91. ERES MÍA, SOLAMENTE MÍA

CLARIS:

 Podía sentir cómo la vida se deslizaba de mí poco a poco, como si alguien la estuviera robando sin piedad. Traté de moverme, de despertar, de gritar el nombre de Kieran, de mamá, incluso de Clara, pero mi cuerpo no respondía. Mis labios permanecían cerrados, al igual que mis ojos. Había algo que drenaba mi fuerza, mi esencia, como si quisiera arrancarme todo lo que soy.  

 Entre esa penumbra que me cegaba, el aullido seguía vivo. Retumbaba en lo más profundo de mi conciencia, una y otra vez, insistiendo, demandando mi obediencia. Atravesaba el muro de la oscuridad que me envolvía. Me llamaba. Alguien esperaba por mí, alguien me exigía que fuera hacia él; y yo estaba segura, tan segura como de mi propio aliento, de que yo le pertenecía a Kieran, no a ese otro.  

 Los cachorros en mi vientre se agitaban, luchaban por mantenerme con
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