Christian la sostuvo entre sus brazos, no pudo evitar sentir su aroma floral, suspiró impregnándose de ese olor, a la vez que buscaba la forma de controlar las crecientes emociones provocadas por su cercanía. Entretanto, ella se sintió alterada, sobre todo porque su corazón comenzó a palpitar como si se tratara de una ruidosa locomotora fuera de control.
—Discúlpame, no te vi —expuso nerviosa, colocando sus manos en el pecho del hombre, empujándolo un poco para liberarse de su agarre, aunque por dentro, deseaba mantenerse protegida para siempre entre sus brazos, era una locura, esos pensamientos, no tenían razón de ser. No cuando apenas lo conocía y todo gracias al accidente.
—Ya veo eso es costumbre en ti, andar colisionando con la gente, si no es con tu auto, con tu cuerpo, pero al parecer es tu pasatiempo favorito —señaló en un tono de voz severo, utilizado para simular como se estaba sintiendo con ella cerca.
Lynda se mantuvo in
Lynda corría por un campo sembrado de lirios blancos, giró la vista y vio una cadena de inmensas montañas imponentes, cubiertas por la blanquecina nieve, el lugar era tranquilo, le inspiraba una inmensa y profunda paz, cerró los ojos y dejo impregnar sus sentidos, el dulce aroma de las flores penetró su nariz era tan gratificante, que le hubiese gustado quedarse allí. Sintió una mano en el hombro, al voltearse, se quedó impactada al ver a esa hermosa mujer, con los ojos y cabellos como los suyos, no creyó volvería a verla, se sonrió con alegría, pues era su madre. —¡Mamá! —exclamó sintiendo un nudo en la garganta producto de la emoción de tenerla al frente—. ¿Eres tú? La mujer subió una mano y le acarició el rostro con ternura. —Mi hermosa y dulce Lyn, mi niña amada —la joven lloró al verla, la abrazó con fuerza, sin querer soltarla. —Lo siento mucho mami, yo no quise…—
Las dos chicas fueron echadas ese día sin misericordia por doña Seferina, lanzándole algunas cosas que tenían con ellas en el comedor, ante la oposición de Abby quien intentaba volver a entrar para tomar sus cosas y reclamaba indignada la mala acción de la mujer. —¡Usted no puede hacer esto! Es una injusticia le he pagado puntualmente el arrendamiento de la habitación, además están mis cosas allí, no puede venir apropiarse de forma indebida de ella. » Voy a denunciarla por su mal proceder, haré que todo el peso de la ley recaiga sobre usted, no puede andar por la vida abusando de la gente de esa manera, porque tarde o temprano terminara recibiendo su merecido. Pronunció la chica, con voz alterada, sus mejillas rojas producto del enojo y tratando de controlar su genio, porque le provocaba agarrar la vieja por el moño y arrastrarla hasta la calle, así la gente vería la clase de infeliz que era.
Cuando salió de la habitación, esperaba no encontrarse con nadie, pero ni en sus sueños más locos, se habría imaginado que se encontraría nada y nada menos que al hombre, a quien le habían pertenecido sus pensamientos desde el mismo momento cuando la vio. No pudo evitar la emoción de su corazón, bombeando con frenesí, a tal punto de que por un momento creyó, sería capaz de romper las paredes de su pecho y caer al suelo. Sintió un inexplicable deleite con solo ver cada facción de su rostro, nunca había tenido la oportunidad de observar tan de cerca y con detalle una cara masculina, la cual parecía había sido cincelada por el mismísimo Dios. Todo en él era perfecto, su nariz, su boca, sus dos labios gruesos, la invitaban a posar los suyos en ellos, se estremeció de solo imaginarse el efecto que producirían en su cuerpo, nunca había visto algo tan perfecto, sin embargo, su emoción se vio menguada al ver su expresión ceñuda y un gesto de molestia, produciéndole una peque
