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2. UN TRATO DE NEGOCIOS

Capítulo dos: Un trato de negocios

Teresa se dio cuenta de que se había extralimitado y Angelo miró por encima de ella a su guardaespaldas con reproche.

—Lo siento —dijo ella.

—Malvolio...

El hombre se dio cuenta de lo que le ordenaba su jefe y salió del despacho cerrando la puerta.

—¿Por qué te estás humillando de esta forma? —le preguntó Angelo entonces.

—No lo he hecho.

—¿No? Si no fuera por el respeto que le tengo a tu abuelo, habría hecho que te echaran el primer día.

—Tengo una proposición para ti.

—No voy a escuchar ninguna proposición. ¿Cómo me puedes mirar a la cara?

—Es fácil, teniendo la conciencia limpia— respondió ella desafiante.

—Eres una zorra.

Sin dejarse afectar por esa acusación, tan lejos de la verdad, Teresa se sorprendió de que él siguiera necesitando castigarla tanto tiempo después de los hechos. Le pareció irónico el que hubiera causado más impresión en él con su aparente infidelidad que cuando se hicieron novios.

Ella se sonrió levemente.

—Llámame lo que quieras, pero de verdad que he venido aquí para ofrecerte un trato de negocios.

—Paulo Vitale no te utilizará a ti como mensajera.

—Bueno... En este caso en particular, de los tres, parece que solo yo tengo el arrojo necesario para hacer esta aproximación tan directa. ¿Es que no puedes dejar de pensar en lo que pasó hace diez años para escucharme?

—No.

Teresa frunció el ceño.

— ¿Por qué no?

Angelo se limitó a mirarla fijamente.

—Mi abuelo sigue queriendo que tú te ocupes de sus empresas. Afrontémoslo... es lo que siempre ha querido él, lo mismo que tu padre. Yo solo era el nexo de unión. Yo no era nada importante, salvo como una especie de garantía.

—¿A qué viene todo esto ahora?

—Estoy dejando las cosas claras, ¿de acuerdo?

—No, no estoy de acuerdo. Sal de aquí.

—¡No me voy a marchar! —dijo ella apretando los puños— Tú ya has tenido diez años de venganza.

—¿De qué me estás hablando?

—Si te casas conmigo, yo te lo cederé todo a ti.

Eso logró que él la mirara con atención.

—No me estoy refiriendo a un matrimonio normal —continuó ella— Solo a uno que pueda satisfacer a mi abuelo. Yo no le importo tampoco lo más mínimo a él, así que no esperará mucho de ese matrimonio. Yo me quedaré aquí, en Gran Bretaña... lo único que necesito es algo con lo que vivir. A cambio, el imperio Vitale será todo tuyo, sin tener siquiera que soportar que yo esté cerca.

Angelo murmuró algo en italiano.

—Angelo, trata de entender que estoy desesperada, si no, no te estaría sugiriendo esto. Sé que tú crees...

—¿Cómo te atreves a venirme con semejante oferta?

—Yo...

Angelo se acercó a ella y la agarró por los brazos.

—¿Estás loca? Debes de estarlo para venirme con esto. ¿Cómo puedes pensar por un momento que yo me casaría con una zorra avariciosa como tú?

—Tómatelo como un contrato de negocios, no como un matrimonio.

—¿Por parte de una mujer que fue a manosearse con uno de mis amigos como una prostituta callejera?

—No es que eso tenga importancia ahora, pero eso no sucedió, Angelo...

Él la apartó asqueado.

—Te vieron. Me ofendes con esta oferta...

—¿Por qué? Si pudieras darle la espalda al pasado, te darías cuenta de que era esto lo que querías hace diez años, y más... ya que yo no voy a pretender ser tu esposa, vivir contigo o molestarte de alguna manera.

—Paulo te matará si sigues con esto...

Teresa volvió a sonreír.

