Los tacones de Tanya chasqueaban rítmicamente contra el mármol mientras bajaba la escalera, Leandra la seguía de cerca. Alexander estaba al pie de la escalera, con los dedos tamborileando inquietos sobre la barandilla, y sus primos formaban a su lado un coro silencioso de inquietud.Apenas ella estuvo a su lado, la acercó a él y la abrazó con fuerza.—Te amo, mi amor ¿A qué hora llegas? La voz de Alexander cortó el murmullo de la charla preboda. Los labios de Tanya se curvaron en una sonrisa fácil, sus ojos se iluminaron con picardía y emoción.—Quizá a la una, dos de la mañana —bromeó —, eso depende, aunque no quiero estar mañana como un mapache con las ojeras en mi día especial.Extendió la mano y sus dedos rozaron brevemente los de él. —Deberías estar tranquilo, no tengo ojos, sino para ti.Tanya quería tranquilizarlo, pero Alexander asintió sin convicción. La observó, como un centinela de la preocupación, mientras ella se volvía hacia la puerta y su risa le llegaba como un eco.
Con un movimiento rápido e irritado, se arrancó la máscara de la cara, revelando un ceño fruncido grabado en sus rasgos robustos. Tanya, imperturbable ante su aparente enfado, se limitó a esbozar una sonrisa socarrona y satisfecha que sólo pareció avivar su irritación.—¿Te estás burlando de mí? —, le preguntó en voz baja y con un tono acusador.En respuesta, Tanya levantó los brazos, le agarró suavemente la barbilla con los dedos y, sin mediar palabra, apretó los labios contra los suyos, en un casto beso. Él hizo un intento poco entusiasta de retroceder, con la mente agitada por las protestas, pero el deseo por la mujer que tenía delante era más fuerte que cualquier sentimiento de indignación. Sus objeciones murieron en sus labios, tragadas por la calidez de su boca.Con un instinto casi primario, la cogió en brazos y sus manos se atrevieron a abrazarla mientras la multitud de mujeres que los rodeaba prorrumpía en silbidos y gritos de entusiasmo, aplaudiendo el espectáculo. Llevó a
El revuelo de satén y encaje se calmó cuando la madre de Tanya colocó el último broche de perlas en el pelo de su hija. —Estás lista… tan bellísima como yo —dijo su hermana gemela con una sonrisa, visiblemente conmovida.—Mi padre quedará sin aliento al verte —pronunció Eletta que había llegado ese mismo día.Entretanto, Taylor, la madre de Tanya, con las manos juntas en señal de orgullo, observaba a la más pequeña de las gemelas. Sus ojos brillantes, de lágrimas no derramadas, asintió con la cabeza. —Sí, es toda una princesa, se ve demasiado hermosa y estoy tan orgullosa de ella —, susurró, con un ligero temblor en la voz que delataba la tempestad emocional que llevaba dentro.—Todo esto me parece mentira, me cuesta creer que mi pequeña haya crecido tanto —, murmuró Tarah, la tía de Tanya, y su sentimiento fue secundado por los suaves asentimientos de la asamblea colectiva de la familia.—¡Bueno, mejor, no lloren, porque se les va a correr el maquillaje y parecerán mapaches! —las r
El sol de la tarde proyectó un cálido resplandor a través de las vidrieras de la iglesia de piedra, iluminando los rostros de los fieles reunidos para presenciar la unión de Alexander Ferrari y Tanya Hall. Los novios yacían frente al altar, tomados de las manos, ambos sintiendo la seguridad y la agradable compañía del otro. Sus miradas se cruzaron en una conversación silenciosa que no necesitaba palabras, prueba de la profundidad de su conexión y de su inmenso amor. El tintineo del metal contra el cristal resonó débilmente a medida que los rezagados iban encontrando sus asientos, pero ni Alexander ni Tanya se dieron cuenta; estaban totalmente consumidos por la gravedad del momento que tenían ante sí. —Queridos amigos y familiares —, comenzó el clérigo, su voz resonando con una calidez que llenaba el espacio sagrado. —Nos hemos reunido hoy aquí, en presencia de Dios, para unir a Alexander y Tanya en sagrado matrimonio. Mientras el clérigo hablaba de amor, honor y santidad del matr
