Gianna, lo miró confundida...¿Un trato?, ¡De qué hablaba ese hombre?
—Yo...No sé si...—No pierde nada con escucharme, escuchar cuál es mi propuesta y así podrá decidir si le conviene o no, mi nombre es Alexander Harrison.-—Soy Gianna— terminó de secar las lagrimas, antes de sorber una vez más por la nariz— Gianna Santos, es un gusto señor Harrison.—Es un placer—le sonrió—y bien, ¿Me acepta el café?, quizás sirva para desahogarse un poco y...si no está de acuerdo con mi propuesta, yo mismo la escoltaré a su casa.—¡Mi casa!—gimió desconsolada, la casa que compartía con Ethan, no podía quedarse a vivir allí, y Melly acababa de mudarse con su novio, así que no podría recibirla, no tenía a nadie más y al orfanato, no podía volver... no tenía a nadie, ni a nada en el mundo y aquello resultaba realmente desesperanzador...su casa, no creía tener un lugar que pudiese llamar así.—Lo siento—dijo él al verla llorar de nuevo— puedo llevarla a donde usted, quiera.—Aceptaré su café—dijo con voz temblorosa—y escucharé su propuesta, no tengo...nada más que perder.—Gracias, ¿Quiere ir a un lugar especifico, escojo yo el lugar o quiere entrar a mis oficinas?—¿No se enoja su jefe?— limpió su mejilla.—No se preocupe, no hay problema, yo soy el jefe— ella lo miró en silencio un par de segundos, quizás el hombre querría ofrecerle trabajo, lo cual le vendría muy bien, debía buscar un lugar nuevo donde vivir, lejos de Ethan, y un nuevo trabajo, de ser posible, debía desaparecer para que él no la encontrara, no se creía capaz de verlo a la cara, de hecho, no quería hacerlo.—En ese caso, vamos a su oficina.—Bien, sigame por aquí— Gianna, quizás en otro momento hubiese actuado desconfiada, evasiva, o con más cautela, hubiese huido del lugar desesperada, pero si bien no conocía al hombre, tampoco tenía nada que perder, necesitaba desesperadamente una solución, una salida que la ayudara a solucionar su vida... sin Ethan. Caminó muy cerca del hombre, intentando no pensar en que su vida se había derrumbado, todo lo que conocía, su mundo, sus planes, sus sueños, todo se había venido abajo, y no sabía como continuar, entró con aquel hombre al enorme edificio, en la recepción, el hombre la anuncio como Gianna Santos, su acompañante, y de inmediato subieron por el ascensor, más de veinte pisos, la puerta se abrió en un lugar elegante, decorado de forma sobria y delicada, Gianna se sintió incómoda, aunque no estaba mal vestida, era obvio que todo allí, gritaba lujo y prestigio. —Bienvendio señor, Harrison—dijo la mujer mostrando evidente confusión, se suponía que el jefe no regresaría hasta el día siguiente.—Gracias Ava, estaré reunido con la señorita, no me pases llamadas, y que por favor nos preparen café.—Como usted diga, señor— asintió la jóven mujer. Gianna, quien había estado en silencio, siguiendo las ordenes de su acompañante, entró a una ámplia y elegante oficina, muy masculina, con un aire de sifisticación.—Tome asiento, señorita Santos.
—Muchas gracias, señor Harrison—asintió, sentándose donde el hombre le había indicado. Él, caminó hasta una pequeña y elegante heladera que estaba ubicada en un rincón, sacó una botella de agua, y tomó una copa, caminó hasta el escritorio, colocó la copa sobre el mismo y después de abrir la botella, la sirvió y se la entregó.—Gracias—respondió ella, tomandola para ingerir el refrescante líquido, hasta el momento, no había notaado cuán sedienta estaba. El hombre asintió, y caminó hasta la silla que le indicaba su lugar, frente a ella, pero del otro lado del escritorio. —¿Se encuentra usted más calmada?—el labio inferior de ella tembló un poco, así que lo mordió para evitarlo.—Creo que...no volveré a estar más calmada en mucho tiempo.—No es bueno escuchar eso, allá abajo, usted dijo que.. quería escapar, ¿Algún motivo especifico?— ella bajó la vista al suelo.
