100. EL DOCTOR GAEL Y SU REDENCIÓN
GAEL:

Me habían llevado a una casa desconocida. El policía, amablemente me dijo que vendrían pronto por mí para llevarme al hospital. Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar eso. Aunque las heridas dolían con cada movimiento, me negaba rotundamente a que un médico humano se involucrara. No podía permitírmelo. Era un lobo, y sabía que con el tiempo las heridas sanarían por sí solas.

—Muchas gracias, soy doctor —le dije, tratando de sonar seguro—, y le aseguro que no tengo nada grave. Me curaré yo mismo. Gracias por toda su ayuda.

El hombre asintió algo desconcertado, pero finalmente me dejó marchar después de un firme apretón de manos. Respiré profundamente. No podía permitirme perder más tiempo. Lo primero fue buscar un teléfono. Tenía que informar.

Marqué con dedos temblorosos un número que ni siquiera Sarah conocía. Solo Kieran y yo lo teníamos; insistí en esa precaución. La línea sonó varias veces, estaba a punto de perder las esperanzas cuando escuché su voz al otr
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