84. SOMOS LICÁNTROPOS

CLARIS:

 Era aterrador ver tantos lobos en el mismo lugar todos con sus miradas fijas en mí. Kieran me apretó más sobre su pecho ante el temblor que me recorrió.

—No tienes porque temer, mi Luna. Son nuestra manada— y me miró profundamente, como queriendo decir algo más—. Y ellos saben que eres nuestra Luna, nunca te harán daño, todo lo contrario.  

 Mis manos se tensaron ligeramente sobre su pecho, pero él no dijo nada más. Solo me llevó hasta uno de los bancos y, con sumo cuidado, me sentó como si fuera lo más frágil del mundo.

—Puedes descansar aquí —susurró, con esa suavidad que parecía reservar solo para mí.—Claris…
 Lo miré al escucharlo decir ese nombre que decían me pertenecía, siempre decía mi Luna. Me pareció que dudaba de algo.  K
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