EL ALFA VIKRA:
Había tenido suerte después de que mi hermano mayor me atacó. Aunque soy fuerte, él, al ser el primogénito, había heredado, con la muerte de nuestro padre, toda su fortaleza y los aliados más leales de la manada. Me hizo mucho daño, eso era innegable. Aun así, logré escapar. Por fortuna, los dos omegas que prácticamente me criaron —Silvi y Siriu—, una constante silenciosa y fiel en mi vida, me salvaron justo a tiempo. Querían llevarme con las Lobas Antiguas.
Esas mujeres son un enigma. Curanderas, brujas, tal vez ambas cosas a la vez; nadie sabe con exactitud qué son. Algunos dicen que ni siquiera son completamente humanas. Pero no tuve que adentrarme en sus misterios. Mi cuerpo se curó antes de que siquiera pudieran hacer algo significativo. Lo sentí, aún en mi estado casi inconsciente: una mano, cáliCONTINUACIÓN:Silvi endureció sus labios, apretándolos para no decir más, aunque podía ver que había mil pensamientos contenidos tras su ceño fruncido. —Mi Claris no es como los demás —continué, más controlado, pero no menos contundente—. Ella me pertenece. Y la encontraremos. Mi determinación se filtró entre las palabras, llenándolas con un hilo de rabia, desesperación y algo más, algo que me negaba a reconocer: el miedo de perderla. Sin dudar más, me dirigí rápidamente hacia la salida de mi refugio. Sabía que, de alguna manera, había encontrado su camino hacia el exterior. Vorn había revisado cada rincón del lugar y, al no hallar rastro de ella, solo quedaba una opción: el acantilado. Claris debió encontrar la salida secreta y escapar por ahí. &mdas
ELENA: Había fallado. Mi misión, mi deber, mi propósito como Loba Lunar Guardiana era simple: proteger a las hermanas, primero a Claris, debía guiarla en su despertar. Era mi responsabilidad enseñarle a enfrentarse a las adversidades, templar su carácter y prepararla para un destino que no era común ni fácil. Claris no era como las demás. Ella era una Loba Lunar Mística, destinada a ser el complemento perfecto, la fuerza y el equilibrio del Alfa más poderoso que jamás había existido: Kieran Theron. Pero mi olvido había desmoronado ese destino antes de que pudiera concretarse. ¿Por qué? Porque me olvidé completamente de quien era. Me hundí tan profundamente en la vida de una humana que olvidé la esencia de lo que realmente soy. Permití que la fragilidad, los miedos y los dolores de una vida miserable—la vida
KIERAN:Muy pocas veces en mi larga existencia había sentido una furia tan hirviente como la que ahora me embargaba. Era algo crudo, visceral, animal. Mi Luna estaba siendo atacada. Y no por garras o dientes, sino a través de algo mucho más pérfido: un vínculo que alguien había osado crear con su esencia. Claris era mía. Nadie tenía derecho a tomar lo que es mío. Elena intentaba explicarse, con preocupación, diciendo que probablemente Claris o su loba, Lúmina, había intentado sanar a alguien moribundo. Su instinto de cuidar y proteger al débil era parte de su naturaleza más básica... y, quizás, en algún momento, sin darse cuenta, esa persona se había aferrado a su energía vital. —Puede que no lo sepan, Kieran —dijo Elena, intentando apaciguarme, aunque inútilmente—. A veces estas conexiones se cre
CLARIS:Podía sentir cómo la vida se deslizaba de mí poco a poco, como si alguien la estuviera robando sin piedad. Traté de moverme, de despertar, de gritar el nombre de Kieran, de mamá, incluso de Clara, pero mi cuerpo no respondía. Mis labios permanecían cerrados, al igual que mis ojos. Había algo que drenaba mi fuerza, mi esencia, como si quisiera arrancarme todo lo que soy. Entre esa penumbra que me cegaba, el aullido seguía vivo. Retumbaba en lo más profundo de mi conciencia, una y otra vez, insistiendo, demandando mi obediencia. Atravesaba el muro de la oscuridad que me envolvía. Me llamaba. Alguien esperaba por mí, alguien me exigía que fuera hacia él; y yo estaba segura, tan segura como de mi propio aliento, de que yo le pertenecía a Kieran, no a ese otro. Los cachorros en mi vientre se agitaban, luchaban por mantenerme con
KIERAN:La emoción casi me desbordó al ver los ojos verdes de Claris parpadear suavemente desde el cuerpo de Lúmina. Una calidez indescriptible se encendió en mi pecho, expandiéndose hasta mis extremidades. Era ella. Mi Claris, mi Luna, había vuelto a mí. Mis manos instintivamente la sostuvieron con más firmeza, como si temiera que un simple descuido pudiera arrancármela de nuevo. Antes de que pudiera asustarse al verse aún en forma de loba, usé toda la conexión que teníamos para guiarla de regreso a su forma humana. Fue como un susurro compartido entre nuestras almas, un suave empuje que ella no resistió. Y así, en un resplandor que parecía detener el tiempo, mi Claris regresó. No mi loba, sino mi mujer, mi todo. La tenía frente a mí, frágil y poderosa al mismo tiempo, con los mechones oscuros cayendo
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h
KIERAN THORNE:Observé cómo mi asistente tomaba sus cosas y se alejaba rumbo a su vieja camioneta. La contemplé desde mi ventana, admirando su extraordinaria belleza y el aura de vitalidad que emanaba. Mi lobo Atka gruñía en mi interior, todavía sin querer aceptar que esa humana hubiera rechazado nuestro ofrecimiento de llevarla a su casa. Soy el Alfa, nadie me rechaza jamás. Pero había algo en ella que me inquietaba. Mientras su destartalado vehículo se alejaba, hice una nota mental: debía proporcionarle un auto mejor y más seguro.El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Me giré después de dar una última mirada a la camioneta que desaparecía en la distancia.—Mi Alfa, tu primo Gael está afuera, bastante alterado —informó Fenris, mi Beta, con expresión preocupada—. Me pidió estar presente en lo que describe como una reunión de la más alta importancia y confidencialidad. ¿Tienes idea de qué se trata?—Hazlo pasar y cierra la puerta —respondí, dejándome caer en el sillón tr