Capítulo 45: La huida desesperada.

El rostro de la mujer era un poema de furia y sorpresa. Y por su expresión, Alexander sabía que estaba dispuesta a todo, sin embargo, se mantuvo con la mirada fija en ella.

Alexander tragó saliva, buscando las palabras adecuadas. No podía permitirse un error; no cuando tenía tanto en juego, la vida de su hijo, porque ahora las piezas habían comenzado a encajar en su cabeza.

Así que trató de mediar con ella, que ella no se sintiera amenazada, porque con esto estaba claro que era capaz de todo.

—Ludo, por favor, escúchame. Solamente iba a dar una vuelta para que durmiera mejor… te recuerdas que así le gustaba a Eletta para quedarse dormida —intentó explicar con voz tranquila, aunque por dentro se sentía como un volcán a punto de entrar en erupción.

—No me hables de esa malagradecida —espetó con los ojos centelleantes del enojo sin apartar la mirada de Alexander.

Ludovica avanzó un paso con el arma todavía sin dejar de apuntarle a la altura del corazón.

Frunció el ceño, estudiando su
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