CLARIS:
La felicidad que sentía dentro de mí era algo indescriptible, casi indesbordable. Había recuperado todas mis memorias, y no solo eso: ahora sabía con certeza que los cachorros que llevaba en mi vientre no eran de otra loba con mi Alfa, sino nuestros. Ese simple hecho me llenaba el alma de una dicha que me salía por los poros, una felicidad que me hacía sonreír sin parar mientras abrazaba y besaba a Kieran cada vez que tenía oportunidad. No quedaba nada de esa fachada de jefe gruñón y malhumorado que había conocido en un principio, solo el hombre que amaba, dedicado a mí de una manera que jamás hubiera imaginado.
Fue entonces cuando Lúmina, mi loba y fiel guía, se aseguró de reafirmarlo en mi mente una y otra vez. "Los cachorros son de él y nuestros," me aseguró. Comprender eso me llenó de una paz tan profunda. &nbEL ALFA VORN:Todo fue un desastre por culpa de mi hermano Vikra. Su obsesión por mi hija Claris me tenía profundamente molesto. Ese imbécil confundió el olor de su sobrina con el de una pareja destinada. Y, al realizar el aullido de llamada a pleno día en la ciudad, todo se fue al traste. Estoy seguro de que el Alfa Kieran lo escuchó, al igual que toda su manada, y se evaporaron. Por mucho que los hemos rastreado, no hemos logrado encontrarlos. Por eso, regresamos al bosque.—¿Y ahora qué vamos a hacer? —preguntó mi hermana Chandra Selene—. ¿Y si contratamos un abogado humano para sacar a Sarah? Ella se crió con Kieran. Seguro que sabe a dónde se ha ido.—Esa es una buena idea. Hazte cargo —le ordené.Tenía que encontrar a Elena; ella era mi pareja destinada, aunque fuera una humana. En el pasado, no la reconocí porque mi padre
CLARA:La felicidad que irradiaba mi hermana Claris era tan abrumadora, tan pura y potente, que me sentí incapaz de contenerla. Era como si una avalancha de emociones ajenas hubiera invadido mi ser, golpeándome como una ola que no podía esquivar. Mis piernas temblaron, y antes de desmoronarme emocionalmente, me aferré a Fenris, buscando un ancla, un sostén. Él, sintiendo mi estado sin necesidad de palabras, me rodeó con sus brazos protegiéndome, con una calidez que contrastaba con la vorágine que se desataba en mi interior. Con un entendimiento inmediato, Fenris decidió sacarme de la consulta. Me guió fuera del lugar con delicadeza. Apenas cruzamos la puerta, se detuvo de golpe, y antes de que pudiera expresar la confusión y el torbellino de emociones en mi pecho, me tomó suavemente el rostro, inclinándose para besarme. El beso fue&hellip
KIERAN:Después de pasar un rato con mis pequeños, sintiendo el calor puro de la paternidad, y de complacer una vez más a mi Luna, regresé al despacho. Había asuntos que atender, y esperaba encontrar allí a mi Beta, Fenris, para que me informara sobre las últimas noticias. Sin embargo, su ausencia me desconcertó. Intenté abrir el enlace mental entre nosotros, pero para mi sorpresa, lo había bloqueado. Fruncí el ceño desconcertado. Fenris sabía que no podía cerrar el enlace sin una razón de peso. Inquieto, intenté lo mismo con Rafe, esperando que fuera solo un malentendido, pero sucedió lo mismo. El enlace con mi tercero al mando también estaba cerrado. —¿Qué demonios está pasando?—, me pregunté. Unos golpes ligeros en la puerta rompieron mi concentració
CLARIS: Después de saber que mis cachorros estaban sanos y fuertes, una sensación de plenitud me envolvió. Todo estaba en equilibrio. El amor de mi Alfa, la calidez de mis pequeños... todo parecía alinearse perfectamente. Hacer el amor con Kieran esa noche fue como fundirme en un universo donde solo existíamos él y yo. Cada toque suyo era un incendio en mi piel, y su instinto parecía anticipar cada deseo que yo aún no terminaba de comprender. Nunca era suficiente; cuanto más me hacía suya, más lo necesitaba. Sus besos, sus caricias, su presencia: él era mi todo. Pero algo extraño comenzó a suceder. Casi imperceptiblemente, mi respiración cambió, profunda e irregular, y una calidez distinta al deseo se extendió por mi cuerpo, alerta y brillante. Abrí los ojos, y lo primero que percibí fue un
