El rostro de la mujer era un poema de furia y sorpresa. Y por su expresión, Alexander sabía que estaba dispuesta a todo, sin embargo, se mantuvo con la mirada fija en ella. Alexander tragó saliva, buscando las palabras adecuadas. No podía permitirse un error; no cuando tenía tanto en juego, la vida de su hijo, porque ahora las piezas habían comenzado a encajar en su cabeza. Así que trató de mediar con ella, que ella no se sintiera amenazada, porque con esto estaba claro que era capaz de todo.—Ludo, por favor, escúchame. Solamente iba a dar una vuelta para que durmiera mejor… te recuerdas que así le gustaba a Eletta para quedarse dormida —intentó explicar con voz tranquila, aunque por dentro se sentía como un volcán a punto de entrar en erupción.—No me hables de esa malagradecida —espetó con los ojos centelleantes del enojo sin apartar la mirada de Alexander.Ludovica avanzó un paso con el arma todavía sin dejar de apuntarle a la altura del corazón. Frunció el ceño, estudiando su
Ante la petición de Alexis, entraron los paramédicos y atendieron a Tanya y a su pequeña, ambas estaban en muy mal estado, ella por la deshidratación y desnutrición y la niña por su condición de prematura, la falta de alimentación de la madre y de los cuidados médicos adecuados. Levi observaba con el rostro desencajado y esa sensación de angustia en su pecho, no sabía cómo iba a decirle a su esposa y a la gemela, del terrible estado en que se encontraba Tanya, no quería que Taylor se sintiera culpable, por ser ella la que abogó para que él dejara ir a su hija.La conocía lo suficiente para saber que eso la iba a atormentar, se sentía impotente, y por primera vez tenía un profundo miedo que lo estrujaba por dentro.Sintió la mano de Alexis posarse en sus hombros como muestra de respaldo. —Todo estará bien, Tanya es fuerte y saldrá de esto —expresó esperando con eso poder consolar a su angustiado cuñado.—Pero la pequeña no… quiero agarrar a ese desgraciado y destrozarlo, poco me i
Los puños de Alexis estaban cerrados tan fuerte que sus nudillos palidecían, una señal clara de la tormenta interna que se cernía sobre ellos.—No vamos a actuar en caliente —contestó Alexis, aunque sus ojos no abandonaban la fotografía en la pantalla—. Cualquier paso, en falso, podríamos arruinarlo todo. Necesitamos un plan, además, hay mejores maneras de hacer pagar a un hombre, por ejemplo quitándole su dinero, pero lo primero es que Tanya salga del peligro.Todos se quedaron en silencio, el ambiente era tenso por la furia contenida de los hombres. No tardaron mucho tiempo en llegar al hospital, donde habían bajado a Tanya y a la pequeña.Justo cuando llegaron, el celular de Levi comenzó a repicar, al mirar la pantalla, era Taylor, su esposa, respiró profundo tratando de calmarse.—Mi amor ¿Cómo estás? —saludó tratando de simular la angustia en su voz, sin embargo, segundos después la sorpresa no se hizo esperar.“Estoy en Roma ¿Dónde estás? ¿Han encontrado a mi hija?” Ante las pr
Piero decidió subir detrás de la ambulancia, apretó con fuerza sus manos, tanto que los nudillos se le pusieron blancos, mientras avanzaban por el laberinto de calles de la ciudad. A su lado, Alexander iba en la camilla con la respiración entrecortada y agitada. Él le tomó la mano mientras no le dejaba de hablar.—No puedes irte Alexander, debes quedarte con nosotros, tus hijos te necesitan —murmuró Piero más para sí mismo que para el hombre inconsciente que estaba delante de él.Cogió su móvil y marcó el número de su tío Alessandro.—Tío, soy Piero. Alexander fue herido, y está siendo trasladado al hospital de la familia —habló con voz tensa, pero controlada.El tono de preocupación se escuchó al otro lado de la línea.“¿Cómo está mi hijo? ¡Por Dios! ¿Cómo fue?”, preguntó.—Lo hirieron de bala, lo encontramos en la orilla de la carretera, supongo que tiene que ver con Ludovica, no estoy seguro porque no había nadie cuando llegamos. Mandé a unos hombres al sitio que él me había envi
