Capítulo doce: Una boda muy discreta.—Bien, ¿qué piensas? ¿Me sienta bien?Samantha dejó en el suelo las bolsas y giró sobre sí misma para que Elisa la pudiera ver bien.—Tu cabello... Te lo has cortado y peinado. Y ese vestido, esos zapatos... Pareces millonaria. ¡Podría no haberte conocido si nos hubiéramos cruzado por la calle!—¡Perfecto!—¿De verdad piensas que debes empezar a gastarte el dinero de Mark antes de casarte con él?—Me encanta gastarme el dinero de Mark. Él se cree que soy una avariciosa y una caza fortunas. Ese contrato lo dejaba bastante claro. Veinte páginas de insultos. Creo que debo satisfacer la imagen que tiene de mí, ¿no?—¿Se te ha ocurrido que vas a tener que vivir con él?—No tengo la menor intención de hacerlo. Incluso espero verlo sólo de vez en cuando y, por lo que sentimos el uno por el otro, estoy más que segura de que nuestras reuniones, serán más bien pocas y espaciadas.—Entonces, ¿a qué viene esta sorprendente transformación?Samantha se rio.—El
Capítulo trece: Ahora eres mi esposa.Sus miradas se cruzaron entonces y a ella se le quedó la boca seca. Bajo las manos podía sentir el latido del corazón de Mark y el calor de su poderoso cuerpo. El corazón le latía a Samantha frenéticamente y algo muy parecido al pánico comenzó a apoderarse de ella. Entonces le llegó el olor de su perfume, caro y delicioso. Era algo masculino y notablemente erótico. ¿Erótico? Cielo Santo, ¿de dónde había salido ese pensamiento?Markos volvió a reír y eso la desorientó más aún. Luego se apartó de ella lentamente con unos movimientos gráciles y confiados. Era un hombre muy consciente de su físico. Sus ojos ambarinos la observaron con una frialdad ilegible y algo más. Algo a lo que ella no podía ponerle nombre, pero que bien podría ser satisfacción.—Gracias— dijo Samantha con una voz helada y se escondió las no muy firmes manos bajo la chaqueta.—Ese anillo que llevas en el dedo es una alianza— le informó suavemente Mark.Samantha arrugó la nariz y
Capítulo catorce: La madrastra de MarkosSamantha frunció el ceño y lo miró interrogante, ante aquella afirmación que la dejó atónita, no se le había ocurrido que él le haría creer a todos, incluso a la familia, que Lucca era su hijo y no de su hermano.—¿Lo creen?—¿Es eso algo en lo que tampoco has pensado? Dado que Leonardo y Allegra no van a tener derecho a criar a Lucca como su hijo, su verdadero parentesco ha de permanecer en secreto dentro de la familia. No quiero que Allegra se vea humillada...Samantha no se imaginó cómo podía resultar humillada esa mujer por algo que había sucedido antes de su matrimonio con Leonardo. A no ser que estuviera en escena al mismo tiempo que Cloe. Eso era posible, supuso. Leonardo había revelado su verdadero carácter con la forma en que se había comportado con su hermana.—Naturalmente, tan pronto como Lucca tenga edad de comprenderlo, se le dirá que es adoptado y, más tarde, creo que tiene todo el derecho a saber toda la verdad de su nacimiento.
