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CAPÍTULO 1. COLISIÓN

Lynda escuchó el reloj despertador, sonaba sin césar mientras ella trataba de despertar, pero al parecer sus ojos se negaban a colaborar, extendió la mano para apagarlo y así poder continuar por unos minutos más durmiendo, no obstante este cayó al suelo, el estruendo provocado en su caída, la sacó de su ensoñación, se levantó de un saltó, lo buscó en el piso y este estaba por completo destruido.

Una expresión de tristeza se le dibujó en el rostro, al darse cuenta de que ya no tendría cómo despertarse al día siguiente, recogió los pedazos y los tiró en la papelera del baño, después inició la rutina de ducharse y cepillarse los dientes, entretanto pensaba como iba a despertar al día siguiente.

Se vistió de prisa con una camisa ancha y un jean, bajando corriendo para no llegar tarde a su destino. La señora de servicio la esperaba con el desayuno mirando a todos lados, con temor a ser descubierta.

—Mi amor, te hice este sándwich, tómalo antes de que venga tu padre y hermana —extendió la mujer el brazo y la chica lo tomó con una sonrisa.

—Gracias, señora Regina, ¿Qué haría yo sin usted? —agradeció la chica, dándole un par de besos en la mejilla, sin embargo, su intercambio de afecto fue interrumpido, por una chica similar a ella físicamente, aunque con una actitud demasiado diferente.

—¡Vaya! Tanto amor empalaga. Regina, estás haciéndole comida otra vez a Lynda, estoy ansiosa por saber la opinión de mi padre respecto a esto. Creo tus días están contados. Tic, tac, tic, tac —imitó la chica el sonido del reloj en un gesto de burla.

—Lynnet, por favor no vayas a acusar a la señora Regina, yo fui quien le ordenó me…—comenzó a explicar en tono suplicante la jovencita, mas sus palabras fueron interrumpidas por su hermana.

—Por favor, Lynda, no supliques en vano, al final voy a terminar haciendo lo más conveniente para mí —agregó la otra chica con semblante severo—, por ahora para tu alivio, necesito llevar mi auto a lavar después del mediodía y no me gusta estar haciendo esas diligencias, te espero en el salón de belleza a esa hora, tú te encargarás, luego lo traes de vuelta a la casa, no me estés llamando para fastidiarme, cumple mis instrucciones sin más.

Lynda iba a protestar, pero su hermana se dio cuenta de sus intenciones y expresó en forma amenazadora.

—Será una lástima para Regina quedarse sin trabajo —esa frase, la hizo decidir.

—Está bien Lynnet, lo haré como digas —señaló en tono de derrota, mirando a la señora, quien la observó con una mezcla de compasión y de alivio, mientras ella encogía sus hombros en un gesto despreocupado.

Se ajustó el gorro, cubriéndole por completo el cabello, porque no le gustaba llamar la atención y por su color, era inevitable atraer todas las miradas. Salió de la impresionante mansión ubicada en una de las zonas residenciales más lujosas de Vancal, ese hermoso paraíso ubicado en el mar mediterráneo, uno de los países más ricos, con uno de los ingresos per cápita más alto del mundo, aunque lamentablemente, también con ideas bastante arcaicas, donde aún las opiniones de las mujeres eran poco oídas, estando sometidas mientras estaban solteras al padre y una vez casadas a su esposo.

Recorrió el par de kilómetros que la separaba de la parada del autobús, casi a trote, pues la lluvia comenzó a caer en gruesas gotas y no cargaba paraguas, aunque era hija de uno de los hombres más rico del país, desde la muerte de su madre, dejó de tener privilegios, pues la trataba peor al servicio de la casa, un atisbo de tristeza, se abrió paso en su interior al mismo tiempo que los recuerdos, una escalera, un cuerpo rodando, ella llorando y su mamá a un lado desplomada, con un golpe en la cabeza sangrando.

Sacudió la cabeza, tratando de echar de la mente esos momentos tan dolorosos, no se dio cuenta y cruzó la calle sin ver a los lados, en ese momento un auto frenó justo a escasos centímetros de sus pies, para segundos después ver salir del auto el hombre más apuesto e impresionante visto en su vida, dejándola sin aliento.

Era alto, piel cetrina, con una tenue barba, cabellos n3gr0s, ojos claros, iba a discutir con ella, pero se quedó absorto mirándola a los ojos, por un momento se mantuvieron en silencio, sumidos en esa especie de campo magnético que los envolvía, hasta ser sacados de su burbuja, por el sonido de las bocinas de los autos. En ese momento ella vio el autobús y salió corriendo para subirse, sin dar, ni recibir ninguna explicación.  