Alexis escuchó su celular, vio la pantalla y se dio cuenta que se trataba de Piero, suspiró antes de atender la llamada.—Aló, ¿Qué pasa?“¿Cómo está Tanya?”, preguntó el hombre ansioso al otro lado de la línea.Por un momento, Alexis se quedó pensativo, sopesando si decirle la verdad o no a Piero, sobre Tanya. Sin embargo, no pudo evitar un atisbo de temor, Pensó que primero debía averiguar lo que pasó realmente con Alexander, si en verdad había estado congraciado con Ludovica, pero mientras no tuviera claro lo que ocurrió, lo mejor era proteger a su sobrina, por eso prefirió mentir.—Tanya… no soportó a todo lo que la sometieron y… murió —respondió, rogando al cielo su perdón por la mentira que estaba diciendo.Por un momento el silencio se instauró entre los dos, tan denso que parecía palpable. Piero por su parte estaba impactado por la noticia, no pudo evitar sentirse culpable y de cierta manera responsable de lo que le habìs ocurrido a la chica.Les había dado su palabra de res
—Aló, Alexis, ¿Estás allí? —preguntó Piero en tono desesperado, se dio cuenta de que la llamada se había cortado y lanzó una maldición con impotencia—, ¡Maldit4 sea! ¡Esto no puede estar pasando! Parece una pesadilla —dijo pasándose la mano por la cabeza con una evidente expresión de angustia, pero eran tantas las cosas que tenía en la cabeza que en ese momento no podía pensar con claridad.No pudo evitar que el teléfono resbalara de sus manos y cayera con un suave golpe sobre el cojín a su lado. Eletta, leyendo su expresión retorcida como si fueran las páginas de un libro abierto, sintió que una espiral de tensión le envolvía la columna vertebral. Llegó a su lado en tres rápidas zancadas, con la voz apenas por encima de un susurro.—¿Qué ocurrió tío? ¿Qué te dijeron? —preguntó sin contener su expresión de preocupación en su mirada.—Es Tanya —, se atragantó, las palabras cargadas de una pena y un remordimiento demasiado profunda para soportarla —. Está muerta.A Eletta se le fue el
Una sonrisa jugueteó en las comisuras de los labios de Piero, una sombra fugaz de diversión.Sus ojos, fríos y calculadores, no delataban nada de la alegría que curvaba sus labios. Ludovica, siempre la actriz, pensó. Su audacia para inventar historias era tan ilimitada como el océano, e igual de predecible.—¡Tráela! —, ordenó Piero, las palabras rodando por su lengua como si fueran canicas.Terminó la llamada con un golpecito deliberado, cuyo sonido resonó ligeramente en el silencio.La sonrisa de satisfacción permaneció en su rostro mientras imaginaba a Ludovica como el ratón siendo perseguido por el gato. Estaba seguro de que se iba a desesperar, cuando viera que las cosas no saldrían como ella quería. No pudo evitar imaginarla, como un ratón atrapado en su elaborado laberinto.Y cómo él disfrutaba del juego, lo haría. No se trataba solo de ganar, sino de saborear cada chillido desesperado, cada intento inútil de escapar.La dejaría escabullirse un poco más; el miedo hacía que el
Los miembros de Eletta la traicionaron, pesados y poco cooperativos, mientras luchó contra la atracción de la gravedad, en un intento de levantarse.Su visión se arremolinó, un caleidoscopio de luces y, con ella, su sentido del equilibrio se tambaleó al borde de la existencia. Fue entonces cuando una sombra se acercó a ella, al alzar la vista era un hombre que se materializó en la bruma de su visión. Le agarró el brazo con una familiaridad inoportuna.Ella parpadeó y lo miró, con los ojos entrecerrados en una línea dura, como una demanda silenciosa de la identidad del desconocido. Pero sus pensamientos eran lentos, hundidos en el alcohol que llenaba sus venas y su cuerpo se negó a obedecer la urgente orden de retroceder, de huir.En lugar de eso, vaciló bajo su agarre, frunció el ceño, intentando aún localizar su rostro en algún lugar de su memoria, pero no lo encontró.Entonces él sonrió, un destello de dientes depredadores que provocó en Eletta un escalofrío, incluso a pesar del ent