en los cuales estuvo enferma y no había nadie para atenderla, porque su padre nunca quiso ver por ella, y ni siquiera permitía que la atendiera alguna niñera o señora de servicio, no supo que era tener un padre afectuoso, no se le dio esa dicha, siempre se comportó indolente e inclemente con ella, jamás le había dado el mínimo indicio de amor, todo era para Lynnet, ella era la hija renegada, a quien no le perdonaba haber sido la responsable del accidente donde murió su madre, un intenso dolor la invadió, las lágrimas se agolparon en sus ojos, su cuerpo comenzó a temblar.
—¡Yo no quise! No lo recuerdo. No soy una niña mala ¿Verdad que soy buena? —decía como si estuviese hablando con alguien, en un tono de voz
Christian la escuchó, frunció el ceño, pero no tenía el mínimo interés de involucrarse con ella, no deseaba sensibilizarse frente a su sufrimiento, incluso ni siquiera tenía ningún interés en quedarse, “¿Por qué debería hacerlo?” se preguntó, sintiéndose irritado, le tenía sin cuidado la hija de Jonás de su parte nunca encontraría ningún consuelo de su parte, por eso le molestó su petición y en tono déspota agregó.
—No soy tu niñera para cuidarte ¡Suéltame! —la apartó con brusquedad, tirándola en el asiento de nuevo, con ese gesto la hizo golpear, la chica profirió un gemido de dolor, que fue ignorado por el hombre, procediendo de inmediato a llamar a emergencias.
Una vez cortó la llamada, recibió otra, frunció el ceño con un poco de desconcierto al ver en la pantalla de su teléfono móvil de última generación, registrando el nombre de Sally.
Su corazón pegó un brinco de la emoción, ella era la mujer más importante en su vida, pues por un tiempo se sintió atraído por su extraordinaria belleza, pero como su único objetivo en la vida había sido la venganza, la rechazó, ella terminó casada con su mejor amigo, quien se encontraba en ese momento de viaje y le había encargado de cuidarla, protegerla mientras durara su ausencia, por eso sin perder tiempo, le atendió la llamada.
—¡Sally! —exclamó sin ocultar su tono de preocupación, para enseguida su oído ser invadido por la dulce voz de la mujer.
—¡Oh Christian! —exclamó con un tono de lamento—. Siento mucho molestarte, juro que de no ser una emergencia no lo habría hecho, estoy avergonzada porque sé eres un hombre muy ocupado, pendiente de tantas cosas para yo cargarte con la mía, pero ahora eres lo único que tengo.
—No te preocupes Sally, siempre estaré para ti cuando me necesites. Dime ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó tratando de controlar los latidos acelerados de su corazón.
—Tuve un terrible accidente, caí subiendo las escaleras y me golpeé bastante fuerte, necesito atención médica urgente. Me siento muy mal, no tengo a quien más acudir, mi esposo no está, solo puedo contar contigo. ¡Por favor, ven! —suplicó la mujer al otro lado de la línea, en un tono de sufrimiento.
Escucharla con ese tono de voz, como si padeciera un profundo dolor despertó un incidió de preocupación en su interior, sin embargo, por un par de segundos un atisbo de duda cruzó por su mente, se volteó a ver a la chica en el asiento sangrando, no había llegado la ambulancia, no obstante, su prioridad era Sally, la consideraba como su familia, sin dudarlo le respondió en tono tranquilizador.
—No te preocupes cariño, dame diez minutos y estaré a tu lado —respondió, cortándole la llamada.
Escuchó a la chica en el auto llamarlo de nuevo.
—Por favor, no me deje sola, ¿podrías quedarte conmigo? Hasta que llegue la ambulancia —el tono de voz de la chica era de angustia, pero él endureció el corazón, se negaba a percibir algún sentimiento de bondad por ella, poco le importaba su sufrimiento, por eso no hizo caso de su dolor.
—Lo lamento, pero no puedo quedarme contigo. Tengo compromisos ineludibles y son más importantes que permanecer al lado de una desconocida. Además, tienes bien merecido lo sucedido, por haberte saltado el semáforo en rojo, has sido negligente. Ahora, no solo estás herida, sino también deberás pagar por los daños ocasionados a mi auto, no crea te vas a librar de ello. Enviaré a mis abogados al hospital, también voy a darte la tarjeta, por si sales antes de que ellos vayan, una vez seas atendida, procedas a llamar.
