GAEL: Me habían llevado a una casa desconocida. El policía, amablemente me dijo que vendrían pronto por mí para llevarme al hospital. Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar eso. Aunque las heridas dolían con cada movimiento, me negaba rotundamente a que un médico humano se involucrara. No podía permitírmelo. Era un lobo, y sabía que con el tiempo las heridas sanarían por sí solas. —Muchas gracias, soy doctor —le dije, tratando de sonar seguro—, y le aseguro que no tengo nada grave. Me curaré yo mismo. Gracias por toda su ayuda. El hombre asintió algo desconcertado, pero finalmente me dejó marchar después de un firme apretón de manos. Respiré profundamente. No podía permitirme perder más tiempo. Lo primero fue buscar un teléfono. Tenía que informar. Marqué con dedos temblorosos un número que ni siquiera Sarah conocía. Solo Kieran y yo lo teníamos; insistí en esa precaución. La línea sonó varias veces, estaba a punto de perder las esperanzas cuando escuché su voz al otr
CLARIS:La felicidad que sentía dentro de mí era algo indescriptible, casi indesbordable. Había recuperado todas mis memorias, y no solo eso: ahora sabía con certeza que los cachorros que llevaba en mi vientre no eran de otra loba con mi Alfa, sino nuestros. Ese simple hecho me llenaba el alma de una dicha que me salía por los poros, una felicidad que me hacía sonreír sin parar mientras abrazaba y besaba a Kieran cada vez que tenía oportunidad. No quedaba nada de esa fachada de jefe gruñón y malhumorado que había conocido en un principio, solo el hombre que amaba, dedicado a mí de una manera que jamás hubiera imaginado. Fue entonces cuando Lúmina, mi loba y fiel guía, se aseguró de reafirmarlo en mi mente una y otra vez. "Los cachorros son de él y nuestros," me aseguró. Comprender eso me llenó de una paz tan profunda. &nb
EL ALFA VORN:Todo fue un desastre por culpa de mi hermano Vikra. Su obsesión por mi hija Claris me tenía profundamente molesto. Ese imbécil confundió el olor de su sobrina con el de una pareja destinada. Y, al realizar el aullido de llamada a pleno día en la ciudad, todo se fue al traste. Estoy seguro de que el Alfa Kieran lo escuchó, al igual que toda su manada, y se evaporaron. Por mucho que los hemos rastreado, no hemos logrado encontrarlos. Por eso, regresamos al bosque.—¿Y ahora qué vamos a hacer? —preguntó mi hermana Chandra Selene—. ¿Y si contratamos un abogado humano para sacar a Sarah? Ella se crió con Kieran. Seguro que sabe a dónde se ha ido.—Esa es una buena idea. Hazte cargo —le ordené.Tenía que encontrar a Elena; ella era mi pareja destinada, aunque fuera una humana. En el pasado, no la reconocí porque mi padre
CLARA:La felicidad que irradiaba mi hermana Claris era tan abrumadora, tan pura y potente, que me sentí incapaz de contenerla. Era como si una avalancha de emociones ajenas hubiera invadido mi ser, golpeándome como una ola que no podía esquivar. Mis piernas temblaron, y antes de desmoronarme emocionalmente, me aferré a Fenris, buscando un ancla, un sostén. Él, sintiendo mi estado sin necesidad de palabras, me rodeó con sus brazos protegiéndome, con una calidez que contrastaba con la vorágine que se desataba en mi interior. Con un entendimiento inmediato, Fenris decidió sacarme de la consulta. Me guió fuera del lugar con delicadeza. Apenas cruzamos la puerta, se detuvo de golpe, y antes de que pudiera expresar la confusión y el torbellino de emociones en mi pecho, me tomó suavemente el rostro, inclinándose para besarme. El beso fue&hellip
KIERAN:Después de pasar un rato con mis pequeños, sintiendo el calor puro de la paternidad, y de complacer una vez más a mi Luna, regresé al despacho. Había asuntos que atender, y esperaba encontrar allí a mi Beta, Fenris, para que me informara sobre las últimas noticias. Sin embargo, su ausencia me desconcertó. Intenté abrir el enlace mental entre nosotros, pero para mi sorpresa, lo había bloqueado. Fruncí el ceño desconcertado. Fenris sabía que no podía cerrar el enlace sin una razón de peso. Inquieto, intenté lo mismo con Rafe, esperando que fuera solo un malentendido, pero sucedió lo mismo. El enlace con mi tercero al mando también estaba cerrado. —¿Qué demonios está pasando?—, me pregunté. Unos golpes ligeros en la puerta rompieron mi concentració
CLARIS: Después de saber que mis cachorros estaban sanos y fuertes, una sensación de plenitud me envolvió. Todo estaba en equilibrio. El amor de mi Alfa, la calidez de mis pequeños... todo parecía alinearse perfectamente. Hacer el amor con Kieran esa noche fue como fundirme en un universo donde solo existíamos él y yo. Cada toque suyo era un incendio en mi piel, y su instinto parecía anticipar cada deseo que yo aún no terminaba de comprender. Nunca era suficiente; cuanto más me hacía suya, más lo necesitaba. Sus besos, sus caricias, su presencia: él era mi todo. Pero algo extraño comenzó a suceder. Casi imperceptiblemente, mi respiración cambió, profunda e irregular, y una calidez distinta al deseo se extendió por mi cuerpo, alerta y brillante. Abrí los ojos, y lo primero que percibí fue un
CLARIS:El dolor era abrumador, un fuego líquido recorriendo mi cuerpo. Cada fibra de mi ser, cada resonancia de mi alma sabía que este momento, tan temido como anhelado, había llegado. Kieran me levantó con cuidado, mirándome con una pizca de miedo. Podía sentirlo a través de nuestro vínculo: su abrasador deseo de protegerme, de hacer todo lo que fuera necesario para mantenerme a salvo. Él se mantenía firme como mi ancla en mitad de este torbellino. Pero sabía que esto no era solo mío, era nuestro. Y este parto no sería común, porque yo no era una loba común. —Gael, ¡ven conmigo! —rugió Kieran, ajustándome entre sus brazos como si fuera lo más preciado en su mundo. Pero antes de dar un paso más hacia la habitación, mi cuerpo tembló con una fuerza tan poderosa que mis manos, aferradas al cuello d
KIERAN:Mientras terminaba de asegurar el pasadizo del refugio de mi madre, una sensación de incertidumbre se enredaba en mis entrañas. Sabía, con una certeza que rozaba la obsesión, que ningún enemigo, ni siquiera Sarah, sería capaz de encontrar este lugar. Este espacio era invisible incluso a los ojos más atentos.Había dedicado tiempo a reacondicionar cada rincón del refugio, preparando este espacio minuciosamente, consciente de que podría convertirse en nuestra única garantía de supervivencia si la guerra se tornaba más brutal de lo que había temido.Observé el lugar por última vez. Claris, su madre y Clara estarían aquí con los cachorros, a salvo, o al menos eso quería creer. Confiaba en ellas. Pero, aun así, esa certeza no aliviaba el tormento. La sola idea de separarme de ellos, incluso por el más breve