*****

Horas después

Jonás Johnson, caminaba de un lado a otro de su oficina, escuchando las palabras de Michel su asistente personal y hombre de confianza, sin poder creer el artificio del cual había sido objeto.

—Señor Jonás, no podíamos saber de semejante engaño. Cuando hicimos la contratación esa empresa, tenía mayor evaluación del mercado, los materiales ofrecidos eran los de mejor calidad, incluso durante varios meses funcionó de manera correcta, ninguno de nuestros clientes se quejaron del material utilizado, hasta ahora.

Declaró el asistente mientras se halaba el cuello de la camisa, como si quisiera ampliarlo, pues lo sentía apretado, tenía la impresión de estar ahogándose, aunque si estaba preocupado, pues temía que su jefe, terminara responsabilizando del desastre de la empresa.

—No entiendo. Trato de encontrar una explicación de cómo todo esto tomó un giro tan inesperado, sin embargo, no lo consigo —manifestó Jonás, pasando sus manos por la cabeza en un gesto de frustración.

—Eso no es todo señor…—comenzó a pronunciar de manera nerviosa el asistente—, una junta interventora del gobierno inició una investigación en todas las construcciones, lo encontrado no es para nada alentador. Detectaron que estábamos utilizando materiales de menor calidad, eso fue el motivo del derrumbe en una de las construcciones y la causa de varios heridos y un muerto.

 » Eso produjo una reacción en cadena, las acciones en la bolsa de la Constructora J&L, están cayendo vertiginosamente, además varias empresas y organismos a quienes se les estaba realizando varios proyectos, llamaron para rescindir los contratos —cada palabra de Michel aumentaba la tensión en el hombre, le parecía increíble como todo escapaba de sus manos, sin poder detenerse.

Él era un hombre listo, inteligente, su fortuna, no había surgido de la nada, se le ganó neutralizando a sus competidores, en muchos casos incluso aprovechándose de la confianza de algunos, lo logró a pulso, no podía perderla por un descuido, por confiarse demasiado, por eso no dejaba de pensar en hallar la manera de salir de esa situación.

 —Michel, déjame solo —ordenó al asistente, quien estaba tan nervioso que chorros de sudores cubrían su frente, sin embargo, este detalle pasó desapercibido para Jonás, concentrado en cómo estaba  para resolver sus problemas.

.

El hombre recostó la cabeza sobre la silla, estaba en un callejón sin salida, entre la espada y la pared, antes de desatarse eso último, perdió un gran porcentaje de sus activos y estaba a punto de arruinarse, necesitaba una estrategia para salir de esa situación, no tenía cómo responder a las demandas, necesitaba una inyección considerable de dinero, porque el panorama se vislumbraba bastante oscuro.

Se recostó del escritorio, presionando su cabeza, para tratar de apaciguar el intenso dolor  padecido, se sentía completamente atribulado, si no fuese por su hermosa hija mayor Lynnet Johnson, se habría volado los sesos, porque esa era la única salida atractiva para él, no obstante, el amor por ella lo hacía desistir de esos turbios pensamientos.

El teléfono de la oficina repicó, se quedó viéndolo como si de un insecto venenoso se tratara, por un momento quiso ignorarlo, pero luego lo pensó mejor, quizás podría tratarse de una esperanza, de una luz al final del túnel.

Sin perder un solo minuto más, tomó la llamada.

—Aló, habla Jonás Johnson, a la orden —saludó casi sin aliento a su interlocutor, desconociendo su identidad.

—Señor Johnson, le llamo de parte del señor Goldman, lo espera en media hora en el despacho para discutir el asunto relacionado con el plan de inversión sobre su constructora. Espero no falte —declaró la mujer, sin esperar respuesta cortó la llamada.

Cuando cortó la llamada, sintió como si un gran peso le fue quitado de encima, se sentía aliviado, no podía creer en su buena suerte, Christian Goldman, el hombre más poderoso y rico del país, había aceptado discutir el plan de inversión presentado ante su empresa.

Estaba eufórico, totalmente rebosante de felicidad, sin perder más tiempo, salió rumbo a la oficina del poderoso magnate.

Antes de la hora pautada, llegó al lujoso edificio donde segundos después fue recibido por una hermosa y elegante secretaria, quien inmediatamente le atendió con una sonrisa.

—Buenas tardes, señorita. Tengo una reunión con el señor Goldman. Soy Jonás Johnson —la mujer lo observó por unos segundos con curiosidad y respondió.

—Pase a la sala de espera, para anunciarlo. Le enviaré a alguien, para servirle un café —habló con amabilidad.

—Muchas gracias —respondió el hombre sin dejar de sonreír, le parecía sub real lo que estaba viviendo, pronto todos sus problemas estarían resueltos, pensó emocionado, observando las ostentosas instalaciones.

