Capítulo 109: La hora de la verdad.

El corazón de Alexander retumbó en su pecho, un crescendo de alegría, cuando el "sí, quiero" de Tanya impregnó el aire. No pudo contenerse: su voz estalló en un grito de éxtasis que parecía resonar en el mismísimo cielo.

—¡La mujer de mi vida me aceptó! Me voy a casar!

La risa de Tanya, ligera y musical, bailó a su alrededor mientras observaba cómo la euforia de Alexander se desbordaba como el champán. Se burló de él, con los ojos brillantes de alegría:

—Ah no, pero si vas a enloquecer con esa respuesta, mejor me retracto y te digo que no.

La juguetona amenaza golpeó a Alexander como un puñetazo físico; su grito victorioso se truncó y se sumió en un silencio aturdidor. Cuando por fin recobró la voz, lo hizo con fingida severidad.

—Ni se te ocurra... no puedes retractarte porque si lo haces, te secuestro y te obligo a casarte conmigo.

Su amenaza solo provocó la risa en Tanya, se acercó a él, con una sonrisa más amplia, y le rodeó el cuello con los brazos en un tierno abrazo.

—Nunca
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