Jonás entró a las instalaciones del emporio Goldman, no dejaba de admirar el lujo del edificio de treinta niveles, con un estilo neoclásico con acabados de máxima calidad, decorado en colores claros, los pisos de mármol blanco veteados con diversas tonalidades grises, con doble fachada una interior con termo paneles y otra externa con vegetación, convirtiéndolo en el exterior en un jardín vertical.Se anunció en la entrada y enseguida un miembro de seguridad, lo llevó hasta el ascensor, allí espero hasta que este estuvo disponible, lo recibió la ascensorista, llevándolo a la presidencia del consorcio, ubicada en el trigésimo piso, tal como lo hizo hacía dos días, lo pasaron a la sala de reuniones rodeadas por paredes de cristal, donde tuvo la leve impresión de ser observado.Y así era, detrás de una de las pare
Jonás se quedó viendo la determinación en Christian, temía hacerlo molestar y perder lo que hasta hacía un momento había logrado, lo sentía por Lynnet, pero no podía hacer nada por ella. “Este hombre no es fácil de manejar”, se dijo para sí mismo, por lo cual no le quedó más alternativa, sino aceptar su decisión.—Está bien, si es mi hija Lynda a quien deseas conocer, entonces será ella —expresó, no sintiéndose satisfecho por no poder insistir.Minutos después, se quedó sorprendido al ver aparecer frente a sus ojos, un documento, al leerlo, se dio cuenta de que se trataba de un contrato matrimonial. No le dio importancia, porque después de todo, sería Lynda quien lo cumpliría, el matrimonio era por un solo año y no podía quedar embarazada, de hacerlo, s
Lynnet se quedó sorprendida ante su propia reacción, pero no pudo contener las palabras surgidas de su boca sin darse cuenta, por segundos tuvo un lapsus, olvidándosele dónde y con quien estaba hablando. Cuando vio la sangre abandonar el rostro de su padre, dando por un momento la impresión de estar a punto de desplomarse, supo que debía retractarse de sus palabras, había ido demasiado lejos. Se recriminó en el interior por semejante descuido, trató de encontrar una forma de justificar su actitud, más como en su mente no se le ocurrió nada, acudió al recurso más efectivo, las lágrimas, comenzó a llorar, cubriéndose el rostro, mientras la voz le salía como un lamento de arrepentimiento. —¡Ay papa! Lo siento, jamás imaginé hablarte de esa forma, perdóname, por favor, aunque estoy segura de no podérmelo perdonar ni yo misma, estoy muy nerviosa. » Entiéndeme, me preocupo por ti, por mí, por nuestro futuro, necesi
Christian bajó en el ascensor privado de su oficina, y llegó al lobby del edificio, donde observó a la mujer, con el mismo aspecto a la chica que le gustaba, mas esta era altanera, grosera, mientras la otra era sencilla, tímida. Esta peleaba encimándosele a uno de los miembros de seguridad, amenazándolo con golpearlo, entretanto este se cubría el rostro para evitar el ataque.—¡Maldito infeliz! ¿Sabes quién soy yo? Soy la futura esposa de Christian Goldman, tu jefe y cuando me case, lo primero que haré es despedirlos a todos ustedes, ¡Desgraciados bastardos! —espetó furiosa.Justo cuando ella alzaba la mano para propinarle una bofetada al hombre, Christian llegó a su lado y la detuvo, sosteniéndole la mano con fuerza.—¡No se te ocurra tocarlo! Porque te vas a arrepentir ¡¿Qui&
Lynda llegó a las instalaciones del emporio empresarial Goldman, un edificio bastante lujoso y uno de los más impresionantes de la ciudad, no obstante, no tuvo oportunidad de observar el vestíbulo, porque ingresaron por el estacionamiento del sótano. Inmediatamente se dirigieron al ascensor de servicio, junto con sus demás compañeras, todas mujeres. —¿Eres una de las chicas nuevas? —La joven respondió, moviendo su cabeza de forma positiva. » Estamos a la orden, cualquier cosa que necesites no dudes en acudir a mí y te ayudaré, por cierto, trata de mantenerte bajo perfil, el CEO de esta empresa es un déspota, mientras menos lo veas mucho mejor, su oficina debes limpiarla, solo cuando no se encuentre y verificar primero su ausencia, regularmente sale una hora al mediodía, por ello debes calcular tu tiempo y tardar lo justo, ni un minuto más. —Entiendo —respondió Lynda poniéndole atención a cada