*****

Christian se encontraba observando la vista de la ciudad, desde el Penthouse del impresionante edificio donde funcionaba la transnacional Goldman Jones, ubicado en el distrito financiero de la ciudad de Vancal, capital de la Isla Balaica, estaba ansioso por el resultado de la reunión que se celebraría en escasos minutos. No podía creer como la vida le estaba poniendo en bandeja de plata al desgraciado patán causante de la ruina de su familia y del suicidio de su padre, después de ser abandonado por su madre para irse a arrojar en los brazos de su amante, el otrora poderoso Jonás Johnson.

No pudo evitar la sonrisa de satisfacción dibujada en el rostro, durante mucho tiempo no solo añoró, si no vislumbró ese momento, desde el mismo instante de tener a su padre en sus brazos con los sesos afuera, ahora tenía frente a sí, el momento de cobrarle todos y cada uno de sus sufrimientos. Apretó  sus puños a un lado del cuerpo, mientras los recuerdos del pasado le llenaban la mente. Su vida no fue fácil desde entonces, no tenía familia, fue a parar a servicios sociales, como estaba muy grande, nadie quiso adoptarlo, por eso se crió en un orfanato hasta escaparse a los dieciséis años, de eso pasó quince años y ahora dirigía unos de los imperios económicos más grandes, no solo del país sino del mundo. 

Había orillado a Johnson, hasta ese punto y pronto sus más anhelados deseos pasarían a hacerse realidad.

Se giró hacia el escritorio, tomó las fotografías de encima, en ellas se observaba el rostro de dos impresionantes jovencitas, ojos azules y cabellos rojos, eran exactas, dos hermosas flores, esos ojos de inmediato, trajeron a su mente, los recuerdos de la chica de la mañana, a la cual estuvo a punto de atropellar, sin embargo, no estaba seguro si era una de ellas, porque no le vio el cabello, no obstante, desechó la idea, pues sería lamentable que terminara tratándose de la misma.

Suspiró, volviendo la mirada a las fotos, era realmente triste convertirlas en el blanco de su venganza, aunque así era la vida, habían nacido en la familia, en el lugar y en el momento equivocado, jugaría con ellas como el gato con el ratón antes de engullirlo.

Por un momento, tuvo temor de que el padre rechazara su petición, pero luego recordó la falta de escrúpulo del hombre, era capaz de todo, incluso de vender el alma al diablo con tal de salirse con la suya, lo demostró una vez traicionando a su amigo y mentor.

El sonido del interphone lo sacó de sus pensamientos, era la secretaria quien le hablaba.

—Señor Goldman, acaba de llegar el señor Jonás Johnson —anunció la mujer con eficiencia.

Aun cuando también estaba ansioso por ese encuentro, debía hacerlo desesperar, solo así terminaría aceptando sus condiciones.

 —Avísele, que ya no hay reunión. He decidió suspenderla porque me ha salido una ocupación de última hora —expresó con los ojos oscurecidos peligrosamente del enojo.

Dicho eso, se levantó del escritorio, caminó al ascensor privado, se dirigió al sótano de la empresa, donde estaba estacionado un porsche 918 Spyder, se subió y salió a toda velocidad, le encantaba sentir la adrenalina corriendo por sus venas, estaba eufórico, cada día se acercaba un poco más a ejecutar su venganza.

Recorrió las distintas calles de la ciudad, al llegar a una intercepción cruzando un semáforo en verde, se atravesó un Tesla Model S, en el carril impactando contra su coche, sostuvo el volante con fuerza evitando derrapara en la calzada.

Al detenerse, bajó del auto golpeando con fuerza la puerta del coche, aunque salió ileso de la colisión, no pudo controlar la creciente rabia bullendo en su interior, las venas de la frente se le abultaron, apretó los dientes en un gesto de impotencia. No le quedaba duda de la negligencia del otro conductor, lo más probable es que se tratara de un maldito borracho.

Caminó con decisión, para enfrentarse al desgraciado capaz de perturbar su paz.

Al llegar allí, abrió la puerta del conductor, sorprendiéndose al encontrar una mujer inconsciente, con el cabello rojizo desparramado cubriéndole el rostro. Un cosquilleo le recorrió el cuerpo, el corazón le dio un brinco, cuando al apartarlo, se encontró con aquel rostro, el mismo de la jovencita de la mañana quien estuvo a punto de dejarse atropellar, igual al que estuvo observando durante todo la tarde, en aquellas fotografías.  

“Es difícil creer en la coincidencia, pero es aún más difícil creer en cualquier otra cosa.”John Green.

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