La batalla había comenzado, y me encontraba al frente de la lucha, liderando a nuestra manada con valentía y determinación. Mi fuerza y habilidad en el combate eran impresionantes, y podía sentir la confianza y el respeto que inspiraba en nuestros guerreros. Con un grito de guerra, me lancé hacia adelante, mi espada brillando en la luz del sol. Los enemigos de Morax se acercaban, armados hasta los dientes, pero no me intimidé. Con un movimiento rápido y preciso, golpeé a un enemigo con mi espada, enviándolo volando hacia atrás. El hombre cayó al suelo, gritando de dolor, mientras yo continuaba avanzando.Un segundo enemigo se acercó, armado con un hacha, pero lo detuve con un golpe de mi puño. El hombre se estrelló contra la pared, con un crujido de huesos, y lo levanté del suelo, sujetándolo con una mano. Con un movimiento brusco, lo estampé contra la pared de nuevo, y el hombre cayó al suelo, inconsciente. Un tercer enemigo se acercó, con una espada en la mano, pero lo derribé con u
Me detengo en seco, mi mirada fija en la figura que se encuentra frente a mí. Es mi hermano, Morax, con una sonrisa cruel en su rostro. La batalla ha terminado, y el campo de batalla está cubierto de cadáveres. El olor a muerte y sangre es intenso, y el silencio es solo roto por el sonido de los pájaros que vuelan sobre nosotros. Morax se acerca a mí, su espada en la mano, y me propone un duelo. Me sorprende su oferta, considerando que la batalla ha terminado y que no hay nada que ganar. Pero mi hermano siempre ha sido un hombre impulsivo y apasionado, y no me sorprende que quiera resolver nuestras diferencias de esta manera.Es un idiota que no sabe cuándo parar, miro alrededor, y veo los cadáveres que nos rodean. Son los cuerpos de nuestros enemigos, de nuestros amigos y aliados. La muerte es una realidad cruel y despiadada, y no hay nada que podamos hacer para cambiarla. Pero en este momento, mi atención se centra en mi hermano y en el duelo que me propone.Me tomo un momento para
—¡Morax, ya basta! —le dice, su voz firme y autoritaria. —No sigas con esto.Morax se vuelve hacia ella, su rostro desafiante.—No te entrometas en esto, madre —le dice. —No es asunto tuyo.Mi madre intenta acercarse a él, su mano extendida en un gesto de paz.—Es tu hermano, Morax —le dice. —No puedes hacerle daño.Morax se ríe, su sonido cruel y despiadado.—Tiene lo que yo deseo —le dice. —Y yo lo voy a obtener, no importa lo que cueste.Me acerco a mi madre, tomo su mano y la retiro de Morax, porque no confio para nada en el.—No te acerques, madre —le digo. —Es peligroso.Morax se burla de mí, su rostro despreciativo.—No te preocupes, madre —me dice. —No soy capaz de matar a mi propia madre.Me enfurezco, mi corazón lleno de ira y tristeza.—Pero sí a tu hermano —le digo. —Y a millones de personas. Sí, soy capaz de hacerles daño, de matarlos sin pestañear. Eso es lo que me has enseñado, Morax. Eso es lo que has hecho de mí.Mi madre me mira, su rostro lleno de dolor y tristeza.
