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Capítulo 4; Le propongo que sea mi esposa.

Gianna, lo miró confundida...¿Un trato?, ¡De qué hablaba ese hombre?

—Yo...No sé si...

—No pierde nada con escucharme, escuchar cuál es mi propuesta y así podrá decidir si le conviene o no, mi nombre es Alexander Harrison.

-—Soy Gianna— terminó de secar las lagrimas, antes de sorber una vez más por la nariz— Gianna Santos, es un gusto señor Harrison.

—Es un placer—le sonrió—y bien, ¿Me acepta el café?, quizás sirva para desahogarse un poco y...si no está de acuerdo con mi propuesta, yo mismo la escoltaré a su casa.

—¡Mi casa!—gimió desconsolada, la casa que compartía con Ethan, no podía quedarse a vivir allí, y Melly acababa de mudarse con su novio, así que no podría recibirla, no tenía a nadie más y al orfanato, no podía volver... no tenía a nadie, ni a  nada en el mundo y aquello resultaba realmente desesperanzador...su casa, no creía tener un lugar que pudiese llamar así.

—Lo siento—dijo él al verla llorar de nuevo— puedo llevarla a donde usted, quiera.

—Aceptaré su café—dijo con voz temblorosa—y escucharé su propuesta, no tengo...nada más que perder.

—Gracias, ¿Quiere ir a un lugar especifico, escojo yo el lugar o quiere entrar a mis oficinas?

—¿No se enoja su jefe?— limpió su mejilla.

—No se preocupe, no hay problema, yo soy el jefe— ella lo miró en silencio un par de segundos, quizás el hombre querría ofrecerle trabajo, lo cual le vendría muy bien, debía buscar un lugar nuevo donde vivir, lejos de Ethan, y un nuevo trabajo, de ser posible, debía desaparecer para que él no la encontrara, no se creía capaz de verlo a la cara, de hecho, no quería hacerlo.

—En ese caso, vamos a su oficina.

—Bien, sigame por aquí— Gianna, quizás en otro momento hubiese actuado desconfiada, evasiva, o con más cautela, hubiese huido del lugar desesperada, pero si bien no conocía al hombre, tampoco tenía nada que perder, necesitaba desesperadamente una solución, una salida que la ayudara a solucionar su vida... sin Ethan. Caminó muy cerca del hombre, intentando no pensar en que su vida se había derrumbado, todo lo que conocía, su mundo, sus planes, sus sueños, todo se había venido abajo, y no sabía como continuar, entró con aquel hombre al enorme edificio, en la recepción, el hombre la anuncio como Gianna Santos, su acompañante, y de inmediato subieron por el ascensor, más de veinte pisos, la puerta se abrió en un lugar elegante, decorado de forma sobria y delicada, Gianna se sintió incómoda, aunque no estaba mal vestida, era obvio que todo allí, gritaba lujo y prestigio. 

—Bienvendio señor, Harrison—dijo la mujer mostrando evidente confusión, se suponía que el jefe no regresaría hasta el día siguiente.

—Gracias Ava, estaré reunido con la señorita, no me pases llamadas, y que por favor nos preparen café.

—Como usted diga, señor— asintió la jóven mujer. Gianna, quien había estado en silencio, siguiendo las ordenes de su acompañante, entró a una ámplia y elegante oficina, muy masculina, con un aire de sifisticación.

—Tome asiento, señorita Santos.

—Muchas gracias, señor Harrison—asintió, sentándose donde el hombre le había indicado. Él, caminó hasta una pequeña y elegante heladera que estaba ubicada en un rincón, sacó una botella de agua, y tomó una copa, caminó hasta el escritorio, colocó la copa sobre el mismo y después de abrir la botella, la sirvió y se la entregó.

—Gracias—respondió ella, tomandola para ingerir el refrescante líquido, hasta el momento, no había notaado cuán sedienta estaba. El hombre asintió, y caminó hasta la silla que le indicaba su lugar, frente a ella, pero del otro lado del escritorio. 

—¿Se encuentra usted más calmada?—el labio inferior de ella tembló un poco, así que lo mordió para evitarlo.

—Creo que...no volveré a estar más calmada en mucho tiempo.

—No es bueno escuchar eso, allá abajo, usted dijo que.. quería escapar, ¿Algún motivo especifico?— ella bajó la vista al suelo.

—Lo dije porque... no lo sé, ni siquiera le conozco.

