La joven lo miraba entristecida, entretanto sentía el corazón encogérsele ante el trato y desprecio demostrado por propio padre, era increíble como el hombre llamado a protegerla, cuidarla, amarla, la trataba de esa forma tan inhumana, no pudo retener por más tiempo sus lágrimas frente a esos pensamientos, las limpió con premura, para evitar fuesen vistas; con toda la forma de actuar de su padre, aún sintió la necesidad de darle una explicación, para tratar de apaciguar su enojo y hacerlo entender lo sucedido, anhelaba tanto recibir un poco de consideración de su parte.
—Papá, déjame explicarte, las cosas no son así, como las estás pensando, en ningún momento robé el vehículo de mi hermana, ella me lo dio para que lo llevara al auto…—aunque, no pudo continuar con su explicación, porque antes de poder reaccionar, él le lanzó un par de sonoras bofetadas, haciéndole voltear el rostro de un lado a otro, dejándole marcadas las huellas de la mano.
—¡Cállate! ¡Infeliz! No sé cómo puedes comportarte de esa manera tan miserable, intentando enlodar el buen nombre y reputación de tu hermana, a cambio de tú salir bien librada. Eres una miserable, rastrera, pero no te lo permitiré, Lynnet no está sola, me tiene a mí para protegerla de una arpía como tú, ¿Cómo puedes tratar con tanta maldad a alguien quien siempre solo ha querido tu bien?
—Papá ¡Escúchame! Por favor, no es así, permíteme contarte cómo sucedieron las cosas —expuso la chica en tono suplicante, buscando su compasión.
Sus ojos humedecieron productos de las lágrimas acumuladas, a punto de derramarse de nuevo, le proferían un carácter de vulnerabilidad, se veía tan frágil e indefensa, frente a un hombre por completo violento, quien se negaba a escuchar su explicación.
Por segundos, creyó poder contenerlo, no obstante, un momento después pudo comprobar que no era así, el padre estaba fuera de sí, sin pensar en cuanto daño le hacía, la tomó por el brazo y la haló con fuerza sacándola de la cama de una sola vez, la arrastró por la habitación hasta sacarla al pasillo, poco le importaba la condición médica de la joven, ante la mirada sorprendida de todos, ella se opuso a continuar caminando, él se giró, pegándole con la mano abierta, golpe tras golpe, mientras la chica se protegía el rostro, para evitar ser lastimada en ese lugar.
—¡Perra! ¡Miserable! Eres una desvergonzada, voy a enseñarte a respetar a tu hermana —la insultaba Jonás, energúmeno, sin medir consecuencia de sus actos.
La gente los observaba con curiosidad, no obstante, todos se mantenían pasivos, en silencio, nadie intentaba protegerla, ni mucho menos defenderla, porque después de todo, tenían la firme creencia de que un padre estaba en todo el derecho de disciplinar a su hija, además, mucho reconocieron la identidad de Jonás, como uno de los hombres más acaudalados del país.
—Papá… Te lo pido, no sigas haciéndome daño —pronunciaba sin dejar de llorar—. Me estás lastimando, por favor, papá ¡Ya no más! —, pedía mortificada la chica, el brazo le dolía, la piel de su rostro le ardía, su cabeza la tenía embotada.
Muy cerca de allí Christian observaba la escena, sintiendo lástima por la muchacha, la reconoció al instante, era la misma con la cual colisionó momentos antes. Eso lo hizo pensar ¿Cómo un padre era capaz de tratar de esa manera a su propia hija?
Sabía cuan despreciable era Jonás, de las peores personas que había tenido la oportunidad de conocer, mas nunca se imaginó que sería capaz de tratar de esa manera tan vil a su misma sangre. Caminó hacia el bullicio, porque iba a intervenir en su defensa, no podía permitirle a ese hombre tratar a su hija de esa manera, pero justamente la asistente del médico de Sally lo llamó.
—Señor Goldman, el médico lo está esperando —indicó la mujer, mientras lo esperaba en la puerta.
Por un momento, dudó, si ir donde el médico o ir en defensa de la muchacha, aunque otra vez pesó el inmenso cariño por Sally, se giró, dejando atrás la escena, para tratar los asuntos de su amiga.
—Sí, está bien, ya voy —respondió, sin embargo, no pudo aplacar esa incómoda opresión en su pecho, obligándolo a hacer algo que desconocía.
*****
El padre de Lynda seguía golpeándola, exponiéndola, sin misericordia, ante la mirada de lástima de los presentes, hasta que el médico tratante entró al área y vio la escena desarrollada frente a sus ojos.
—¡¿Qué está haciendo?! ¿Cómo se le ocurre maltratar a un paciente así? —inquirió molesto.
