El parto había sido muy largo y agotador, Gianna pensaba que era de las cosas que le habían dejado mas extenuada en toda su vida...Horas y horas , de arduo trabajo de parto, dolor y contracciones, pero todo aquel sufrimiento tenía una hermosa recompensas, una recompensa que la miraba con sus enormes ojos azules, llenando sus alma de un infinito amor. —Gracias, mi amor— le dijo Alexander con las mejillas bañadas de lágrimas— es un bebé precioso, de los bebés más bellos que he visto jamás.— su voz temblaba de emoción.—Y te ha cumplido el capricho, amor mío—sonrió con agotamiento— tiene los ojos azules. —Iguales a los tuyos—aseveró, inclinándose y depositando un beso en la frente de la madre y otro, en la frente del hijo.— ¡Qué dicha la mía, mi amor!Axel Harrison, era un bebé encantador, con sus enormes ojos azules llenos de brillo, su cabello rojizo y las cejas del mismo color, su piel blanca, sus mejillas regordetas. —Es un bebé tan infinitamente amado— lo miró con adoración — no
Dos años y medios habían trancurrido desde la llegada de Axel a sus vidas y todo parecía ser aún más feliz desde entonces, de ser eso posible, ya que cuándo pensaban que no podían ser más felices, justo vivían cualquier experiencia que les otorgaba más dicha. Gianna y Melly, habían abierto su propio restaurante tal y como lo habían planeado, y tras mucho esfuerzo seguían trabajando al máximo por darle cada vez más crecimiento a su negocio. Regina, había ido a vivir con ellos, y desde ese momento el penthouse se había llenado de llantos y risas infantiles, lo cual resultaba de los más acogedor, Gianna y Alexander, habían llegado al acuerdo de empezar a buscar una casa, un lugar que le diera más comodidades a la familia y dónde los niños tuviesen más espacio para correr y jugar. Axel, ese pequeño niño era la adoración de todos, con ese vibrante cabello rojo y esos impresionantes ojos azules, siempre se robaba las atenciones y el amor de todos a cuánto conocía. Aurnia, viajaba constan
Gianna, sonreía feliz de verse rodeada de los muchos niños que se acercaban a ella para darle un pequeña muestra de afecto o agradecimieto, ella disfrutaba de horas y horas a la semana, que le dedicaba a los niños del orfanato Ignacio Santos, lugar donde se había criado, nunca había conocido padres, hermanos, ni ningún otro familiar, su familia eran los muchos niños y las monjas que hacían vida dentro del orfanato Ignacio Santos, ninguno allí tenía apellido, así que en consecuencia todos llevaban el apellido del orfanato. Gianna Santos, ese era su nombre, y se sentía feliz de que siendo solo una bebé, hubiese podido contar con el apoyo y respaldo de aquel lugar.Ethan Maxwell, su novio de hacía ya tres años, no hacía más que pedirle que se alejara de aquel lugar, que olvidara su pasado, para él resultaba simple la idea de hacer borrón y cuenta nueva, y que su vida comenzara a contar desde que había alcanzado su mayoria de edad y, en consecuencia había tenido que marcharse del orfanat
Alexander Harrison, observó la pantalla de su celular que no paraba de timbrar, ver el nombre de u madre, mientras se iluminaba el aparato, le producía una extraña sensación de angustia y desasosiego, sabía lo que se avecinaba, y aquello lo asfixiaba, se preparó mentalmente para lo que vendría, su madre era la única mujer que lograba crisparle los nervios de aquella manera.—Madre, qué bueno recibir una llamada tuya.— le dijo en tono gentíl.—Déjame decirte que no lo parece Alexander, de no ser por que te llamo, no sabría nada de ti.—Exageras madre, hablamos hace dos días—dijo en tono cariñoso.—Considerando que estoy enferma y podría morir en cualq...—Detente—suspiró—no sigas con eso, madre, por favor, no puedes abandonarme, sabes que te necesito, Regina te necesita, no puedes hacernos ésto...—Hijo mío, lo único que tenemos seguro en ésta cruel vida, es precisamente la muerte, nacemos con ella siguiendonos de cerca, dándonos una leve ventaja para que lleguemos a pensar que vamos