—Oh, seguro que no le gustan mis métodos, pero hace tres días que él mismo me dijo que solo ganaría su perdón casándome contigo... Así que no me parece que tenga muchas más opciones, ¿verdad?

—Tú ya elegiste hace diez años en ese aparcamiento.

Teresa pensó que aquello no tenía sentido. Bajó la mirada y entonces se dio cuenta de que se le había desabrochado un botón de la blusa, dejando a la vista la parte superior de sus senos. Con manos temblorosas, se lo abrochó. Angelo bajó también la mirada.

—Me habría gustado tenerte antes... Si te hubiera tenido, tú no habrías estado tan desesperada como para ir a ese aparcamiento.

—No me hables así —murmuró ella.

—A ti te hablo como quiero. ¿O es que te crees que tienes la exclusiva de hacerlo directamente?

—No, pero...

—¿Crees que puedes venir aquí a pedirme que me case contigo y conseguir que te respete?

—Pensé que respetarías lo que valgo para ti económicamente.

—Estás jugando con fuego y no lo sabes. ¿Cómo estás de desesperada, Teresa?

Las rodillas le estaban empezando a fallar a ella.

Se dio cuenta de que algo había cambiado en Angelo, pero no sabía qué.

—Mi madre no está bien...

—Oh, no me vengas ahora con una historia triste, por favor. ¿Por qué clase de idiota me tomas?

—Puede que ya me haya cansado de ser pobre, ¿qué te importa eso a ti?

—No me importa —respondió él— Aun así, admito una cosa. Tienes más valor que cualquier otra mujer que haya conocido. Y debes estar realmente desesperada para venirme con una proposición como esta. Me lo pensaré.

La esperanza que ella sintió casi la hizo marearse.

—¿Pensabas que era imposible que rechazara tu proposición si me venía envuelta en el imperio Vitale? —añadió él.

—Tú eres un hombre de negocios, como mi abuelo. No tienes nada que perder y mucho que ganar.

—Mucho... —dijo él recorriéndola con la mirada.

Pero ella se dio cuenta de que, realmente, no la estaba viendo a ella, sino al poder que estaba a punto de conseguir.

—¿Cómo me puedo poner en contacto contigo? —le preguntó Angelo.

Ella se tensó y lo que le quedaba de orgullo reaccionó.

—Te daré un número de teléfono, pero no es el mío. Me puedes dejar allí cualquier mensaje.

—¿A qué viene ese secretismo?

Teresa ignoró esa pregunta y le escribió el número de una vecina.

—Me marcho —dijo sabiendo que no le quedaba nada más que decir.

Angelo se encogió de hombros.

Cuando salió del despacho, se cruzó con Malvolio.

—No me ha comido viva —le dijo ella sonriendo débilmente, ya que ese hombre siempre le había caído bien.

—Lo hará. Pero eso no es asunto mío, señorita Vitale.

Antes de entrar en su casa, se pasó por la de la vecina para decirle que Angelo le iba a dejar un mensaje.

Pero tres días más tarde, él no la había llamado.

Una semana más tarde, Teresa estaba de vuelta del correo, donde había dejado otro montón de solicitudes de trabajo, cuando vio que la vecina la llamaba desde el otro lado de la calle.

Teresa sonrió y cruzó la calle.

—Han llamado esta mañana.

—¿Qué?

—Me han dicho que vayas esta noche, a las ocho, a su despacho.

Teresa tragó saliva.

—Gracias.

—¿Una entrevista de trabajo?

—Algo parecido.

—Bueno, yo me quedaré con tu madre. Sé que no le gusta estar sola después de anochecer.

Mientras se preparaba para la cita, Teresa se preguntó si su ex novio repararía en su aspecto.

¡Un novio que, cuando lo había sido, ni siquiera había tratado de propasarse con ella!

Lo cierto era que, después de ese desastroso viaje a Italia, ella había perdido toda su confianza en sí misma.

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