Mi mirada se pierde en el vacío, como si estuviera buscando algo que no está allí. Mi rostro es una máscara de calma, una calma que contrasta con la agitación que me rodea. Las personas que me rodean se detienen, como si hubieran sido congeladas en el tiempo. Se quedan en suspenso, esperando a que haga algo, a que diga algo.Las personas que me rodean comienzan a sentirse incómodas, como si mi silencio fuera una acusación, un juicio que les está siendo impuesto. Se miran entre sí, como si buscaran una respuesta, una explicación para mi comportamiento. Pero yo no les doy ninguna.Me quedo allí, en medio del caos, en medio del ruido, en medio de la confusión. Me quedo allí, en silencio, como una estatua, como un monumento a la calma en medio de la tormenta. Y las personas que me rodean se quedan en suspenso, esperando a que algo suceda, esperando a que yo hable, esperando a que yo rompa el silencio.Las rodillas de mi hermano ceden y cae al suelo, y con él, también caen las rodillas de
Miro a mi padre, que está arrodillado a su lado, y veo la tristeza en sus ojos. Veo la pérdida, el dolor, y la desesperación. Y me doy cuenta de que él también está sufriendo, de que también está perdiendo a su hijo.Mi madre está llorando, y me siento un poco de impotencia, porque no sé cómo consolarla. No sé cómo hacer que se sienta mejor, porque sé que la pérdida de un hijo es algo que nunca se puede superar.Mi prometida se acerca a mí, con una expresión de preocupación en su rostro. Me mira con ojos llenos de amor y preocupación, y me pregunta:—¿Estás bien, Venco? ¿Estás herido?Me sonrío y le doy un beso en los labios, tratando de calmar su ansiedad.—Estoy bien —le digo—. No estoy herido.Luego, me uno a ella, y le pongo mi frente contra la suya. Me siento en paz en ese momento, a pesar de todo lo que está sucediendo a mi alrededor.—Todo terminó —le digo—. Nada más importa en este momento, excepto nosotros dos.Mi prometida me mira con ojos llenos de amor, y me sonríe. Me sie
Entro en mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me quito la ropa, dejando que caiga al suelo, y me acerco a la vasija llena de agua que las empleadas han preparado para mí. El agua está caliente y aromática, y me sumerjo en ella, dejando que el calor y la relajación me envuelvan. Mientras me sumerjo en el agua, mis pensamientos se vuelven hacia los acontecimientos recientes. La muerte de mi hermano, la batalla, el sufrimiento de mi madre... todo está vivo en mi cabeza, como una herida abierta que no parece sanar. Las palabras de mi hermano antes de morir resonan en mi mente, como un eco que no puedo silenciar.Cierro los ojos, dejando que el agua me envuelva, y me permito sumergirme en mis pensamientos, en la tristeza y el dolor que me han acompañado durante tanto tiempo. El agua es como un abrazo cálido que me rodea, pero no puede calmar el dolor que siento dentro. Mi mente está llena de imágenes y recuerdos, y no puedo escapar de ellos. Me sumerjo más profundamente en el ag
Entro en la mansión, llamando a mi madre con suavidad. No obtengo respuesta, pero puedo sentir su presencia en el aire. La búsqueda es desesperante, ya que no sé en qué estado la encontraré. La batalla ha sido devastadora para todos, pero para mi madre ha sido especialmente cruel.—No entiendo, como es posible.—No lo se Venco, pero tienes que ayudarnos porque tu padre y Ocaso no logran convencerla de que suelte el cuchillo que tiene en la garganta.Entro en la sala y veo a mi madre, con un cuchillo en la mano. Su rostro está pálido y sus ojos están vacíos. Papa junto con Ocaso le piden que no lo haga, pero ella solo mira el cuerpo de mi hermano, llorando como nunca lo había visto.— Madre, no — digo, corriendo hacia ella.— No lo hagas, madre — digo, tratando de calmarla.— No puedo más — dice ella, su voz apenas audible.— Madre, por favor — digo, agarrando su mano. — No te hagas daño. Te necesito. La manada te necesita.— No me necesitan — dice ella, intentando sacudir mi mano. — N
Me acerco a Xylara y le deslizo la taza con yerbas relajantes.— ¿Cómo estás, Lara? — le pregunto, sonriendo suavemente.— Estoy bien, gracias — responde Xylara, tomando la taza y oliendo el aroma de las hierbas. — ¿Y Ania? ¿Cómo está después de lo que pasó ayer?— Está soportando — digo, sentándome a su lado en la cocina. — Lo fácil no es, pero estamos tratando de ayudarla. Después de lo que pasó ayer, necesita un poco de tiempo para procesarlo todo. Venco y su padre están con ella, tratando de apoyarla en este momento.— Entiendo — dice Xylara, asintiendo con la cabeza. — No debe ser nada fácil lo que pasó ayer. Tanto caos y destrucción... debe haber sido muy difícil para todos.— Sí, lo fue — digo, tomando un sorbo de mi propia taza de hierbas. — Pero estamos tratando de reconstruir y sanar. Ania es fuerte, pero necesita nuestro apoyo en este momento. Y con el bajón emocional y el ataque que tuvo, estamos cuidando de ella mucho más porque no podemos permitir que ella recaiga.— Cla