»Te advierto, más vale que no intentes eludir tu responsabilidad, porque si lo haces juro que vas a sufrir las consecuencias de tu omisión, no soy un hombre tolerante —, cuando vio la sangre corriendo en mayor volumen por su rostro, se sacó un pañuelo del pantalón sin ninguna ceremonia y se lo extendió —. Ten, colócatelo en la herida para evitar continúes sangrando, mantén la presión en ella —pronunció, para luego a pasos apresurados, sin mirar atrás alejarse, dejándola completamente sola.
Entretanto, la chica olía el pañuelo y acariciaba las iniciales observadas en el mismo, CGJ, suspiró con ilusión, nunca creyó conocer un príncipe andante tal cual los describían en los cuentos infantiles de niños contados por su madre, suspiró con ilusión, pero enseguida, un intenso dolor de cabeza la acechó, al punto de hacerla perder el conocimiento una vez más, sumiéndola en la profunda oscuridad, a ese mismo lugar donde muchas veces entraba y no quería salir, sino permanecer por siempre allí, donde no sentía ningún dolor, ni físico ni del alma.
“No existe la oscuridad suficiente en todo el mundo para apagar la luz de una pequeña vela.” Robert Alden.
CAPÍTULO 3. LYNNET JOHNSON.Lynnet se encontraba en la peluquería haciéndose un tratamiento de belleza, ya le habían dado los últimos retoques a su impresionante cabellera rojiza, era inevitable llamar la atención a donde fuera, gozaba de una belleza extraordinaria, causando admiración, no solo a los hombres sino también en las mujeres. Se observó al espejo con devoción, se sentía orgullosa de su hermosura, nadie podía compararse con ella, además era una asidua visitante de las estéticas, porque le encantaba resaltar los atributos que sabía la naturaleza le había dado.Su teléfono comenzó a sonar lo levantó, sin embargo, al mirar la pantalla y ver la imagen de Lynda, su hermana gemela, hizo un gesto de fastidio. No pensaba responderle, pues era una estúpida insoportable, le molestaba su
Christian sin prestar poca atención al hecho de que el choque aún no había sido levantado por las autoridades, movió su auto, el cual a pesar de sufrir daños exteriores de carrocería no padeció ningún desperfecto mecánico. Sin pérdida de tiempo, se alejó del lugar acelerando en su trayecto a la casa de su amigo. No pudo evitar sentir, una desagradable inquietud recorrer su cuerpo, convirtiéndose en un penetrante sudor frío, la cual terminó instalándosele en la espina dorsal, demasiado preocupado por el estado de salud de Sally. Temía algo malo pudiera sucederle, porque si eso llegase a pasar, jamás lograría perdonárselo, por no prestarle la debida atención durante esos días, además era la única persona capaz de despertar en él un sentimiento de afecto y protección, quizás porque habían estado juntos en el orfanato hasta el día cuando decidió escapar. Veinte minutos después, en tiempo récord, llegó a la urbanización ubicada en un sector d
La joven lo miraba entristecida, entretanto sentía el corazón encogérsele ante el trato y desprecio demostrado por propio padre, era increíble como el hombre llamado a protegerla, cuidarla, amarla, la trataba de esa forma tan inhumana, no pudo retener por más tiempo sus lágrimas frente a esos pensamientos, las limpió con premura, para evitar fuesen vistas; con toda la forma de actuar de su padre, aún sintió la necesidad de darle una explicación, para tratar de apaciguar su enojo y hacerlo entender lo sucedido, anhelaba tanto recibir un poco de consideración de su parte.—Papá, déjame explicarte, las cosas no son así, como las estás pensando, en ningún momento robé el vehículo de mi hermana, ella me lo dio para que lo llevara al auto…—aunque, no pudo continuar con su explicación, porque antes de poder reaccionar,