CLARIS:El dolor era abrumador, un fuego líquido recorriendo mi cuerpo. Cada fibra de mi ser, cada resonancia de mi alma sabía que este momento, tan temido como anhelado, había llegado. Kieran me levantó con cuidado, mirándome con una pizca de miedo. Podía sentirlo a través de nuestro vínculo: su abrasador deseo de protegerme, de hacer todo lo que fuera necesario para mantenerme a salvo. Él se mantenía firme como mi ancla en mitad de este torbellino. Pero sabía que esto no era solo mío, era nuestro. Y este parto no sería común, porque yo no era una loba común. —Gael, ¡ven conmigo! —rugió Kieran, ajustándome entre sus brazos como si fuera lo más preciado en su mundo. Pero antes de dar un paso más hacia la habitación, mi cuerpo tembló con una fuerza tan poderosa que mis manos, aferradas al cuello d
KIERAN:Mientras terminaba de asegurar el pasadizo del refugio de mi madre, una sensación de incertidumbre se enredaba en mis entrañas. Sabía, con una certeza que rozaba la obsesión, que ningún enemigo, ni siquiera Sarah, sería capaz de encontrar este lugar. Este espacio era invisible incluso a los ojos más atentos.Había dedicado tiempo a reacondicionar cada rincón del refugio, preparando este espacio minuciosamente, consciente de que podría convertirse en nuestra única garantía de supervivencia si la guerra se tornaba más brutal de lo que había temido.Observé el lugar por última vez. Claris, su madre y Clara estarían aquí con los cachorros, a salvo, o al menos eso quería creer. Confiaba en ellas. Pero, aun así, esa certeza no aliviaba el tormento. La sola idea de separarme de ellos, incluso por el más breve
VORN:Habíamos conseguido liberar a Sarah de la prisión, un movimiento calculado que, hasta ese momento, había valido la pena. Tal como había dicho, Sarah tenía la capacidad de rastrear no solo al doctor Gael, sino también al propio Kieran. Era casi irónico que este último hubiera cometido tal error. Al enlazarla con el vínculo de hermanos, había abierto una puerta que no cerró a tiempo tras enterarse de su traición. Una negligencia que ahora jugaba a nuestro favor. Habíamos enviado exploradores para inspeccionar la vieja manada de Kieran, y, según los informes, parecía habitada. Sin embargo, los matorrales que la cercaban seguían enredados y salvajes, como si las garras de los lobos no los hubieran pisado en mucho tiempo. No había una manada completa, sino un eco desgastado de lo que alguna vez fue. —¡Deténganse! —ordené con firmeza—. Vamos a acampar aquí hasta que regrese Sarah. —Mi Alfa, creo que sería mejor seguir avanzando —dijo mi hermana, Chandra Selene, con impaciencia y des
VORN: Observé con detenimiento la vieja casa de la familia del Alfa Theron. Había una atmósfera pesada, cargada con los restos de una historia de poder y dominación. El padre de Kieran había sido tan imponente como lo es él ahora. El Alfa de Alfas, el líder supremo entre los alfas, indiscutido y, sin embargo, huía. Escapaba con los suyos cada vez que nos aproximábamos, como si ocultara algo, algo que no quería que descubriéramos. Lo conocía lo suficiente para saber que no se trataba de simple cobardía. No, él no era un cobarde; todo lo contrario, era astuto y calculador. Entonces, ¿por qué no me enfrentaba directamente? Algo se escondía en sus maniobras, pero aún no lograba descifrarlo del todo. Sarah entraba y salía de cada habitación, dejando un eco de rabia y frustración en cada grito. Maldecía incesantemente, y era evidente que la situación la estaba superando. A su alrededor, los restos del mobiliario destrozado hablaban de su estado mental. Yo, en cambio, permanecía inmóvil,