Toco suavemente la puerta de la habitación de Venco y me asomo al interior. Venco está acostado en la cama, con la mirada fija en el techo. Al escuchar el sonido de la puerta, se vuelve hacia mí y me mira con una expresión neutral.Me siento un poco incómoda al ver a Venco en ese estado, se que soy la causante y eso por más que el diga que está bien, no lo está, pero me acerco a la cama y me siento en el borde. Venco me mira con curiosidad, pero no dice nada.—Hola—lo saludo.—Hola mi amor—saluda amablemente.—¿Estas cansado?—Para ti, nunca.Me siento un poco nerviosa al escuchar su voz, pero me siento atraída hacia él. Me siento un poco más cerca, y Venco me mira con una expresión de amor y devoción.—Necesitamos hablar —digo, rompiendo el silencio.Venco asiente con la cabeza, sin cambiar de posición.—Claro —dice. —Puedes hablar.Me tomo un momento para ordenar mis pensamientos antes de comenzar a hablar. Venco me mira con atención, esperando a que yo comience.La habitación está
La interrogación del guardia es un proceso intenso, y Venco es el que está a cargo de obtener la información que necesitamos. Está utilizando métodos persuasivos para hacer que el guardia hable, y puedo ver la determinación en sus ojos. De hecho, Venco parece disfrutar del proceso, y su rostro se ilumina con una sensación de satisfacción cada vez que el guardia revela una nueva pieza de información.Mientras el guardia es interrogado, me aseguro de que la seguridad en la cueva sea lo más fuerte posible. He aumentado el número de guardias y he colocado trampas en los alrededores para evitar que Morax y sus seguidores se acerquen. Sé que la situación es peligrosa, pero estoy determinada a proteger a Venco y al reino de Morax. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para asegurarme de que Morax no nos ataque, y estoy lista para enfrentar cualquier desafío que se presente. Venco y yo estamos trabajando juntos para obtener la información que necesitamos, y estoy segura de que juntos p
—Den el aviso—grita Venco—nos atacan.La campana suena avisándole a todo el mundo que deben estar preparados mientras que Venco nos toma a Xylara y a mi de las manos, adentrándonos a la mansión.—Ocaso, ve por mis padres y llévalos por la salida secreta —me dice, su voz llena de urgencia—Mi madre sabe exactamente cuál es. Necesito que te vayas con ellos y te protejas.Me detengo frente a él, jadeando ligeramente, y lo miro con sorpresa.—No pienso dejarte en medio de esta batalla —le digo, mi voz firme—No voy a abandonarte, Venco.Venco se mira alrededor, como si temiera que alguien ingresara pero la batalla ya se desato allá afuera, y luego se vuelve hacia mí con una expresión seria.—No es un favor que te esté pidiendo, Ocaso —dice, su voz baja—Necesito que vayas con mis padres y te protejas. No puedo pelear si tú estás en medio de la batalla. Mi mente estará en ti, y no podré concentrarme en la lucha.Niego con la cabeza porque no pienso dejarlo en este momento donde debemos estar
La batalla había comenzado, y me encontraba al frente de la lucha, liderando a nuestra manada con valentía y determinación. Mi fuerza y habilidad en el combate eran impresionantes, y podía sentir la confianza y el respeto que inspiraba en nuestros guerreros. Con un grito de guerra, me lancé hacia adelante, mi espada brillando en la luz del sol. Los enemigos de Morax se acercaban, armados hasta los dientes, pero no me intimidé. Con un movimiento rápido y preciso, golpeé a un enemigo con mi espada, enviándolo volando hacia atrás. El hombre cayó al suelo, gritando de dolor, mientras yo continuaba avanzando.Un segundo enemigo se acercó, armado con un hacha, pero lo detuve con un golpe de mi puño. El hombre se estrelló contra la pared, con un crujido de huesos, y lo levanté del suelo, sujetándolo con una mano. Con un movimiento brusco, lo estampé contra la pared de nuevo, y el hombre cayó al suelo, inconsciente. Un tercer enemigo se acercó, con una espada en la mano, pero lo derribé con u