—Lo dije porque... no lo sé, ni siquiera le conozco.—Pero su deseo de escapar es sincero...¿O me equivoco?—No— lo miró—no lo hace, la verdad es que... no estoy pasando por un buen momento y...quisiera solo volver a dormirme y despertar para descubrir que éste día nunca existió— su voz se quebró un poco.—Al parecer tenemos mucho en comun, señorita Santos, al igual que usted, me encantaría eliminar este día de mi vida— dijo con dientes apretados.—Usted...habló de ayudarme, y de un trato...¿Cómo puede ayudarme?—Si desea estar lejos, yo puedo ayudarla a estarlo.—¿Un trabajo?— preguntó ella.—Dígamos que... podría calificar como un trabajo.—¿No es usted de esos que engaña a las chicas y terminan en una red de trata de personas fuera del país?— Él sonrió.—No, señorita, no es así— le tendió una tarjeta de presentación— soy un respetable hombre de negocios— encendió la computadora, y giró la laptop hacia ella, con un buscador de internet abierto— puede buscar mi nombre, encontrará todo lo que necesita saber de mi.—¿En internet?—Le sorprendería todo o que puede encontrar uno en ese lugar— Gianna, sintió confianza, si tuviese algo que ocultar no le facilitaria saberlo, miró la tarjeta de presentacion el cual lo indicaba como Alexander Harrison, CEO de Harrison Corporation, lo miró a los ojos por un par de minutos y él señaló la computadora— hágalo, está en todo su derecho, además, puede presguntar lo que desee saber de mi, le responderé todas sus dudas... —¿Seguro que se siente cómodo si investigo su vida?, mejor digame usted lo que necesite saber, y luego me encargaré de corroborar si sus palabras son ciertas.—Bien, señorita Santos... antes de hablarle de mi, me gustría saber también algunos detalles suyos, para saber si es usted apta para lo que pienso proponer.—¿Qué quiere saber?—¿Edad?, y espero no lo tome a mal.—Por supuesto que no, estoy a poco de cumplir veintidos años.—Bien. ¿Tiene hijos?— la mirada de ella se ensombreció.—No, señor.—¿Es casada?
—No— dijo y apartó la vista un momento, cuándo sus ojos volvieron a mirarle, estaban nuevamente llenos de lágrimas.— no tengo a nadie, ni padres, ni hijos, ni... esposo.—Lo siento, me disculpo si fuí poco discreto.—No se preocupe, yo... soy huerfana.—Lo siento— se disculpó él sinceramente.—Yo también— respondió ella con la misma sinceridad para luego suspirar— hubiese sido de gran ayuda tener a aguien más que no fuesen las religiosas del orfanato— terminó en un susurro— no se que trato piensa proponerme, pero si lo que le preocupa es que me sienta límitada, no debe hacerlo, no tengo a nadie, solo... a mi ex novio— su voz tembló— hoy he descubierto que... en resumen no hay nada entre nosotros, no tengo amigos muy cercanos, solo mi antigua compañera de piso, que también se crió en el orfanato junto conmigo, no tengo ningún apoyo, debo buscar un nuevo lugar para vivir— sollozó— por que mi vida se ha destruido por completo, y necesito un nuevo empleo, lejos de él, asi que... espero su propuesta sea buena.—Lo es—dijo suavemente—realmente lamento que esté usted pasando por todo ésto, señorita, es lamentable, pero con mi propuesta seguramente ambos podremos encontrar lo que necesitamos.—Dígalo, entonces.—Señorita Santos, tengo una madre enferma que podría morir de un momento a otro, tengo una pequeña hija que creció siendo huerfana de madre, ya que perdí a mi difunta esposa el día del parto.—Lo lamento, señor Harrison.— dijo inmediatamente simpatizando con la desconocida niña.—Gracias, verá, el asunto es que mi madre tiene el deseo de verme realizado, pero según sus propios métodos, mi vida va bien en muchos sentidos, en otros... no tanto. Tengo treinta y dos años, y dirijo mis propios negocios, Harrison Corporation, no es sino solo una de algunas inversiones que poseo, mi vida es exigente, estricta pero satisfactoria desde mi punto de vista.—Señor Harrison, no comprendo a dónde nos lleva todo ésto...—Usted necesita huir, un nuevo empleo, una nueva casa, una nueva vida, yo necesito casarme, le propongo que sea mi esposa.