Lazos inesperados.SinopsisEletta nunca imaginó que el legado de su madre la marcaría tan profundamente. A punto de casarse con Paul, un hombre que la adoraba, decidió romper el compromiso al convencerse de que no era lo suficientemente buena para él. Dejó una carta que desencadenó el rechazo y el dolor del hombre, quien, herido y molesto, juró no querer saber más de ella.Sin embargo, tres meses después, el destino los reúne en la boda del padre de Eletta con la prima de Paul. La tensión entre ellos es palpable; él la ignora, pero el rencor no puede ocultar la chispa que aún arde entre ambos. Pero nadie los preparó, para que ese día en una noche de copas y corazones heridos, sucumben a la pasión, Eletta huye, aunque sabe en su interior que no estaba tan ebria como para no recordar y la sorpresa viene, cuando de ese momento de pasión hay consecuencias.¿Podrán Elleta y Paul superar el pasado y encontrar la redención en los brazos del otro? Capítulo 1: Equivocación.Los dedos de Elet
Los músculos de Paul se relajaron bajo la cascada humeante de la ducha, eliminando la suciedad del viaje y la tensión de la inminente reunión familiar.Después de secarse con la toalla, se pasó una mano por el pelo húmedo y se miró al espejo, contemplando al hombre que le devolvía la mirada. Con una exhalación que empañó el cristal, se volvió a la habitación donde el atuendo que había elegido para la boda, lo colocaba sobre la cama.Una camisa blanca impecable, un traje gris marengo y una corbata burdeos. Se vistió metódicamente, con la mente ya navegando por la complicada red de expectativas familiares.Ignorando la maleta que yacía abierta como una boca abierta pidiendo atención, Paul la cerró y la metió en el armario.—Más tarde, la arreglo —pronunció en un murmullo, mientras se terminaba de arreglar la chaqueta con los dedos.Debía darse prisa porque Beatriz lo esperaba. La decisión de alojarla por separado había sido una cuestión de pragmatismo, no de preferencia.Sabía que no po
Eletta aferró con fuerza a su pequeño hermano, tenerlo en sus brazos le daba una profunda paz, lo amaba tanto, era tan hermoso, tan dulce. Desde el banco donde estaba, observaba a su padre, un pilar de serena fortaleza que ella siempre había admirado, estaba de pie junto al altar, con los ojos brillantes de promesas tácitas mientras miraba a Tanya, la querida amiga de Eletta que ahora estaba a punto de convertirse en su madrastra.“Ay, Dios, mi mejor amiga es mi madrastra”, pensó y no pudo evitar esbozar una sonrisita.Al escuchar los votos, una cálida lágrima traspasó las defensas de Eletta, trazando un silencioso camino por su mejilla. Vio, con el corazón hinchado, como su hermanita Alyssa, que no era más que un querubín entre los presentes, miraba a Tanya con los ojos muy abiertos y una profunda admiración.Era una escena pintada con los matices de la verdadera alegría, tan alejada de los tonos apagados que era la vida pasada de su hermanita con su madre, cuya propia felicidad había
La silueta de Beatriz se desvaneció, Paul la observó durante un instante más antes de dar la espalda a la posibilidad de una persecución. La grava crujió bajo sus zapatos mientras regresaba al auto y se dirigía a la gran casa, donde se llevaría a cabo la recepción.Solo había algunos invitados porque la mayoría estaba en la iglesia, sin embargo, se escuchaba un murmullo de conversaciones y algunas risas flotar en el aire. Aunque todo eso era un cuchicheo lejano para él.Paul eligió una mesa apartada entre las sombras y se sentó en una silla con el peso de sus pensamientos. Sus dedos se enroscaron alrededor de un vaso, se sirvió un trago de la botella que le había dejado el camarero, un líquido ámbar que captaba la luz como una puesta de sol. A medida que el alcohol llenaba la copa, los recuerdos de Eletta inundaban su mente de forma espontánea. Paul se había engañado a sí mismo pensando que la había olvidado, que el tiempo había erosionado los bordes afilados de su anhelo. Pero allí