—Pero su deseo de escapar es sincero...¿O me equivoco?

—No— lo miró—no lo hace, la verdad es que... no estoy pasando por un buen momento y...quisiera solo volver a dormirme y despertar para descubrir que éste día nunca existió— su voz se quebró un poco.

—Al parecer tenemos mucho en comun, señorita Santos, al igual que usted, me encantaría eliminar este día de mi vida— dijo con dientes apretados.

—Usted...habló de ayudarme, y de un trato...¿Cómo puede ayudarme?

—Si desea estar lejos, yo puedo ayudarla a estarlo.

—¿Un trabajo?— preguntó ella.

—Dígamos que... podría calificar como un trabajo.

—¿No es usted de esos que engaña a las chicas y terminan en una red de trata de personas fuera del país?— Él sonrió.

—No, señorita, no es así— le tendió una tarjeta de presentación— soy un respetable hombre de negocios— encendió la computadora, y giró la laptop hacia ella, con un buscador de internet abierto— puede buscar mi nombre, encontrará todo lo que necesita saber de mi.

—¿En internet?

—Le sorprendería todo o que puede encontrar uno en ese lugar— Gianna, sintió confianza, si tuviese algo que ocultar no le facilitaria saberlo, miró la tarjeta de presentacion el cual lo indicaba como Alexander Harrison, CEO de Harrison Corporation, lo miró a los ojos por un par de minutos y él señaló la computadora— hágalo, está en todo su derecho, además, puede presguntar lo que desee saber de mi, le responderé todas sus dudas... 

—¿Seguro que se siente cómodo si investigo su vida?, mejor digame usted lo que necesite saber, y luego me encargaré de corroborar si sus palabras son ciertas.

—Bien, señorita Santos... antes de hablarle de mi, me gustría saber también algunos detalles suyos, para saber si es usted apta para lo que pienso proponer.

—¿Qué quiere saber?

—¿Edad?, y espero no lo tome a mal.

—Por supuesto que no, estoy a poco de cumplir veintidos años.

—Bien. ¿Tiene hijos?— la mirada de ella se ensombreció.

—No, señor.

—¿Es casada?

—No— dijo y apartó la vista un momento, cuándo sus ojos volvieron a mirarle, estaban nuevamente llenos de lágrimas.— no tengo a nadie, ni padres, ni hijos, ni... esposo.

—Lo siento, me disculpo si fuí poco discreto.

—No se preocupe, yo... soy huerfana.

—Lo siento— se disculpó él sinceramente.

—Yo también— respondió ella con la misma sinceridad para luego suspirar— hubiese sido de gran ayuda tener a aguien más que no fuesen las religiosas del orfanato— terminó en un susurro— no se que trato piensa proponerme, pero si lo que le preocupa es que me sienta límitada, no debe hacerlo, no tengo a nadie, solo... a mi ex novio— su voz tembló— hoy he descubierto que... en resumen no hay nada entre nosotros, no tengo amigos muy cercanos, solo mi antigua compañera de piso, que también se crió en el orfanato junto conmigo, no tengo ningún apoyo, debo buscar un nuevo lugar para vivir— sollozó— por que mi vida se ha destruido por completo, y necesito un nuevo empleo, lejos de él, asi que... espero su propuesta sea buena.

—Lo es—dijo suavemente—realmente lamento que esté usted pasando por todo ésto, señorita, es lamentable, pero con mi propuesta seguramente ambos podremos encontrar lo que necesitamos.

—Dígalo, entonces.

—Señorita Santos, tengo una madre enferma que podría morir de un momento a otro, tengo una pequeña hija que creció siendo huerfana de madre, ya que perdí a mi difunta esposa el día del parto.

—Lo lamento, señor Harrison.— dijo inmediatamente simpatizando con la desconocida niña.

—Gracias, verá, el asunto es que mi madre tiene el deseo de verme realizado, pero según sus propios métodos, mi vida va bien en muchos sentidos, en otros... no tanto. Tengo treinta y dos años, y dirijo mis propios negocios, Harrison Corporation, no es sino solo una de algunas inversiones que poseo, mi vida es exigente, estricta pero satisfactoria desde mi punto de vista.

—Señor Harrison, no comprendo a dónde nos lleva todo ésto...

—Usted necesita huir, un nuevo empleo, una nueva casa, una nueva vida, yo necesito casarme, le propongo que sea mi esposa.

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