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Pensar en mí misma

—Jack...

Sus ojos se volvieron pequeños al escuchar su nombre. Esperó a que dijese algo más, pero yo continuaba en shock. Bajó el ramo y pasó su mano por su nuca nervioso.

—Felicidades. Por tu graduación. —Soltó. Abrí la boca esperando dejar salir algo, pero no era nada. Solo una mezcla de sentimientos desagradables que me revolvieron el estómago. Miré sus ojos y luego el hermoso ramo de flores que había entre sus dedos. Me acerqué un paso y él se enderezó nervioso.

—¿Son para mi? —pregunté, apuntando las flores.

—¡Sí, sí! —me las entregó con su mano temblando. La tomé con ambas mías, observé los distintos colores y el rico olor que emanaba.

—Son hermosas. Gracias. —solté. Al instante su rostro se iluminó con una sonrisa. Miré de reojo como salían familias enteras del instituto y nos quedaban viendo.

—Tu cabello. Lo cortaste. Te queda lindo.

—Gracias. —Asentí esperando que la conversación terminara pronto. Él me seguía viendo como si mi rostro fuese lo más interesante que le había pasado—. Bueno... Nos vemos. —apenas dije esto y me encaminé hacia mi casa, Jack se dio vuelta y me tomó de la muñeca.

—¿Emma? —me miró confundido. Volteé con una sonrisa incómoda, haciéndole entender que no quería nada en ese momento. Enseguida soltó mi mano—. Perdón.

Caminé rápido a mi casa y lloré todo el camino. Al día siguiente, apareció en mi puerta.

Habían sido sólo trece meses, sí. Pero suficiente tiempo para pensar y conocerme más a mi misma. La primera vez, era sólo una niña que no sabía nada de nada, sólo entendía que me salvó y prácticamente le debía la vida por eso. Él era mayor, famoso, pasional y muy cool a mis ojos. Lo admiraba profundamente. Muy dentro de mí quería poseer algo que me hagan brillar los ojitos cuando hable de eso. Algo como el boxeo para él. Ahora me cuestiono demasiado si realmente me enamoré de él, o sólo confundí la admiración que sentía.

—¡Emma! —La voz de Marc me despertó. Levanté la cabeza y luego la mano en forma de saludo. Nos sentamos en la terraza del recinto, y a los pocos segundos entró Ethan.

—Eso es raro. Se siente como una despedida. —Declaró, acomodando sus lentes y mirando al atardecer.

—No empieces. Me prometí no llorar hoy.

—Tienes razón. Vamos a pasar el rato como siempre. —concluyó Marc. Pedimos unas cervezas y estuvimos un largo rato hablando del futuro de Marc como jugador profesional y Ethan cuando se vaya a Sidney a estudiar. Lo mío era un hecho. Lo sabían, les conté apenas lo pensé. Pero cuando me preguntaron si estaba entusiasmada, respondí sin energía. Ahora sólo tenía una cosa en la cabeza. Y era la misma de hace 13 meses.

—Supe que Jack Callen volvió. —soltó Ethan de repente. Los dos buscaron mi mirada. Tomé otro sorbo de cerveza y suspiré—. ¿Sabías Emma?

—Sí... apareció el día de la graduación afuera del instituto. —Solté cansada. Ellos se golpearon sorprendidos porque al parecer, lo que dijo la gente había sido cierto. Muchos nos vieron a la salida, ahora sí tendría mis rumores 2.0. Pero de todas formas ya no los veré más, (Jajaj, hablen lo que quieran putos).

—¿Y? ¿Qué pasó? —preguntó Marc impaciente.

Volví a suspirar. No quería contarle a nadie. Sentía que era patético y repetitivo este tema. Pero eran ellos, y no teníamos secretos entre nosotros.

—Me trajo flores. Luego fue a mi casa y me dijo que estaba enamorado de mi... o algo así.

—¿Cómo que algo así?

—¿Y tú qué le dijiste? —de repente Marc puso una expresión seria, Ethan lo miró de reojo y esperó mi respuesta.

—Pues... que tenía que pensar. —Levanté las cejas esperando alguna reacción. Ellos intercambiaron miradas inconformes.

—¿Nada más? —preguntó Ethan mientras Marc se ahogaba con su cerveza.

—Le grité, le dije todo lo que me molestó hace un año. También le pegué una cachetada.—mi mueca se deformó de la culpa. Ethan acercó su rostro y achicó los ojos.

—Emma... ¿Qué hiciste?

—¡Lo besé! —dejé mi cabeza chocar contra la mesa de madera. Al instante los dos comenzaron a lamentarse como si su equipo favorito se hubiera perdido un gol.

—Mierda Emma.

—Por dios Emma.

Hablamos hasta que oscureció. Me llenaron de discursos y consejos que yo ya sé. Enserio que sí. He pensando en toda posibilidad, y lo inviable que es nuestro amor. Me recalcaron sus: No quiero irme y luego enterarme por noticias que... ¡Emma es un idiota que te abandonó de un día para otro! No te merece. Etcétera, etcétera. A veces los amigos tienen razón. Por algo son tus amigos, solo quieren lo mejor para ti. Pero también el destino es una perra, y cuando se presenta, no hay cómo escapar. 

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