—¿Qué sea su qué?— Gianna, abrió los ojos enormes y miró al hombre como si hubiese enloquecido.—Mi esposa, no, no me mire así, que no estoy hablando, obviamente de un matrimonio convencional, sino de un matrimonio que nos convenga a ambos.—No...no comprendo... esto debe ser una broma y le advierto ue de ser así, es una de muy mal gusto, usted y yo, ni siquiera nos conocemos.—Sé que suena bastante...alocado, señorita Santos, pero considerelo como que le estoy ofreciendo un empleo y uno con una excelente paga, además de darle la oportunidad de huir desea lo que suea que le atormente.—¿Desde cuándo ser esposa es un empleo?— no le daba crédito a sus oídos.—Puede serlo, escúcheme, tuve una mujer que sería mi prometida, el día de hoy descubrí que...que eso no es posible— Gianna lo miro fijamente, al parecer aquel era el día de descubrir malas noticias.—¿Me está diciendo que contrató una prometida?— le miró como si realmente hubiese perdido la cordura.—No, no, señorita Santos, tuve un
Gianna, se mantuvo en total silencio después de darle al chofer del señor Harrison la dirección del que había sido su hogar hasta ahora, luchaba por mantener las lágrimas que hacían su propia lucha por deslizarse de manera libre por sus mejillas.—Sé que ahora mismo todo parece estar mal— le dijo él con voz profunda—para ambos, sin embargo todo puede mejorar, le pido que tenga un poco de confianza— ella se giró hacia él y lo miró a través de la cortina de lágrimas, sintiéndose incapaz de reponder a sus palabras y con un enorme nudo en la garganta solo asintió y se volvió a girar para mirar por la ventana. En cuánto llegaron a la dirección indicada, ella suspiró, subió al apartamento, seguida de Alexander y uno de los guardaespaldas, hasta que se encontró frente a la puerta, intentándo luchar con el temblor de sus manos para poder insertar la llave en la cerradura. Alexander, le tomó la temblorosa mano y le miró fijamente a los ojos cristalinos.—Permitame hacerlo— ella asintió ent
No había podido dormir nada, y llego la hora de la cena, aunque no tenía ni un poco de apetito, decidió que negarse sería descortez con su anfitrion, así que salió de la cama y se colocó rápidamente algo de maquillaje para corregir sus ojos enrojecidos, se peinó un poco, dejándo su cabello suelto, unas delicadas sandalias para acompañar su atuendo, así salió de la habitación, caminando por el pasillo, observándo todo a su paso, llegó a lo que parecía ser el recibidor, Alexander Harrison estaba allí, elegante y pulcramente vestido, la miró seriamente. —Señorita Santos, ¿ha logrado descansar algo? —No mucho, para ser sincera— dijo apenada— pero el cuarto está precioso, le agradezco.— dijo y él sonrió con amabilidad. —¿Una copa antes de la cena? —No suelo beber— suspiró—lo he hecho en muy pocas ocasiones. —No se preocupe, una copa de vino suele ser buena compañera.— contrario a sus palabras se dirigieron a la mesa que estaba fuera en un balcón más amplio que el de la habitación de e
Alexander Harrison, miró fijamente a la mujer sentada frente a él, Gianna Santos mantenía la mirada fija en él.—¿Está segura de su decisión? — preguntó fijamente— no le diré que no espero que acepte, de hecho, quisiera que lo hiciera, pero realmente espero que lo haga consiente de todo lo que implica, y segura de que en el futuro no va a arrepentirse de la decisión que está tomando el día de hoy.—No necesito pensarlo ni un minuto más, estoy completamente segura de la decisión que estoy tomando, acepto casarme con usted, y comprendo perfectamente los alcances de mi decisión. Solo necesito que aclaremos algunos detalles, o en su defecto, que me diga cuál será mi papel, qué es lo que espera realmente de mí, y cuando comenzaremos con esto.—¿Está dispuesta a firmar el contrato de confidencialidad, el acuerdo matrimonial y el acuerdo prenupcial el día de hoy?, si está segura de que está tomando la decisión correcta, podemos contraer matrimonio hoy mismo— Gianna, lo miró con decisión.—Fi
