VORN: Observé con detenimiento la vieja casa de la familia del Alfa Theron. Había una atmósfera pesada, cargada con los restos de una historia de poder y dominación. El padre de Kieran había sido tan imponente como lo es él ahora. El Alfa de Alfas, el líder supremo entre los alfas, indiscutido y, sin embargo, huía. Escapaba con los suyos cada vez que nos aproximábamos, como si ocultara algo, algo que no quería que descubriéramos. Lo conocía lo suficiente para saber que no se trataba de simple cobardía. No, él no era un cobarde; todo lo contrario, era astuto y calculador. Entonces, ¿por qué no me enfrentaba directamente? Algo se escondía en sus maniobras, pero aún no lograba descifrarlo del todo. Sarah entraba y salía de cada habitación, dejando un eco de rabia y frustración en cada grito. Maldecía incesantemente, y era evidente que la situación la estaba superando. A su alrededor, los restos del mobiliario destrozado hablaban de su estado mental. Yo, en cambio, permanecía inmóvil,
KIERAN: Había escapado una vez más de mis enemigos, y esa realidad quemaba cada rincón de mi ser. Yo, Kieran Theron, el Alfa de Alfas, el más poderoso de los tiempos, había huido tres veces de quienes se atrevían a desafiarme. Lo sabía bien, lo reconocía: lo hacía por ellos. Por mi Luna, por mis cachorros, por la manada. Eran mi prioridad, la única razón que justificaba aquello que consideraba intolerable. Pero aun así, la sensación de fragilidad, de perder las riendas de mi propio destino, me corroía día tras día como una herida que no cesaba de sangrar.Regresé a la reserva, a mi territorio decidido a imponerme. Cada vez que llegaba, corría para ver a mis cachorros. Sus risas llenaban todo el espacio, recordándome que valía la pena seguir luchando. Mis gemelos eran la luz en medio de esta oscuridad interminable. Habían crecido tanto desde la última vez que fui acorralado. No volvería a exponerlos. No volvería a permitir que ninguna amenaza nos alcanzara otra vez. Había creado un j
SARAH: Al escuchar al terrible humano que era Ragnar tan cerca, por instinto me convertí en loba y corrí a toda velocidad. Lo conocía muy bien; era cruel y sanguinario con los de su propia especie. No me podía imaginar lo que podría hacer con nosotros si nos atrapaba. Todavía recordaba cuando se había cruzado en el camino de Kieran. Habíamos ido a una reunión de negocios y se encaprichó con una de las lobas de la manada. Al salir del club, la estaba esperando con toda su banda de maleantes, queriendo arrebatarla de nosotros. No podíamos demostrar quiénes éramos; por eso nos comportábamos como humanas. Mi Alfa se había quedado adentro conversando con los hombres, mientras nosotras nos dirigíamos a los autos. Aborrecíamos esas reuniones con los humanos, pero era algo obligatorio. Nosotras éramos bellas e irresistibles, y los hombres humanos perdían la concentración en los negocios al fijarse en nosotras, y así cerrábamos buenos tratos. —Vaya, miren quiénes al fin se dignaron a sal
CLARIS: Me quedé mirando a mi alfa sin decir nada de inmediato, no entendía porqué me estaba preguntando eso. Aunque no se me escapó como su expresión cambió, como si le estuvieran enterrando una daga en su pecho.—¿Y qué se supone que debo hacer? —dije finalmente, bajando la voz—. ¿Convertirme en lo que tú esperas de mí? ¿Pasar cada segundo de mi vida preocupándome por una manada que únicamente te pertenece a ti? —y fue cuando dije algo que lo dejó sin palabras—: ¡No me gusta ser una Loba! ¡No me gusta! ¡No quiero ser la Luna de nadie! Después de que tuve a los gemelos, mi vida giró por completo en torno a ellos. No quería gastar energía en nada que no estuviera relacionado con su cuidado. Mi mundo era sencillo. Ellos eran mi prioridad y mi único propósito. Disfrutaba del amor y la protección de Kieran, quien había asumido su rol con la intensidad con la que vive todo. Era el Alfa de Alfas, pero escapar de las batallas lo consumían como una herida abierta. Escapar, era algo