Capítulo quince: Un descubrimiento insólito.Un castillo en el Loira... ¿Qué menos se podía pedir de un Stapoulos? Se preguntó Samantha mientras la limusina recorría el camino bordeado de árboles del enorme y cuidado jardín.—¿Desde cuándo vives aquí? —le preguntó a Markos justo cuando el maravilloso castillo apareció ante su vista—. ¡Cielos! ¡Es enorme!—Este era el hogar de la familia de mi madre.—¿Era francesa? ¿Cuándo murió? —le preguntó Samantha, sintiéndose súbitamente ansiosa de información.—Cuando yo era niño— le contestó Mark con un tono de voz que le indicó que se estaba metiendo en terreno prohibido.Samantha contuvo su juvenil excitación. Pero es que nunca antes había salido del país y le resultaba difícil adaptarse, sobre todo cuando tenía delante ese fabuloso castillo que parecía sacado de un cuento de hadas.De repente, Markos se inclinó hacia adelante y miró incrédulo a la figura femenina que salió de la entrada principal del castillo y se dirigió al coche cuando es
Capítulo uno: Ganarse el perdón Al entrar en el lujoso hotel Teresa recordó con tristeza su pasado, recorrió con pasos lentos el pasillo que le indicó el portero y al llegar a la suite número doscuentos doce, tragó en seco, la puerta se abrió y delante de ella estaba él con aquella mirada que la estremecía. —Arruinaste totalmente tu vida como hizo tu madre con la suya —le soltó Paulo Vitale, haciéndole un gesto hosco para que entrara. Teresa miró a su abuelo, italiano, con sus ojos color mar. Estaba muy nerviosa, pero había ido a suplicarle algo y si dejarle que le dijera horrores lo ponía de mejor humor, soportaría cualquier ataque. Esbelto y fuerte para sus setenta y tantos años, el canoso anciano paseaba por la lujosa suite del hotel de Londres. —¡Mírate, aún soltera con veintisiete años! Sin hijos y sin futuro. Hace diez años, yo te abrí las puertas de mi casa y traté de hacer lo mejor para ti... Cuando se detuvo para respirar, Teresa supo lo que iba a continuación y se puso
Capítulo dos: Un trato de negociosTeresa se dio cuenta de que se había extralimitado y Angelo miró por encima de ella a su guardaespaldas con reproche.—Lo siento —dijo ella.—Malvolio...El hombre se dio cuenta de lo que le ordenaba su jefe y salió del despacho cerrando la puerta.—¿Por qué te estás humillando de esta forma? —le preguntó Angelo entonces.—No lo he hecho.—¿No? Si no fuera por el respeto que le tengo a tu abuelo, habría hecho que te echaran el primer día.—Tengo una proposición para ti.—No voy a escuchar ninguna proposición. ¿Cómo me puedes mirar a la cara?—Es fácil, teniendo la conciencia limpia— respondió ella desafiante.—Eres una zorra.Sin dejarse afectar por esa acusación, tan lejos de la verdad, Teresa se sorprendió de que él siguiera necesitando castigarla tanto tiempo después de los hechos. Le pareció irónico el que hubiera causado más impresión en él con su aparente infidelidad que cuando se hicieron novios.Ella se sonrió levemente.—Llámame lo que quier
Capítulo tres: Te tengo donde quieroSu madre le había enviado todos los años una tarjeta de felicitación a Paulo, incluyendo una foto de Teresa, a la que había llamado así por su abuela. Su abuelo no había respondido nunca, pero siempre había sabido dónde estaban viviendo. Cuando Teresa cumplió los dieciséis, llegaron noticias de Paulo. Una carta seca de tres líneas informándoles de la muerte del hermanastro de su madre, Andreas. La primavera siguiente, una carta igual de escueta invitaba a Teresa a Italia para que conociera a su abuelo.Había aceptado, aunque la invitación no incluía a su madre, ya que ambas habían creído que lo haría en su momento.Teresa no se había dado cuenta realmente de lo rico que era su abuelo hasta que la fue a recoger al aeropuerto una limusina con conductor para dejarla en una magnífica villa en las afueras de Roma.Nada más conocerse, Teresa se dio cuenta del desagrado de su abuelo al encontrarse con una nieta que solo entendía algunas palabras de italia
Capítulo cuatro: Picando el cebo de un tiburónTeresa lo miro estupefacta y casi murmuró:—Tú no… se lo contarías a mi madre.Angelo se acercó a ella y le quitó la chaqueta de las manos.—No sabes qué sabe mi madre —continuó ella.—¿Qué te crees que he estado haciendo esta última semana? Algunas averiguaciones. Tu madre era muy amiga de vuestra vecina de la dirección anterior, y es una mujer muy charlatana.—La señorita Miles no recordaría...—Desafortunadamente para ti, ella recuerda muy bien, por la simple razón de que tu disgusto de ese verano de hace diez años fue una fuente inagotable de arrepentimiento para tu madre, y algo de lo que hablaron a menudo.—No...—Y tú ibas a su casa en busca de apoyo tomar el té, mentirosa. ¡Le mentiste acerca la razón por la que rompimos el compromiso!—No todo fueron mentiras, solo algunas verdades a medias Yo no hice lo que crees que hice en ese aparcamiento así que, ¿para qué mencionarlo?Angelo agitó la cabeza y suspiró.—Te estás enfadando y,