Alexander la observó fijamente a medida que caminaba con paso decidido hacia él, agradecía el hecho de que ella hubiese aceptado su propuesta. Tenía la leve sospecha de que ella lo rechazaría, sin embargo la llamada recibida de parte de su ex novio, había facilitado las cosas para él. Ethan, Ethan Maxwell. No había mentido, aquel apellido pertenecía a una de las familias más respetables de aquella ciudad, los Maxwell eran sinónimo de dinero, poder y estatus, le resultaba curioso como una joven como Gianna Santos, había terminado envuelta en aquel circulo. Gianna Santos, llegó frente a él y lo miró en silencio. —Ha demorado menos de lo que esperaba. —Suelo ser rápida— dijo a modo de justificación— al menos para vestirme. —Ha quedado usted preciosa— la halago con amabilidad. —Gracias. —Si está lista, podemos irnos ahora mismo. —Cuando usted así lo disponga— él la miró de forma extraña. —En cuanto hayamos firmado, debemos deshacernos del usted. —Así será— dicho aquello salieron
Los ojos de Alexander, se mantuvieron fijos en la mirada azul de Gianna, pasó saliva ante sus palabras, no sabía interpretar con exactitud lo que veía en sus ojos... ¿Preocupación?, ¿Miedo?—Lo lamento Gianna, pero no es una broma. Realmente es Adara Black.—¿Intentas decirme que tu ex, es una top model? de hecho, una de las más emblemáticas del país, todas sueñan con ser como ella. Esto es difícil...— se puso de pie preocupada—¿Cómo le dirás qué te has casado?... Ésto es complicado Alexander, yo...—No tiene por qué serlo, no importa quién sea mi ex, ahora eres mi esposa, la señora Harrison. —Ella sabrá que este matrimonio...—¿Que importa lo que ella sepa o crea?, nada va a cambiar Gianna, eres mi esposa. Por favor, ten seguridad, te respetaré y daré tu lugar en todo momento, no te intimides, confía en mí. —Para ti es fácil— dijo caminando— ella es una super modelo, y yo soy solo Gianna, estamos hablando de que soy la suplente de Adara Black. ¡Santo Dios!— cerró los ojos para tran
Alexander, caminó junto a Gianna hasta la puerta de la oficina, al salir caminaron en silencio, uno junto al otro. —Ava...—¿Si, señor Harrison?— la mujer lo miró interrogante. —Comunica al servicio de seguridad del edificio, que la señorita Black, tiene la entrada prohibida— Ava le miró con ojos enormes de sorpresa— apartir de hoy, y no me importa cuan insistente pueda ser, no puede entrar. —Como usted diga, señor. —Cancela mi agenda para el resto del día, y confirma mis reuniones para mañana. — Se giró hacia Gianna— te presento a mi esposa, la señora Harrison — Ava, la miró estupefacta, como quien no le da crédito a sus oídos — si algún día llega a necesitarme, no dudes en darle acceso a mi oficina. —Por...por supuesto, señor...— miró a Gianna— un placer... señora Harrison, estoy a su servicio. —Muchas gracias, Ava— le dedicó una enorme sonrisa. Ava no entendía lo que estaba ocurriendo, pero era evidente que preguntar estaba fuera de los límites. Alexander y Gianna, se despidie
Gianna tomó el artefacto y con una sonrisa marcó el número de su amiga, al tercer timbre ella respondió. —¿Hola?—Hola Melly, soy Gianna...—¡Oh, Santo Dios!— la escuchó exclamar con voz ahogada. —¡ por todos los cielos, Gianna!, ¿Estás bien?, dime qué estás bien. —Tranquila, tranquila Melly, estoy bien. Lamento no haberme comunicado antes... Ethan me ha llamado así que he descompuesto mi celular.—Ahora entiendo porque no atendiste las mil llamadas que te hice... ¿dónde estás?—Han pasado tantas cosas, Melly— suspiró sin poder creer el enorme giro que había dado su vida en tan solo un par de días. — Demasiadas para contarlas por celular. —Mañana será mi día libre, quiero verte. Por favor, necesito asegurarme de que estás bien. ¿ dónde has estado?, estoy tan preocupada Gianna... tú estabas tan mal, te juro que temí...—Lo puedo intuir, pero no haría algo como eso— elevó los ojos mirando a Alexander, quién le regaló una amplia sonrisa— te prometo que mañana te contaré todo... cómo es