KIERAN: No podía creer lo que había oído. Las palabras de Claris me golpearon con una fuerza que nunca esperé sentir. ¡Me estaba rechazando! ¿Acaso entendía lo que acababa de hacer? Quizá no había pronunciado las palabras exactas del vínculo destinado, pero lo había dicho con suficiente claridad como para que su significado fuera indiscutible. No quería ser Luna, no quería ser mi Luna. Aquello rompió algo profundo dentro de mí, algo que ni siquiera sabía que podía quebrarse. Mi mundo, construido a su alrededor, parecía desplomarse. Una parte de mí quería gritarle, exigirle explicaciones, otra entendía que no había palabras suficientes que pudieran reparar este abismo. El vínculo que nos unía palpitaba con un dolor que no podía describirse. Era como si todo lo que pensaba que era nuestro se redujera en un instante a cenizas. Atka rugió dentro de mí. Su furia era palpable, tanto como el desgarrador dolor que lo embargaba. Era nuestra compañera elegida por la Luna, nuestra parej
KIERAN: Lúmina no se detuvo, siguió avanzando hasta estar justo frente a mí. Nuestras respiraciones chocaban, pero no retrocedí. Atka le sostuvo la mirada; seguíamos siendo lobos, ambos con el control sin anularnos uno al otro. —A ti. A Kieran. —Dijo con firmeza. Su declaración directa me dejó en silencio, atando cabos imposibles. Ella no hablaba por Claris. Era la Loba Lunar, Lúmina, quien se dirigía a nosotros, y el peso de esas palabras no hacía más que confirmar que lo que estaba a punto de revelarme iba a cambiar todo. —Yo jamás volveré a dejar que mi humana los rechace ni tome el control —continuó sin titubear, con una convicción que parecía escrita en las estrellas mismas—. Ese será su castigo por atreverse siquiera a intentarlo. Acabo de cumplir mi mayoría de edad; ya no tengo que subordinarme a mi humana. Me miraba fijamente, de una forma que me dejaba sin aliento. No era algo que pudiera compararse con simples palabras o gestos humanos. Ella no era simplemente un r
CLARIS: No supe qué había sucedido. De pronto, la oscuridad me envolvió, como si alguien hubiera arrancado el control de mi propio cuerpo y me hubiese lanzado al abismo más profundo de mis recuerdos. Fue entonces que sentí ese dolor atroz, el dolor que reconocía demasiado bien: la transformación. Mis gritos resonaban en el vacío sin respuesta, como si no pertenecieran a nadie. Y fue allí, en ese limbo de impotencia, donde lo entendí. No era simplemente una transformación. Mi loba, Lúmina, había despertado completamente. Tomó el control de nosotras como jamás lo había hecho antes y me anuló por completo. La frustración se incrustó en mi pecho mientras sentía cómo Lúmina corría, imparable, hasta llegar al lago donde se encontraba Atka. Podía verlo, podía sentirlo, pero no podía actuar. No podía hablar. Solo era una prisionera en mi propio cuerpo, obligada a escuchar cada palabra de la conversación que la Loba Lunar sostuvo con él. Era mi castigo. El castigo por haberme atrevido a desa
CLARIS:Lúmina estaba firme a su lado, como lo que era: su complemento, su Luna. Su energía era poderosa, envolvente, y no permitió que mis pensamientos la debilitaran. Se alzó dentro de mi mente como un rugido que no dejaba espacio para la duda. —Lúmina, los niños... no puedo perderlos —dije en mi mente, aferrada a mi miedo, buscándole un propósito, una justificación. —Y los perderás si sigues inclinada ante tus temores humanos —gruñó con fuerza—. ¡Mírate! Estás dejando que una loba inferior nos intimide. Nosotras no nacimos para esto. ¿Quieres que todo se desmorone? ¿Quieres que Sarah lleve a nuestra manada al abismo? Porque eso hará si sigues siendo la sombra débil de lo que realmente somos. Ya basta, Claris, ¡te anularé para siempre si continúas deshonrando a nuestro Alfa! El poder de Lúmina extendió su influencia en cada rincón de mi ser, ahogando mi resistencia con la fuerza de su propósito. Su determinación se enredó en mi esencia, reclamando el control por completo, y lo