—¡Usted no se meta donde no lo llaman! ¡Es mi hija! Estoy en todo el derecho de disciplinarla —expuso el hombre en un tono severo, el cual no admitía discusión.
—¡Está equivocado! Así sea su hija, no tiene derecho a tratarla de esa manera, menos cuando está convaleciente producto de un accidente, o se detiene en este momento o llamaré a las autoridades y lo acusaré de estar propiciando disturbios en un centro de salud —expresó con firmeza el médico.
—¿Usted sabe quién soy yo? —preguntó el hombre con prepotencia.
—Poco me importa si es el mismísimo príncipe de este país, primer ministro, u hombre más poderoso, este es un hospital, ella es mi paciente y en este lugar yo soy el máximo monarca —hizo una seña a los hombres de seguridad, los cuales habían permanecido cercanos esperando las instrucciones— ¡Sáquenlo! —ordenó.
Cuando lo estaban sacando, el hombre intentó liberarse mientras vociferaba en contra del médico.
—No sabes quién soy yo. Juro me las va a pagar, voy a m****r a cerrar este maldito hospital ¡Suéltame!
El médico ignoró sus gritos y fijo su atención en la joven para ayudarla, pero la chica no solo estaba hecha un mar de lágrimas, estaba tan golpeada que casi no se mantenía en pie, debió levantarla entre sus brazos y llevarla al interior de la habitación, entretanto la chica escondía su rostro en su pecho.
—¡Lo siento! —exclamó viendo como había llenado la bata del médico con lágrimas y mocos.
—¿Por qué te disculpas? —la interrogó él—. Tú no has hecho nada malo, solo eres una víctima.
—Porque estoy ensuciando su bata y porque tampoco tendré para pagar mi estadía aquí, no tengo seguro médico, tampoco dinero y aparentemente tampoco tengo familia para responder por mí, estoy sola en el mundo, no tengo a nadie —manifestó bajando su cabeza avergonzada.
—No tienes de qué avergonzarte ¡No llores! ¡No voy a echarte! Soy el dueño de este lugar y te voy a eximir de pagar —trató de tranquilizarla sintiendo compasión por la chica.
Ella lo observó por un momento y se quitó la cadena.
—Entonces, cóbrese con esto, porque no me gusta deberle nada a nadie —expuso con firmeza, levantando su barbilla en una expresión de orgulloso coraje.
“El orgullo levanta la cabeza cuando todos a tu alrededor tienen la suya inclinada. El coraje es lo que te hace hacerlo.” Bryce Courtenay.
Sally, veía como el médico le revisaba el pie, temiendo en su interior pudiera descubrirla y exponerla ante Christian, respiró profundo armándose de valor, pues era preferible ella decirle la verdad, antes de que este terminara descubriéndola por sí mismo.—Doctor, discúlpeme, pero creo no es necesario mandarme a realizar toda esa serie de radiografías, en realidad mi accidente no es tan grave, me siento bien, estoy fingiendo estar accidentada —comenzó a decir apenada, pues temía la recriminación por parte del médico—. No me riña por favor, solo deseaba conseguir un poco más de atención de mi esposo, pues él vive trabajando y no me ha dedicado el tiempo suficiente, eso me hizo pensar en un plan para que se ocupara de mí —expresó la mujer, tratando con esa mentira de despertar simpatía en el doctor.&n
Lynda mantenía su mano extendida, con la cadena, esperando el médico la agarrara, este le tomó la mano recogiendo la cadena y se la colocó en la palma.—Lynda, no voy a quitarte el único recuerdo de tu madre, no te preocupes, pasarás la noche hospitalizada, así podremos ver tu avance. Ahora, déjame chequearte esos moretones y aplicar un poco de crema, para aclararlos, vas a quedar como nueva y mucho más guapa que antes —expresó sonriente.Ante la atención del hombre, la chica percibió una calidez en su corazón, por primera vez sintió ser importante para alguien, sus miradas se cruzaron por un momento, ella intentó apartar la vista, mas él no lo permitió.—¿Tan feo soy para no desear verme? —inquirió haciendo un cómico puchero, causando una carcajada de Lynda.<
Abby comenzó a buscar el dinero en su cartera, con cada nueva exploración encontraba un billete, era demasiado desorganizada, por eso su cartera siempre era un desastre. Fue colocando los billetes por denominación, contándolos ante la mirada atenta de Lynda, sin embargo, esta se dio cuenta de la expresión de preocupación en su amiga.—¿Qué sucede Abby? ¿Hay algún problema? —ante el interrogatorio de la más joven, la muchacha sopeso si decirle o no la verdad, el dinero no era suficiente para cubrir los gastos, apenas cubriría un quinto de lo que seguramente era la deuda. Iba a negarle la existencia de algún problema, más la mirada de sospecha de Lynda no se lo permitió.» No intentes ocultarlo, agradezco todo el apoyo, en verdad, eres lo único estable en mi vida, sin ti, me sentiría por completo abandonada,