Me detengo en seco, mi mirada fija en la figura que se encuentra frente a mí. Es mi hermano, Morax, con una sonrisa cruel en su rostro. La batalla ha terminado, y el campo de batalla está cubierto de cadáveres. El olor a muerte y sangre es intenso, y el silencio es solo roto por el sonido de los pájaros que vuelan sobre nosotros. Morax se acerca a mí, su espada en la mano, y me propone un duelo. Me sorprende su oferta, considerando que la batalla ha terminado y que no hay nada que ganar. Pero mi hermano siempre ha sido un hombre impulsivo y apasionado, y no me sorprende que quiera resolver nuestras diferencias de esta manera.Es un idiota que no sabe cuándo parar, miro alrededor, y veo los cadáveres que nos rodean. Son los cuerpos de nuestros enemigos, de nuestros amigos y aliados. La muerte es una realidad cruel y despiadada, y no hay nada que podamos hacer para cambiarla. Pero en este momento, mi atención se centra en mi hermano y en el duelo que me propone.Me tomo un momento para
—¡Morax, ya basta! —le dice, su voz firme y autoritaria. —No sigas con esto.Morax se vuelve hacia ella, su rostro desafiante.—No te entrometas en esto, madre —le dice. —No es asunto tuyo.Mi madre intenta acercarse a él, su mano extendida en un gesto de paz.—Es tu hermano, Morax —le dice. —No puedes hacerle daño.Morax se ríe, su sonido cruel y despiadado.—Tiene lo que yo deseo —le dice. —Y yo lo voy a obtener, no importa lo que cueste.Me acerco a mi madre, tomo su mano y la retiro de Morax, porque no confio para nada en el.—No te acerques, madre —le digo. —Es peligroso.Morax se burla de mí, su rostro despreciativo.—No te preocupes, madre —me dice. —No soy capaz de matar a mi propia madre.Me enfurezco, mi corazón lleno de ira y tristeza.—Pero sí a tu hermano —le digo. —Y a millones de personas. Sí, soy capaz de hacerles daño, de matarlos sin pestañear. Eso es lo que me has enseñado, Morax. Eso es lo que has hecho de mí.Mi madre me mira, su rostro lleno de dolor y tristeza.
Mi mirada se pierde en el vacío, como si estuviera buscando algo que no está allí. Mi rostro es una máscara de calma, una calma que contrasta con la agitación que me rodea. Las personas que me rodean se detienen, como si hubieran sido congeladas en el tiempo. Se quedan en suspenso, esperando a que haga algo, a que diga algo.Las personas que me rodean comienzan a sentirse incómodas, como si mi silencio fuera una acusación, un juicio que les está siendo impuesto. Se miran entre sí, como si buscaran una respuesta, una explicación para mi comportamiento. Pero yo no les doy ninguna.Me quedo allí, en medio del caos, en medio del ruido, en medio de la confusión. Me quedo allí, en silencio, como una estatua, como un monumento a la calma en medio de la tormenta. Y las personas que me rodean se quedan en suspenso, esperando a que algo suceda, esperando a que yo hable, esperando a que yo rompa el silencio.Las rodillas de mi hermano ceden y cae al suelo, y con él, también caen las rodillas de
Miro a mi padre, que está arrodillado a su lado, y veo la tristeza en sus ojos. Veo la pérdida, el dolor, y la desesperación. Y me doy cuenta de que él también está sufriendo, de que también está perdiendo a su hijo.Mi madre está llorando, y me siento un poco de impotencia, porque no sé cómo consolarla. No sé cómo hacer que se sienta mejor, porque sé que la pérdida de un hijo es algo que nunca se puede superar.Mi prometida se acerca a mí, con una expresión de preocupación en su rostro. Me mira con ojos llenos de amor y preocupación, y me pregunta:—¿Estás bien, Venco? ¿Estás herido?Me sonrío y le doy un beso en los labios, tratando de calmar su ansiedad.—Estoy bien —le digo—. No estoy herido.Luego, me uno a ella, y le pongo mi frente contra la suya. Me siento en paz en ese momento, a pesar de todo lo que está sucediendo a mi alrededor.—Todo terminó —le digo—. Nada más importa en este momento, excepto nosotros dos.Mi prometida me mira con ojos llenos de amor, y me sonríe. Me sie