El trayecto fue tranquilo, tres paradas, una para comprar unos deliciosos postres de chocolate, Adara los amaba aunque intentaba no comerlos con frecuencia, la segunda parada para comprar un deliciosa botella de vino tinto y la tercera, para comprar dos docenas de rosas rojas, quería sorprenderla con esos hermosos detalles que su querida Adara, amaba. El apartamento de ella era hermoso, muy elegante y estratégico, subió al quinto piso, seguido de sus hombres, introdujo su llava en la puerta y luego tomó las rosas y la botella.—Ustedes, esperen aquí.—Por supuesto, señor— respondieron al unísono. Entró, cerrándo tras él, se encaminó a la sala, para colocar las rosas, y luego ir a la cocina por un par de copas, su amada le había dicho que intentaba descansar así que posiblemente estuviese dormida.Pero no.No.No era posible.Al llegar a la elegante y bien decorada sala se detuvo, al igual que su respiración y sus latidos... aquello no... era imposible. El apartamento de Adara, era e
Gianna, lo miró confundida...¿Un trato?, ¡De qué hablaba ese hombre?—Yo...No sé si...—No pierde nada con escucharme, escuchar cuál es mi propuesta y así podrá decidir si le conviene o no, mi nombre es Alexander Harrison.-—Soy Gianna— terminó de secar las lagrimas, antes de sorber una vez más por la nariz— Gianna Santos, es un gusto señor Harrison.—Es un placer—le sonrió—y bien, ¿Me acepta el café?, quizás sirva para desahogarse un poco y...si no está de acuerdo con mi propuesta, yo mismo la escoltaré a su casa.—¡Mi casa!—gimió desconsolada, la casa que compartía con Ethan, no podía quedarse a vivir allí, y Melly acababa de mudarse con su novio, así que no podría recibirla, no tenía a nadie más y al orfanato, no podía volver... no tenía a nadie, ni a nada en el mundo y aquello resultaba realmente desesperanzador...su casa, no creía tener un lugar que pudiese llamar así.—Lo siento—dijo él al verla llorar de nuevo— puedo llevarla a donde usted, quiera.—Aceptaré su café—dijo con v
—¿Qué sea su qué?— Gianna, abrió los ojos enormes y miró al hombre como si hubiese enloquecido.—Mi esposa, no, no me mire así, que no estoy hablando, obviamente de un matrimonio convencional, sino de un matrimonio que nos convenga a ambos.—No...no comprendo... esto debe ser una broma y le advierto ue de ser así, es una de muy mal gusto, usted y yo, ni siquiera nos conocemos.—Sé que suena bastante...alocado, señorita Santos, pero considerelo como que le estoy ofreciendo un empleo y uno con una excelente paga, además de darle la oportunidad de huir desea lo que suea que le atormente.—¿Desde cuándo ser esposa es un empleo?— no le daba crédito a sus oídos.—Puede serlo, escúcheme, tuve una mujer que sería mi prometida, el día de hoy descubrí que...que eso no es posible— Gianna lo miro fijamente, al parecer aquel era el día de descubrir malas noticias.—¿Me está diciendo que contrató una prometida?— le miró como si realmente hubiese perdido la cordura.—No, no, señorita Santos, tuve un
Gianna, se mantuvo en total silencio después de darle al chofer del señor Harrison la dirección del que había sido su hogar hasta ahora, luchaba por mantener las lágrimas que hacían su propia lucha por deslizarse de manera libre por sus mejillas.—Sé que ahora mismo todo parece estar mal— le dijo él con voz profunda—para ambos, sin embargo todo puede mejorar, le pido que tenga un poco de confianza— ella se giró hacia él y lo miró a través de la cortina de lágrimas, sintiéndose incapaz de reponder a sus palabras y con un enorme nudo en la garganta solo asintió y se volvió a girar para mirar por la ventana. En cuánto llegaron a la dirección indicada, ella suspiró, subió al apartamento, seguida de Alexander y uno de los guardaespaldas, hasta que se encontró frente a la puerta, intentándo luchar con el temblor de sus manos para poder insertar la llave en la cerradura. Alexander, le tomó la temblorosa mano y le miró fijamente a los ojos cristalinos.—Permitame hacerlo— ella asintió ent