Lynda observaba a su amiga, quien al parecer los ratones le habían comido la lengua, estaba impávida, como si hubiese sufrido una gran impresión, ni siquiera pestañeaba, su boca quedó ligeramente abierta, no reaccionó ni aun cuando Leonard, la observó de pies a cabeza con una extraña expresión en el rostro, no obstante, era demasiado educado para dejar ver con precisión la impresión que le había dado la muchacha.—Disculpe señor, estas jovencitas se empeñaron en hablar con usted, querían entrar a la fuerza, cuando se los impedí se comportaron de manera grosera y altanera —expuso la mujer tratando de justificar el alboroto de hacía un momento.—No se preocupe, señora Deborah, las señoritas son mis conocidas, las voy a atender, no hay problema —. No obstante, el gesto de la mujer mostr&oac
Christian la sostuvo entre sus brazos, no pudo evitar sentir su aroma floral, suspiró impregnándose de ese olor, a la vez que buscaba la forma de controlar las crecientes emociones provocadas por su cercanía. Entretanto, ella se sintió alterada, sobre todo porque su corazón comenzó a palpitar como si se tratara de una ruidosa locomotora fuera de control.—Discúlpame, no te vi —expuso nerviosa, colocando sus manos en el pecho del hombre, empujándolo un poco para liberarse de su agarre, aunque por dentro, deseaba mantenerse protegida para siempre entre sus brazos, era una locura, esos pensamientos, no tenían razón de ser. No cuando apenas lo conocía y todo gracias al accidente.—Ya veo eso es costumbre en ti, andar colisionando con la gente, si no es con tu auto, con tu cuerpo, pero al parecer es tu pasatiempo favorito —señaló en un tono de voz severo, utilizado para simular como se estaba sintiendo con ella cerca.Lynda se mantuvo in
Lynda corría por un campo sembrado de lirios blancos, giró la vista y vio una cadena de inmensas montañas imponentes, cubiertas por la blanquecina nieve, el lugar era tranquilo, le inspiraba una inmensa y profunda paz, cerró los ojos y dejo impregnar sus sentidos, el dulce aroma de las flores penetró su nariz era tan gratificante, que le hubiese gustado quedarse allí. Sintió una mano en el hombro, al voltearse, se quedó impactada al ver a esa hermosa mujer, con los ojos y cabellos como los suyos, no creyó volvería a verla, se sonrió con alegría, pues era su madre. —¡Mamá! —exclamó sintiendo un nudo en la garganta producto de la emoción de tenerla al frente—. ¿Eres tú? La mujer subió una mano y le acarició el rostro con ternura. —Mi hermosa y dulce Lyn, mi niña amada —la joven lloró al verla, la abrazó con fuerza, sin querer soltarla. —Lo siento mucho mami, yo no quise…—
Las dos chicas fueron echadas ese día sin misericordia por doña Seferina, lanzándole algunas cosas que tenían con ellas en el comedor, ante la oposición de Abby quien intentaba volver a entrar para tomar sus cosas y reclamaba indignada la mala acción de la mujer. —¡Usted no puede hacer esto! Es una injusticia le he pagado puntualmente el arrendamiento de la habitación, además están mis cosas allí, no puede venir apropiarse de forma indebida de ella. » Voy a denunciarla por su mal proceder, haré que todo el peso de la ley recaiga sobre usted, no puede andar por la vida abusando de la gente de esa manera, porque tarde o temprano terminara recibiendo su merecido. Pronunció la chica, con voz alterada, sus mejillas rojas producto del enojo y tratando de controlar su genio, porque le provocaba agarrar la vieja por el moño y arrastrarla hasta la calle, así la gente vería la clase de infeliz que era.
Cuando salió de la habitación, esperaba no encontrarse con nadie, pero ni en sus sueños más locos, se habría imaginado que se encontraría nada y nada menos que al hombre, a quien le habían pertenecido sus pensamientos desde el mismo momento cuando la vio. No pudo evitar la emoción de su corazón, bombeando con frenesí, a tal punto de que por un momento creyó, sería capaz de romper las paredes de su pecho y caer al suelo. Sintió un inexplicable deleite con solo ver cada facción de su rostro, nunca había tenido la oportunidad de observar tan de cerca y con detalle una cara masculina, la cual parecía había sido cincelada por el mismísimo Dios. Todo en él era perfecto, su nariz, su boca, sus dos labios gruesos, la invitaban a posar los suyos en ellos, se estremeció de solo imaginarse el efecto que producirían en su cuerpo, nunca había visto algo tan perfecto, sin embargo, su emoción se vio menguada al ver su expresión ceñuda y un gesto de molestia, produciéndole una peque