Sally, veía como el médico le revisaba el pie, temiendo en su interior pudiera descubrirla y exponerla ante Christian, respiró profundo armándose de valor, pues era preferible ella decirle la verdad, antes de que este terminara descubriéndola por sí mismo.—Doctor, discúlpeme, pero creo no es necesario mandarme a realizar toda esa serie de radiografías, en realidad mi accidente no es tan grave, me siento bien, estoy fingiendo estar accidentada —comenzó a decir apenada, pues temía la recriminación por parte del médico—. No me riña por favor, solo deseaba conseguir un poco más de atención de mi esposo, pues él vive trabajando y no me ha dedicado el tiempo suficiente, eso me hizo pensar en un plan para que se ocupara de mí —expresó la mujer, tratando con esa mentira de despertar simpatía en el doctor.&n
Lynda mantenía su mano extendida, con la cadena, esperando el médico la agarrara, este le tomó la mano recogiendo la cadena y se la colocó en la palma.—Lynda, no voy a quitarte el único recuerdo de tu madre, no te preocupes, pasarás la noche hospitalizada, así podremos ver tu avance. Ahora, déjame chequearte esos moretones y aplicar un poco de crema, para aclararlos, vas a quedar como nueva y mucho más guapa que antes —expresó sonriente.Ante la atención del hombre, la chica percibió una calidez en su corazón, por primera vez sintió ser importante para alguien, sus miradas se cruzaron por un momento, ella intentó apartar la vista, mas él no lo permitió.—¿Tan feo soy para no desear verme? —inquirió haciendo un cómico puchero, causando una carcajada de Lynda.<
Abby comenzó a buscar el dinero en su cartera, con cada nueva exploración encontraba un billete, era demasiado desorganizada, por eso su cartera siempre era un desastre. Fue colocando los billetes por denominación, contándolos ante la mirada atenta de Lynda, sin embargo, esta se dio cuenta de la expresión de preocupación en su amiga.—¿Qué sucede Abby? ¿Hay algún problema? —ante el interrogatorio de la más joven, la muchacha sopeso si decirle o no la verdad, el dinero no era suficiente para cubrir los gastos, apenas cubriría un quinto de lo que seguramente era la deuda. Iba a negarle la existencia de algún problema, más la mirada de sospecha de Lynda no se lo permitió.» No intentes ocultarlo, agradezco todo el apoyo, en verdad, eres lo único estable en mi vida, sin ti, me sentiría por completo abandonada,
Lynda observaba a su amiga, quien al parecer los ratones le habían comido la lengua, estaba impávida, como si hubiese sufrido una gran impresión, ni siquiera pestañeaba, su boca quedó ligeramente abierta, no reaccionó ni aun cuando Leonard, la observó de pies a cabeza con una extraña expresión en el rostro, no obstante, era demasiado educado para dejar ver con precisión la impresión que le había dado la muchacha.—Disculpe señor, estas jovencitas se empeñaron en hablar con usted, querían entrar a la fuerza, cuando se los impedí se comportaron de manera grosera y altanera —expuso la mujer tratando de justificar el alboroto de hacía un momento.—No se preocupe, señora Deborah, las señoritas son mis conocidas, las voy a atender, no hay problema —. No obstante, el gesto de la mujer mostr&oac
Christian la sostuvo entre sus brazos, no pudo evitar sentir su aroma floral, suspiró impregnándose de ese olor, a la vez que buscaba la forma de controlar las crecientes emociones provocadas por su cercanía. Entretanto, ella se sintió alterada, sobre todo porque su corazón comenzó a palpitar como si se tratara de una ruidosa locomotora fuera de control.—Discúlpame, no te vi —expuso nerviosa, colocando sus manos en el pecho del hombre, empujándolo un poco para liberarse de su agarre, aunque por dentro, deseaba mantenerse protegida para siempre entre sus brazos, era una locura, esos pensamientos, no tenían razón de ser. No cuando apenas lo conocía y todo gracias al accidente.—Ya veo eso es costumbre en ti, andar colisionando con la gente, si no es con tu auto, con tu cuerpo, pero al parecer es tu pasatiempo favorito —señaló en un tono de voz severo, utilizado para simular como se estaba sintiendo con ella cerca.Lynda se mantuvo in