Capítulo 51: Sumida en la oscuridad.

Una sonrisa jugueteó en las comisuras de los labios de Piero, una sombra fugaz de diversión.

Sus ojos, fríos y calculadores, no delataban nada de la alegría que curvaba sus labios. Ludovica, siempre la actriz, pensó. Su audacia para inventar historias era tan ilimitada como el océano, e igual de predecible.

—¡Tráela! —, ordenó Piero, las palabras rodando por su lengua como si fueran canicas.

Terminó la llamada con un golpecito deliberado, cuyo sonido resonó ligeramente en el silencio.

La sonrisa de satisfacción permaneció en su rostro mientras imaginaba a Ludovica como el ratón siendo perseguido por el gato. Estaba seguro de que se iba a desesperar, cuando viera que las cosas no saldrían como ella quería. No pudo evitar imaginarla, como un ratón atrapado en su elaborado laberinto.

Y cómo él disfrutaba del juego, lo haría. No se trataba solo de ganar, sino de saborear cada chillido desesperado, cada intento inútil de escapar.

La dejaría escabullirse un poco más; el miedo hacía que el
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